Breve presentación de la Crítica de la razón literaria
como teoría de la literatura contemporánea
Miguel Salvador Baladan
Universidad de Río Grande del Sur, Brasil
Palabras clave
Literatura · Teoría de
la Literatura · Crítica de la razón literaria · Materialismo filosófico ·
Filosofía
Sinopsis
Se expone una presentación sintética de la Crítica de la razón literaria como Teoría de la Literatura construida por Jesús G. Maestro a partir de una reinterpretación del materialismo filosófico de Gustavo Bueno, atendiendo principalmente a la tetralogía espacial de la teoría literaria y de la genealogía de la literatura.
Artículo
La literatura siempre contiene sustancias venenosas.
Jesús G. Maestro
La Teoría del
Cierre Categorial (1992) es la teoría de la ciencia del filósofo español
Gustavo Bueno, artífice del materialismo filosófico como un sistema de
pensamiento lógico y racional. A su vez, el artífice de la obra Crítica de la razón literaria (2017),
Jesús G. Maestro, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada,
plantea en el primer tomo de su obra unas coordenadas destinadas a interpretar
las ideas y los conceptos objetivados formalmente en los materiales literarios.
Esta teoría surge en el ámbito contemporáneo como
una ciencia que ofrece al crítico literario estudiar las obras literarias
mediante criterios racionales y lógicos. Se enmarca así dentro de los
parámetros de una filosofía materialista, implicada en tiempo presente,
dialéctica, puesto que, se constituye a partir del enfrentamiento entre
distintas maneras de organizar la realidad y crítica, ya que, se desarrolla con
base a un examen racionalista y científico. La misma está cimentada en cinco
postulados fundamentales: racionalismo, crítica, dialéctica, ciencia y symploké,
los cuales permiten que se lleve a cabo el desarrollo de una interpretación de
los materiales literarios «coherente con el corpus doctrinal del sistema
filosófico en que se sitúan sus principios generales» (Maestro, 2017: 84).
Esta teoría de la literatura como método para
estudiar las obras literarias se apoya en los principios de la gnoseología
materialista buenista, la cual es una teoría del conocimiento que se organiza
en torno a la articulación solidaria entre los conceptos materia / forma, su
campo de estudio abarca el conjunto de conocimientos presentes en las «obras
literarias y con ellas relacionados, organizados sistemáticamente como
conceptos categoriales, y cuyo objeto de interpretación son los materiales de
la literatura» (Maestro, 2017: 85), es decir, autor, obra, lector e intérprete
o transductor.
Dicho de otro modo, y a partir del marco categorial
que caracteriza toda ciencia, esta Teoría de la Literatura presenta un
conocimiento científico y conceptual de los materiales literarios y su objetivo
es demostrar que la literatura es inteligible, o sea, que puede ser
interpretada desde criterios científicos y filosóficos. En lo que sigue de este
artículo trataré de explicar de dónde proviene esta teoría, cuáles son sus
fundamentos y los métodos que presenta como herramientas para interpretar los
materiales literarios.
1
El materialismo filosófico y la teoría del cierre categorial
El
destino de la interpretación es la creación de conocimientos nuevos.
Jesús G. Maestro
El materialismo filosófico es una expresión que
surge a partir del siglo XIX, sin una conceptualización específica, fue un modo
de designar una filosofía que se contraponía con el idealismo y espiritualismo
de procedencia teológica, así como al materialismo monista. En lengua inglesa
aparecen registros de este vocablo por los años de 1807 y luego fue acuñado por
filósofos como Friedrich Engels (1820-1895), Karl Marx (1818-1883) y por
pensadores como Vladimir Lenin (1870-1924),
Josef Stalin (1878-1953), entre muchos otros. En lengua española surgen
registros de esta expresión, aproximadamente, en la década de 1930 y, aunque
sin una conceptualización clara, su uso fue expandiéndose a lo largo del
tiempo, hasta 1972, año en que el filósofo Gustavo Bueno publica la obra Ensayos Materialistas, en la que ofrece
un tratamiento filosófico y sistemático del materialismo filosófico (2019).
Para Bueno (2019), el materialismo filosófico es un
conjunto pluralista de carácter racional que, no obstante, establece la unidad
del mundo respecto al desenvolvimiento de una materia ontológica general que no
se restringe al mundo empírico. El materialismo filosófico niega tanto el
monismo absoluto –todo está relacionado con todo–como el atomismo pluralista
–nada está relacionado con nada–. Se rige por el principio platónico de symploké
–una relación racional y múltiple de ideas.
Esta teoría niega el monismo y el corporeísmo. Al
primero lo refuta desde una ontología pluralista que no se circunscribe a la
comprobación de las diferencias entre los seres, sino a intermitencias
irreductibles. Esta negación del monismo traza una diferencia con el monismo
materialista tradicional y con el monismo teológico monoteísta, una vez que
ambos defienden que todo está relacionado con todo (Bueno, 2019).
Asimismo, el materialismo filosófico buenista niega
el corporeísmo al establecer que la materia del mundo se dispone en tres
géneros de materialidad –no en tres mundos– designados materia primogenérica (M1),
se constituye por los objetos del mundo físico corpóreos e incorpóreos
(vegetación, organismos, ríos, ciudades, ondas eletromagnéticas, etcétera),
abarca materialidades físicas establecidas en un determinado cronotopo; materia segundogenérica (M2) se trata de
las operaciones subjetivas de los seres humanos, es decir, factores
psicológicos, etológicos, históricos, etcétera, como pueden ser los deseos, las
memorias, los proyectos, un dolor de cabeza, etcétera, que forma parte de la
materia fenomenológica del mundo; y la materia terciogenérica (M3)
se compone por los objetos abstractos, lógicos, teóricos como el teorema de
Pitágoras, las leyes, etcétera (2017).
Estos tres géneros de materialidad son diferentes y
se disponen concatenados entre sí, es decir, coexisten en symploké «ninguno
va antes que otro y ninguno se da sin el otro: se determinan de forma mutua y
constante, y ninguno de ellos es reducible a los otros» (Maestro, 2017: 135).
Con respecto a la Teoría del Cierre Categorial,
Bueno (1992) establece a las ciencias como sistemas racionales y lógicos,
compuestos por elementos que se reconocen y descifran como conjugados una vez
que, formalmente, son conceptualizados y categorizados; esto quiere decir que,
en la medida en que la materia ontológica compone el campo de una determinada
ciencia, queda formalizada y conceptualizada en categorías dentro del espacio
gnoseológico de esa ciencia. Por ejemplo, el campo categorial de la Química
está compuesto por el conjunto de los distintos elementos químicos presentes en
la tabla periódica de Mendeléiev, de este modo, estos elementos químicos
conforman un límite, es decir, un cierre categorial de la química como ciencia,
es así pues, que podemos decir que la realidad física del oxígeno se
conceptualiza y formaliza en el campo de la Química como O2 (2017).
En este sentido, lo mismo ocurre con la Teoría de la Literatura, puesto que, su
campo categorial está cerrado circularmente a saber, según Jesús G. Maestro
(2017), los términos que componen su ontología son: autor, obra, lector e
intérprete o transductor.
De acuerdo con la Teoría del Cierre Categorial, las
ciencias son construcciones materiales que, formalmente, se organizan en
diferentes categorías y sus interpretaciones gnoseológicas se llevan a cabo a
través de la formación de sistemas estables, delimitados y cerrados –pero no
herméticamente cerrados–, lo que torna posible hacer del mundo (M) un mundo
interpretado (Mi) (Maestro, 2019). Dicho con otras palabras, cada
ciencia nos permite construir una categoría de la realidad y nos posibilita
además su interpretación, es decir, cada ciencia nos permite, a partir de su
campo gnoseológico, comprender una determinada parcela de la realidad. En cada
campo categorial están situados los materiales específicos de cada ciencia, ya
que sólo una ciencia determinada (Matemática, Veterinaria, Informática,
Geografía, Teoría de la Literatura, etcétera) puede estudiarlos y explicarlos
de forma específica dentro de su propio campo científico. A modo de ejemplo
podemos advertir que el concepto de Guerra no es objeto de la misma
conceptualización, categorización o interpretación en Antropología que en
Historia.
Podemos entonces afirmar que las ciencias están organizadas en categorías lógico-materiales, a saber, en campos de materiales interpretados y conceptualizados formalmente, de modo que, las formas tornan legible la materia tanto sensorial como intelectualmente. Hay que resaltar que los materiales científicos que integran un campo gnoseológico o un sistema categorial están conjugados entre sí de modo racional y lógico, a saber, en symploké –es decir, manteniendo una relación racional y múltiple de ideas, ya que, unas cosas están relacionadas con otras, pero no todas están relacionadas con todas, ni ninguna está desconectada de todas las demás[1], pues si así fuera, el conocimiento no sería posible.
El cierre categorial de toda ciencia tiene por
objetivo mantener ontológicamente una estabilidad definida así como una
delimitación establecida por un conjunto de materiales que mediante su
formalización y conceptualización pasan a constituir una determinada ciencia.
Esto quiere decir que cada ciencia es un sistema cerrado frente a la
conceptualización de materiales que no constituyen su campo categorial. El
cierre de las categorías de una ciencia se da cuando el científico (sujeto
operatorio) ejerce su trabajo (relaciona y opera) con todos los materiales
(términos) del campo categorial (o espacio gnoseológico) que constituye una
ciencia (2017). Todavía, siguiendo a Maestro, no podemos trabajar apoyados en
una ciencia sin considerar todos sus contenidos materiales, no se puede ejercer
la Química ocupándose solamente del bario, así como no se puede hacer Veterinaria
estudiando solo a los animales de la especie cánidos y desconsiderando a las
demás. Es decir, una ciencia se ejerce correctamente cuando el científico tiene
en cuenta la totalidad de los términos que la conforman y considera la manera
en que estos términos se conjugan entre sí (2017), quiero decir,
interpretándolos adecuadamente.
Con respecto a la Teoría de la Literatura, como
campo científico para la interpretación de los materiales literarios, tal como
se desarrolla en la Crítica de la razón
literaria, sólo puede ejercerse de forma solvente si se estiman por igual
todos los términos existentes, que son los cuatro ya mencionados: autor, obra,
lector e intérprete o transductor, los cuales están relacionados en symploké.
Cabe subrayar que el no tener en cuenta alguno de estos términos sería incurrir
en una ablación de uno o más materiales literarios y, por tanto, estaríamos
reduciendo la interpretación de la literatura de alguno de los términos que la
constituyen, lo que sería un error porque no podemos ignorar la relación que
efectivamente existe entre las partes que constituyen una totalidad atributiva
entre los materiales que cierran una categoría. En el caso de la Teoría de la
Literatura: la literatura es escrita por un autor, formalizada en un texto, leída
por un lector e interpretada por un crítico o transductor (profesor, editor de
una revista, etcétera, alguien con poder para legitimar su lectura e imponerla
a los demás).
La Teoría de la Literatura, a lo largo de la
historia, ha trazado el cierre categorial de su campo que, por un lado, es
genealógico –donde se determina su ontología y la construcción de los
materiales literarios– y, por otra parte, gnoseológico –donde se formaliza y
conceptualiza científicamente tales términos. En este punto, primero, debemos
señalar que la Ontología de la literatura se erige a través de una Genealogía
que ha hecho posible que la literatura se haya expandido estructuralmente,
desde su génesis numinosa y angular hasta su desarrollo radial y tecnológico
más avanzado, que finaliza como institución académica, política y mercantil en
el eje circular de las sociedades humanas que surgen en la Modernidad y en el
mundo contemporáneo. En segundo lugar, la construcción de una Teoría de la
Literatura como ciencia, a saber, la gnoseología de la literatura, es también
resultado de un recorrido histórico y su umbral se sitúa en la Poética de
Aristóteles –escrita en el siglo IV a.n.E. y vigente hasta la ilustración– que
plantea la teoría de la mímesis como principio generador del arte (2017).
Esta pequeña síntesis sobre el materialismo
filosófico y la Teoría del Cierre Categorial no pretende ser exhaustiva, sino
que busca familiarizar a aquellos lectores que, por diversos motivos, no estén
relacionados con este sistema de pensamiento[2].
2
La Crítica de la razón literaria
como método de interpretación literaria
Las
ciencias son realidades constituyentes del mundo y constituidas desde el mundo.
Jesús G. Maestro
La Crítica de
la razón literaria como Teoría de la Literatura se apoya en los fundamentos
generales de una gnoseología materialista, modo de conocimiento sistematizado
en torno al ensamblaje de los conceptos de materia y forma, y su campo
categorial es la totalidad de los conocimientos presentes en las obras
literarias. Como método de interpretación literaria, es importante diferenciar
tres conceptos gnoseológicos: campo, materia y espacio.
Primero, hay que destacar que, desde la teoría
científica cimentada por el materialismo filosófico, se sostiene que las
ciencias poseen un campo y no un objeto. En este contexto, el campo denota una
totalidad de clases, de términos categorizados, relacionados entre sí,
dispuestos de manera que se puedan constituir operaciones entre los términos de
las diferentes clases. De modo que, el campo de la literatura es la agrupación
de materiales que conforman la «totalidad atributiva de las obras literarias
junto con las entidades en ellas implicadas o relacionadas, en la que es
posible identificar diferentes conjuntos o clases de términos (realidades
físicas con las que trabaja la teoría literaria)» (Maestro, 2017: 86) entre los
que un sujeto operatorio (por ejemplo un crítico de la literatura), realiza
operaciones conceptuales (crítica literaria), según un sistema determinado de
relaciones lógicas.
El material de una ciencia es todo lo que puede ser
lógica y físicamente objeto de estudio: signos, recursos, formas, materiales,
etcétera. Siendo así, el material de la literatura determina las parcelas del
campo científico que se relacionan con la ciencia implicada, en este caso, la
Teoría de la Literatura. De este modo, podemos determinar que los materiales de
esta ciencia son: las obras literarias, las lenguas, los autores, los editores,
los críticos, los lectores, los intérpretes, la sociedad, la historia
literaria, etcétera, ya que estos entes forman parte, esto es, son «materia
comprendida», desde una perspectiva ontológica, en el saber literario.
Por último, el espacio de una ciencia es «el lugar o
dimensión en el que está incluido el material con el que esa ciencia trabaja
empíricamente» (Maestro, 2017: 86). A partir de una perspectiva histórica, el
espacio de la Teoría de la Literatura, ha sido concebido como un canon en el
que se debe interpretar la literatura desde la teoría mimética de Aristóteles,
la retórica, la lingüística, el historicismo, el psicoanálisis, el marxismo,
los formalismos, la poética de lo imaginario, la semiología, la estética de la
recepción, los estudios culturales, el feminismo, el nuevo historicismo, el
multiculturalismo, etcétera, (2017). Cada teoría ha cifrado y dibujado su
propio espacio para estudiar dentro de él lo que quiere comprender y permite
analizar como Literatura. Según la Crítica
de la razón literaria, la interpretación de la literatura se basa en cinco
postulados: racionalismo, crítica, dialéctica, ciencia y symploké.
3
Los cinco postulados de la Teoría de la Literatura
según la Crítica de la razón literaria
Las
ideas no se pueden hipostasiar nunca.
Jesús G. Maestro
El primero de estos postulados es el Racionalismo,
de acuerdo con Maestro (2017), la razón es la aptitud humana que le permite al
sujeto operatorio elaborar criterios para crear, establecer e interpretar la
realidad humana de manera compartida. La razón es una facultad que, bajo
perspectivas lógicas y sistemáticas, instituye fundamentos competentes para
construir una realidad socialmente habitable. Partiendo de esta base, Maestro
(2017), sostiene que el estudio crítico de la literatura no puede admitir la presencia
de ideas que rebasen los límites de la razón humana, esto es, ideas
irracionales, todavía el autor afirma que es irracional aquella idea que causa
de forma indefinida una interrupción en el discernimiento del ser humano o que
le excluye de soluciones u operaciones racionales (2017), se quiere decir con
esto que, no es posible admitir el uso de las ideas como principio previo en el
que encuadrar una realidad que la rebasa (2017). Las ideas brotan de la razón
humana y, en este sentido, la literatura es «un conjunto de materiales
racionalmente inteligibles, porque son obra de la razón humana y por ello mismo
exigen una interpretación humana y normativa» (Maestro, 2017: 89). Dicho de
otro modo, no es posible hacer crítica literaria al margen de la razón.
El segundo de estos principios es la Crítica, que se
entiende como una criba, esto es, como un modo de clasificar, organizar,
valorar y analizar los materiales literarios para, así, poder erigir un
estudio, una interpretación científica y dialéctica y no doxográfica,
ideológica o moral, puesto que, estas tres últimas, son formas acríticas, es
decir, fraudulentas de difundir y exponer el conocimiento literario que no nos
conducen más allá de la retórica y la sofística.
Los materiales literarios no son un contenido
lineal, rígido e inmutable, mas, sí, un conjunto que, permanentemente, está
elaborándose y reelaborándose en un proceso circular, es decir, dialéctico.
Estos ganan nuevas interpretaciones cada vez que un sujeto operatorio se
relaciona con ellos a través de un núcleo (obra literaria), a partir de un
cuerpo (todos los materiales literarios que componen la estructura de la
literatura como un sistema organizado, quiero decir, lenguaje, cultura,
autores, etcétera) y mediante un curso (la historia de estos materiales
literarios, su creación, publicación, difusión, etcétera) que expresa y
transforma intermitentemente los materiales de la literatura (2017).
La crítica se ocupa, así, de delinear de modo
gnoseológico (bajo las coordenadas de una teoría), los materiales que
constituyen un campo de interpretación de acuerdo con lo que contienen de
verdad (científica), por ejemplo una verdad en el campo de la Teoría de la Literatura
es el concepto de lira, la cual es una estrofa de cinco versos, de los cuales,
tres son versos heptasílabos –de siete sílabas métricas– y dos endecasílabos
–once sílabas métricas con la disposición (7a), (11b), (7a), (7b), (11b). Toda
crítica apoyada en las bases de la Teoría de la Literatura que nos ocupa tiene
que estar fundamentada en una gnoseología que considere los criterios de
materia, forma y verdad (formalización conceptual del contenido material),
puesto que, toda disciplina es indisociable de la materia que da forma a su
campo de conocimiento. Dicho con otras palabras, la gnoseología materialista
debe establecer teóricamente las probabilidades del saber humano con respecto a
los materiales literarios que conforman el campo de investigación de esta
ciencia.
La epistemología y la gnoseología se diferencian en
que, la primera, como teoría del conocimiento parte de la oposición entre
objeto conocido / objeto cognoscente, ya la segunda, parte de la base de que
existe la materia y la forma.
La gnoseología materialista parte del presupuesto de
que la materia y la forma son realidades, aunque disociables, inseparables,
esto es, que no transforma en metafísica «a la materia ni a la forma, sino que
las trata como realidades sustantivadas, conjugadas y solidarias» (Maestro,
2017: 90). El objetivo de la gnoseología materialista es revelar la
concatenación entre la materia de una ciencia y su formalización como materia
concreta de esa ciencia, por ejemplo, en el caso de la Teoría de la Literatura,
especificaría la relación entre los materiales literarios y las teorías, formas
o teoremas que los analizan. La gnoseología materialista constituye, de este
modo, la Teoría del Cierre Categorial de Gustavo Bueno, una vez que, se
desenvuelve bajo las perspectivas gnoseológicas de materia, forma y verdad.
Con respecto a la formalización conceptual del
contenido material de las ciencias, la diferencia gnoseológica entre materia y
forma conduce a cuatro modos posibles de teorías del conocimiento (2017: 91: el
descriptivismo, el teoreticismo, el adecuacionismo epistemológico y el
circularismo gnoseológico.
El descriptivismo, siguiendo a Maestro (2017), es
una teoría científica que establece que la verdad de la ciencia se encuentra en
la materia que conforma el campo de cada ciencia (observaciones, hechos,
etcétera), y estudia lo que puede estar asociado al proceso científico (libros,
experimentos, lenguaje, entre otras posibilidades) como formas que no colaboran
de modo significativo a la conformación de la verdad científica (que ya está
presupuesta en base a investigaciones anteriores). Según Maestro: «la idea de
verdad que sostiene el descriptivismo equivale a la noción de aléetheia, es
decir, un descubrimiento de la realidad, un hallazgo desvelado de lo que es tal
como es» (2017: 91). De este modo, se parte de la base de que la verdad se
encuentra en la materia y que el investigador no hace más que desvendarla, o
sea, el ser humano describe la realidad en términos científicos, esto es, se
considera a la materia como una prioridad frente a la forma. El descriptivismo,
como Teoría de la Literatura, fue aplicado durante el positivismo histórico y
estuvo sujeto a describir la historia de los acontecimientos literarios
(autores, fechas y obras).
El teoreticismo o formalismo como teoría científica
ubica la verdad de la ciencia en el desarrollo formal de elaboración de
conceptos y está fundamentado en una concepción de verdad cercana al concepto
lógico y formal de coherencia de las bases científicas. La ciencia se
configura, así, como una teoría o sistema hipotético-deductivo (2017), es
decir, consiste en suponer que la ciencia es una construcción formal totalmente
correcta, de modo que, si algo falla es la materia y no la forma. El
teoreticismo fue utilizado en una parte considerable de las teorías literarias
del siglo XX, entre ellas, en el neoformalismo francés, el formalismo ruso, el
estructuralismo y posestructuralismo (2017).
El adecuacionismo epistemológico es una teoría sobre
la ciencia que, como distintivo, presenta, en los cuerpos de las ciencias, una
forma (por ejemplo, conceptual, teórica, etc.), una materia (real, empírica,
etc.), y, además, establece la verdad científica como una especie de
correlación, esto es, de adecuación entre los postulados formales de las
ciencias y la materia real o empírica que constituye sus campos (2017). De modo
que, el adecuacionismo se fundamenta en un principio de correspondencia entre
materia y forma que a través de una hipóstasis metafísica, esto es, de una
especie de concordancia armónica entre materia y forma alcanza su verdad
científica. Esta teoría de la ciencia alcanzó su máxima expresión con la
estética de la recepción de Jans Robert Jauss.
El circularismo gnoseológico, planteado por Bueno
(1992), es una teoría de la ciencia que presenta y organiza
los
sistemas proposicionales o causales como multiplicidades de elementos
relacionados entre sí, no según un orden lineal (de principios a consecuencias,
de causas a efectos) sino según un orden circular, en el que las consecuencias o los efectos pueden
desempeñar a su vez, en un momento dado del proceso, la función de principios o
causas (Maestro, 2017: 94).
En este sentido, se observa que la diferencia entre
materia y forma de las ciencias tiene que ser entendida como la concatenación
de dos órdenes adyacentes, con el objetivo de concebir el lugar de la verdad
científica, sin reducir y, consecuentemente, negar la forma en la materia
(descriptivismo), o de modo contrario, sin negar la materia en la forma
(teoreticismo o formalismo) (2017). De este modo, la verdad de la ciencia se
construye a través de una transformación de materia y forma mutua y circular.
El circularismo gnoseológico es la base del materialismo filosófico, y en la
Teoría de la Literatura de Maestro dispone la totalidad seriada de los
materiales literarios y los articula en un círculo virtuoso (no vicioso), es
decir, primero surge el autor, que escribe una obra, que es leída por lectores
–que interpretan para sí–, que luego será leída por un intérprete o transductor
–que interpreta para los demás–, por su vez su lectura crítica recaerá sobre el
autor (si es vivo), sobre la obra y, posiblemente, influirá en los lectores,
etc. de este modo, materia y forma se conjugan solidariamente (sin
hipostasiarse una en la otra) y se produce un circularismo en el sentido de las
agujas del reloj.
El tercero de los postulados de la Crítica de la razón literaria es la
Dialéctica que, según Maestro, es el procedimiento de codeterminación del
concepto de una idea (a) en su enfrentamiento con una idea contraria (b), pero
dado, necesariamente, por medio de una idea (c) encadenada a ambas, que tiene
como función codeterminar, es decir, organizar y posibilitar la interpretación
–dada en symploké– de la significación de tales ideas conectadas entre
sí de modo racional y lógico (2017). Según la Crítica de la razón literaria, la Teoría de la Literatura desenvuelve
su metodología mediante una dialéctica, esto es, no pretende ser una doctrina
axiomática lineal y hermética, sino materialista, de modo, que exige explicar,
desde sus propios fundamentos toda posición que se muestre como disyuntiva.
El cuarto de los postulados es la Ciencia. Maestro
(2017), desde una perspectiva filosófica buenista, subraya cuatro
acepciones de ciencia, la primera, como una técnica, (el saber hacer, por
ejemplo, una casa, un vestido, cocinar un alimento, etc.); la segunda, como un
conjunto de proposiciones derivadas de un principio (por ejemplo, algunas
disciplinas teológicas); la tercera, se trata de una ciencia categorial, en su
sentido moderno, (al denominar campos categoriales de la biología, la medicina,
etc.); la cuarta, es la que el materialismo filosófico identifica como ciencia
categorial ampliada, que abarca a las ciencias positivas culturales
(lingüística, antropología, historia, etc.), entre las cuales se encuentra la
Teoría de la Literatura. Como concepto práctico sobre lo que la ciencia es, el
autor, la presenta como una construcción operatoria, racional y categorial que
permite una interpretación sistemática y objetiva de la materia (2017).
Las ciencias implican una organización y un nivel de
racionalidad que analiza, interpreta, sintetiza, etc. una categoría de la
realidad, es decir, las ciencias son sectoriales. Bueno distingue tres ejes que
articulan u ordenan la semiótica de las ciencias, estos son: el sintáctico,
semántico y pragmático. En el eje sintáctico la Teoría de la Literatura acuña
tres elementos operativos que son los términos, las relaciones y las
operaciones. Los términos establecen configuraciones determinadas, ya que, su
contenido material está estructurado de forma empírica (autores, lenguaje,
obras, lectores, etc.) (Maestro, 2017). Las relaciones son disposiciones
lógicas que se establecen de modo racional entre los términos a través de una
combinación extenuante. Las operaciones son transducciones sistemáticas de los
términos estudiados e interpretados por un intérprete que las teje y desarrolla
en los límites del campo categorial.
El eje semántico en la teoría literaria se determina
con base a materiales específicos (la obra literaria y el conjunto de
contenidos en ella acogidos), que se identifican con los tres géneros de
materialidad: interpretación física M1 –el texto–; psicológica M2 –las emociones del lector–; lógica o conceptual M3 –las
consideraciones críticas– de los materiales literarios (2017). Por su parte, el
eje pragmático atañe a la organización social, histórica y política del saber
literario (como canon que se construye por un conjunto de áreas, no sólo del
conocimiento, relacionadas en symploké), así como de los sujetos
operatorios implicados en la elaboración, producción y difusión de los
materiales literarios, a través de los criterios del autologismo (conjetura
individual del yo), el dialogismo (conjetura grupal del nosotros) y las normas
(sistema de interpretación científica impuesta sobre la voluntad del yo y del
grupo) (2017).
La symploké es el quinto postulado que nos
queda por explicar, este es un concepto que Bueno recupera de Platón y puede
definirse como «una relación racional y múltiple de ideas» (Maestro, 2017:
111). De forma tal que, unas cosas están relacionadas con otras, pero no todas
están relacionadas con todas, dicho de otro modo, las ideas, articuladas en symploké,
conforman totalidades –ya que sus partes atributivas, los conceptos, quedan
retenidas en ellas– trascendentales –en sentido relativo a cuanto se extiende y
comunica causando consecuencias (2017).
Cabe destacar que cualquier totalidad (grupo,
conjunto, estructuras, sociedades, etcétera), puede ser atributiva o
distributiva. Las primeras se caracterizan por la relación sinalógica entre sus
partes, una vez que su unidad deriva de la composición entre partes diferentes,
a saber, cada parte del todo que constituye una totalidad atributiva cumple una
función específica esencial e insustituible (la función que cumple el corazón
no la puede suplantar el riñón), de modo que, en la teoría literaria, a modo de
ejemplo, el protagonista, el tiempo, el espacio, los géneros literarios,
etcétera, son totalidades atributivas que relacionan partes diferentes entre
sí. Por otra parte, las totalidades distributivas se caracterizan por la
conexión de correspondencia o analogía entre sus partes, es decir, las partes
del todo que constituyen la totalidad distributiva son independientes las unas
de las otras, para ejemplificar, un conjunto de fósforos esparcidos en un cajón
conforman una totalidad distributiva ya que todos cumplen la misma función,
ninguno de ellos cumple una función diferente a la del otro, todos sirven para
encender un fuego, en la teoría literaria una totalidad distributiva sería, un
conjunto de redondillas como formas métricas uniformemente conceptualizadas
–cuatro versos octosílabos de arte menor dispuestas en la forma (8a), (8b),
(8b), (8a)– (2017).
La Crítica de
la razón literaria concibe los materiales de la literatura como totalidades
atributivas, cuyas ideas, organizadas en symploké, deben interpretarse
críticamente.
4
La literatura: un
concepto categorialmente cerrado
desde el Crítica
de la razón literaria como Teoría de la Literatura
Las
toxinas de la literatura acaban por envenenar, sin reservas y sin remedio, a
todos los moralismos.
Jesús G. Maestro
Frente a varias teorías literarias contemporáneas que se han negado a definir lo que la literatura es, Maestro en su obra (2017), nos presenta un concepto que se ampara en los presupuestos filosóficos de la teoría que ha construido y la define como
una
construcción humana y racional, que se abre camino hacia la libertad a través
de la lucha y el enfrentamiento dialéctico, que utiliza signos del sistema
lingüístico, a los que confiere un valor estético y otorga un estatuto de
ficción, y que se desarrolla a través de un proceso comunicativo de dimensiones
históricas, geográficas y políticas, cuyas figuras fundamentales son el autor,
la obra, el lector y el intérprete o transductor (Maestro, 2017: 126).
Todavía, el autor expone que así como la historia no
se explica apenas con palabras y sí con pruebas históricas, la literatura no
puede tampoco ser explicada solamente mediante palabras (meramente con el
lenguaje), puesto que, los materiales de la literatura hacen referencia a la
realidad (2017), es decir, la materia, formalmente, referida en las obras
literarias es materia real. Los dioses, el odio, la pobreza, los hombres, los
locos, las mujeres, las catedrales, los curas, los ladrones, los asesinos,
etcétera, todos son referentes reales cuya formalización debe analizarse con
base a conceptos, una vez que, solamente a partir de su materialización en el
mundo se hace posible su estudio en la literatura.
La literatura como construcción humana que es se
ubica en el espacio de la antropología; como realidad material se sitúa en el
ámbito de la ontología; como obra de arte pertenece al espacio estético que se
constituye por un conjunto de valores que buscan analizarla desde una filosofía
del arte; y como discurso lógico (en el cual, formalmente, se objetivan ideas y
conceptos), exige una gnoseología (un análisis fundamentado en el estudio
crítico de las relaciones de articulación solidaria –de conjugación– entre la
materia y la forma que le brindan el estatuto de literatura) (2017).
La literatura no es en sí misma una ciencia, mas,
sí, el campo de investigación de muchas ciencias que pueden categorizarse desde
una teoría literaria. Como hemos mencionado, la Teoría de la Literatura es el
conocimiento científico de los materiales literarios, mientras que la Crítica
de la Literatura es un saber de segundo grado, esto es, un conocimiento que
solo puede cuajar y ganar forma con base en un conjunto de saberes de primer
grado que constituye la teoría literaria. Dicho de otro modo, la Crítica
literaria opera sobre los materiales literarios apoyada en los conceptos que la
teoría literaria le ofrece. La Crítica de la Literatura trabaja con ideas y se
articula como una filosofía, una vez que, se confronta dialécticamente a la symploké
de las ideas objetivadas en los materiales literarios.
4.1
El espacio antropológico y la literatura
El
espacio antropológico no es un lugar metafísico, hipostasiado, monista, sino un
lugar físico, terrenal, material.
Jesús G. Maestro
Según expone Maestro (2017), el espacio
antropológico es una pluralidad de realidades que rodean al ser humano y que no
son específicamente humanas (el hombre no puede explicarse solamente a partir
de sí mismo, sino que la naturaleza, los animales, etc. también interfieren en
lo que es la humanidad), pero que corroboran de distintas maneras para que el
material antropológico pueda ser debidamente establecido y analizado.
El espacio antropológico, desde las coordenadas del
Materialismo filosófico se constituye por tres ejes, son estos: el circular (el
espacio de los seres humanos), el radial (de la naturaleza, lo inhumano y lo
inanimado) y el eje angular (de la religión, lo inhumano y animado, es decir,
los animales como centro de la esencia religiosa que se desarrolla de acuerdo a
la numinosidad, la mitología y la teología) (2017).
En la organización de un Estado es posible observar
cómo se articulan estos tres ejes que conforman el espacio antropológico, el
eje circular comprende la estructura conjuntiva de la sociedad política
(verbigracia, las leyes del código civil); el eje radial presume la utilización
de la naturaleza (la mano de obra, la producción, la evolución tecnológica,
etc.); el eje angular hace referencia a las insignias de animales (leones,
serpientes, etc.) representados, por ejemplo, en las banderas con el objetivo
de revelar y expandir su poder numinoso sobre la nación que los lleva como
símbolo –a estos animales, como dioses, se les atribuye una fuerza superior a
la del ser humano– que protege a la totalidad que los comporta.
Los materiales literarios se manifiestan en los tres
ejes del espacio antropológico, en el circular se proyecta, como señala Maestro
(2017), en una magnitud pragmática, histórica y política, una vez que, las
obras literarias son construidas por seres humanos y están compuestas de
contenidos materiales (pergaminos, manuscritos, libros, libros digitales,
etc.), psicológicos (historias ficticias, personajes ideales, relatos míticos,
etc.) y lógicos o conceptuales (la literatura como un saber y como mecanismo de
expresar ideas, reflexiones y conceptos) (2017). Desde el eje radial, la
literatura se presenta, específicamente, en su aspecto material y técnico (a
partir de su carácter primitivo, las escrituras más antiguas, grabadas en
piedra, luego la imprenta y, actualmente, los soportes digitales) resultante de
la naturaleza inerte y de la manipulación que de ella hacen los seres humanos
para su desarrollo y comodidad. La literatura a partir del eje angular se
concibe como una producción y comunicación de contenidos numinosos,
metafísicos, a saber, personajes mitológicos, héroes inmortales, dioses
consagrados, monstruos abatidos, etc.
4.2
El espacio ontológico y la literatura
La
literatura es siempre una partitura de la realidad, que exige ser interpretada
de forma sensible, racional y lógica.
Jesús G. Maestro
Podemos decir que la literatura pertenece al espacio
ontológico porque existe material y formalmente, esto es, porque está presente
en los tres géneros de materia (M1, M2, M3)
del mundo conocido (Mi). En este punto debemos distinguir entre
mundo (M) que se conforma por una ontología general, por todo lo que existe,
incluso por la materia indeterminada, es decir, por el mundo aún no
categorizado por el ser humano. Por otra parte, el mundo interpretado (Mi)
es el que comprende la ontología especial, a saber, es el que ha sido
categorizado por el hombre, o sea, que ha sido desvendado, manipulado e
interpretado por las ciencias y por la razón humana. De modo que, la ontología
especial Mi se constituye por los tres géneros de materialidad M1 (objetos del mundo, lo físico), M2 (fenómenos de la vida
interior, psicologismo, subjetividad) y M3 (objetos lógicos), o sea
que, Mi = M1, M2, M3 (2017).
La Crítica de
la razón literaria interpreta la realidad que se presenta y se constituye
con rasgos poéticos, filológicos y semiológicos en términos literarios, esto
es, estudia la realidad de la literatura, la cual hace referencia a la realidad
humana.
La literatura brota del mundo real y humano y,
siendo así, los contenidos materiales de la literatura están presentes en los
tres géneros de materia (M1,M2,M3) que
conforman ontológicamente el mundo interpretado Mi. En M1 la
literatura aparece como realidad física (la materialidad de la lengua, la
expresión oral, el registro escrito, el registro estético de la lengua bajo
unas normas y con unos componentes específicos, la configuración física de un
libro, la edición, difusión y análisis de una obra literaria, la configuración
digital de una narrativa, etc.). En M2 la literatura surge como un
discurso fenomenológico colmado de impresiones psicológicas que se expresan a
través de los personajes y sus acciones. En otras palabras, surgen los
individuos y las fábulas como componentes de historias, mitos, leyendas,
peripecias, etc. En M3 la literatura aflora como un discurso en el
que se objetivan conocimientos, conceptos e ideas, vale decir, la literatura
como una materia que puede ser analizada a través de conceptos
(científicamente, desde una teoría de la literatura) e ideas (filosóficamente,
desde una crítica de la literatura) (2017). Maestro advierte:
el
segundo género de materialidad M2 es la única parte esencialmente
ficticia de la literatura, desde el momento en que su primer género de
materialidad M1 la Literatura es una realidad física perfectamente
manipulable, en sus formas y materias de expresión, construcción, difusión e
interpretación, mediante los más variados soportes y materialidades. Lo mismo
cabe decir del tercer género de materialidad literaria, es decir, de la
Literatura como discurso en el que se objetivan ideas y conocimientos que
forman parte de los materiales literarios solo porque previamente forman
parte de la realidad humana exterior a la literatura, es decir, de la realidad
humana del mundo interpretado (Mi) o conocido por el ser humano
(Maestro, 2017: 138).
Según lo expuesto, podemos afirmar que dentro de una
obra literaria no está expresado nada que no exista de antemano en el mundo
real Mi o conocido por el hombre y cuando algún relato o narrativa
presenta hechos o seres esperpénticos o que parecen escapar a la realidad
humana, como acontece verbigracia en Os
Lusíadas de Camões, estos surgen
mediante la conjugación de contenidos y elementos, de hechos y realidades
existentes en el Mi. No hay monstruo sin atributos humanos, incluso,
en La metamorfosis de Kafka, Gregor
Samsa se convierte en un bicharraco esperpéntico y aunque el protagonista no
nos informe exactamente qué tipo de alimaña es, a partir de las referencias
pertenecientes al mundo real que nos brinda el protagonista –que además está
dotado de atributos humanos, puesto que narra racionalmente los hechos que le
sucedieron– podemos deducir que se trata de un tipo de insecto.
La Crítica de la razón literaria considera los tres géneros de
materialidad que le ofrece el espacio ontológico de la literatura a la hora de
interpretar los materiales literarios con el objetivo de realizar un estudio
global, esto es, en la búsqueda de no caer en el reduccionismo, como por
ejemplo, las poéticas formalistas o estructuralistas que acababan por reducir
la literatura a M1, o como es el caso de las teorías psicoanalíticas
que reducen la literatura a M2.
4.3
El espacio gnoseológico y la literatura
A Teoria
da Literatura é a ciência à qual compete estudar as manifestações literárias.
Regina Zilberman (2012).
El espacio gnoseológico es el área en el que la
teoría literaria ha de ubicar a la Literatura como campo de interpretación. El materialismo
filosófico considera que las ciencias son organismos operatorios e históricos
(no perpetuos), objetivas (no subjetivas, ni antojadizas) y necesarias (2017).
Maestro se apoya en que las ciencias se categorizan en una dimensión
tridimensional, que responde a los tres ejes del espacio gnoseológico: sintáctico,
semántico y pragmático.
El eje sintáctico del
espacio gnoseológico de la literatura se compone por términos, relaciones y
operaciones. En consonancia con Maestro (2017), los términos son conceptos,
partes que conforman el campo de la literatura, de modo que, la Teoría de la
literatura no estudia la literatura, sino que partes de esta, la novela, la Ilíada, La divina comedia, un poema de
Fernando Pessoa, etc.; los contenidos del campo de la literatura como libros,
signos lingüísticos, etc. Los términos pueden ser simples (un autor, un
personaje, un soneto) o complejos (el conjunto de obras narrativas de Machado
de Assis, el cronotopo en las novelas bizantinas, el cuento como género
literario, etc.), además hay términos constantes si, formalmente, se mantienen
estables (el capitán Pantaleón Pantoja como protagonista de Pantaleón y las visitadoras, los sonetos
de Bocage, los heterónimos de Fernando Pessoa, etc.) y variables (el concepto
de novela en el siglo XX, la historia de la narrativa corta, el concepto de
poema, etc.).
Las relaciones se producen
entre los términos literarios y son de carácter lógico, es decir, un crítico, a
partir de los términos, establecerá relaciones conceptuales para analizar
gnoseológicamente (científicamente) los materiales literarios, así pues, las
relaciones pueden ser dialécticas a través del contraste crítico entre dos o
más textos (el Lazarillo de Tormes y Nuevas andanzas y desventuras del Lazarillo
de Tormes), entre texto y contexto (La
familia de Pascual Duarte y la España de posguerra) y entre autor y lector
(la lectura que realiza Borges del Martín
Fierro de José Hernández) (2017).
Las operaciones son los «movimientos»
llevados a cabo por los intérpretes (sujetos cognoscentes); en este punto «se
sitúa el regressus lógico-formal
(gnoseológico) hacia las ideas y el progressus
lógico-material (ontológico) hacia –obviamente– los materiales literarios
(Maestro, 2017: 143). Las operaciones deben ser realizadas por un sujeto
operatorio capacitado para tanto, esto es, por un intérprete (crítico,
profesor) de la literatura; las mismas son de carácter físico y manual (por
ejemplo, filológicas cuando hay que reconstruir textos) o mentales y
psicológicas (cuando hay que interpretar las ideas objetivadas formalmente en
un texto literario).
El espacio semántico del
espacio gnoseológico se constituye frente a la literatura por tres fundamentos,
son estos, siguiendo a Maestro, fisicalista o referencial, fenomenológico o
psicológico y esencial o estructural (2017).
El sector fisicalista o
referencial corresponde con el M1 de la literatura, o sea, su
carácter físico –los libros, papiros, manuscritos, sonidos, el lenguaje, los
soportes gráficos, lingüísticos, etc. El sector fenomenológico o psicológico
corresponde a las huellas distintivas de cada material literario, esto es, a
las especificidades de cada relato –la ciudad Macondo de Cien años de soledad de García Márquez, el adulterio de Luísa en O primo Basílio de Eça de Quieroz, el
Colegio Militar Leoncio Prado de La ciudad
y los perros de Vargas Llosa, etc.– Lo fenomenológico abarca una totalidad
de representaciones subjetivas procedentes de la obra literaria, objeto de
análisis. La lectura de Memorias póstumas
de Brás Cubas por ejemplo, causará muchas interpretaciones subjetivas que,
luego, deberán ser interpretadas inteligiblemente.
El tercer sector del eje
semántico denominado esencial o estructural es el conjunto de contenidos
literarios que comportan, que hacen posible la caracterización y constitución
de los materiales de la literatura y que permiten la inteligibilidad crítica y
gnoseológica, así como la consolidación de conceptos filosóficos y categoriales
(2017). Así, pues, son esencias una categoría de tipos de narradores que, por
ejemplo, nos permite saber quién nos cuenta la historia y de qué modo en Dejen todo en mis manos de Mario
Lebrero, son esencias los criterios que fundamentan de qué forma se constituye
el surrealismo como movimiento artístico, etc. También son esencias las ideas
objetivadas dentro de las obras literarias, representadas a veces por
personajes, como por ejemplo, la locura de don Quijote que representa una
crítica a la razón teológica.
El eje pragmático del
espacio gnoseológico es una categoría que incluye respecto a la literatura tres
sectores, a saber, autologismos, dialogismos y normas (2017). Los autologismos
son concernientes a las operaciones que el sujeto gnoseológico (dotado de capacidad
interpretativa) realiza al leer una obra, esto es, para proceder al análisis de
los materiales literarios, a partir de múltiples perspectivas como puede ser
trazar observaciones actuales en obras pretéritas, crear proyectos de
investigación, etc. Los dialogismos son los procedimientos que se llevan a cabo
por más de un sujeto gnoseológico, en conjunto, de modo que presuponen la
existencia de una comunidad científica, cuyo propósito es estudiar, difundir,
criticar los resultados de las investigaciones llevadas a cabo por los
diferentes grupos de estudio. Los dialogismos exigen la existencia de otras
incursiones analíticas efectuadas sobre los mismos materiales literarios,
análisis que siempre deben ser considerados para contrastarlos, criticarlos e interpretarlos.
El sector de las normas, que conforma el eje
pragmático del espacio gnoseológico, posibilita la regulación y canalización de
modo lógico de la actividad crítica e interpretativa, algunas de las normas son
el canon literario, las poéticas, los sistemas de interpretación, etc. son
normas imperativas de contenido lógico y material que se imponen por encima de
la voluntad del sujeto operatorio y que fundamentadas en criterios
gnoseológicos cumplen un papel determinante en el proceso de delimitación de un
campo científico.
La gnoseología se desempeña bajo los criterios de
materia y forma, estos surgen como conceptos conjugados, de este modo, el
sujeto cognoscente establece operaciones entre relaciones de términos. La
gnoseología trata de segregar al sujeto cognoscente del proceso de conocimiento
a partir del instante en que establece la interpretación en el ensamblaje de
materia y forma literaria y no en el espacio epistemológico que parte de la
base de la existencia de un sujeto y un objeto, donde el primero matiza con sus
impresiones subjetivas al segundo (2017).
4.4
El espacio estético y la literatura
La
genialidad que no se justifica normativamente es un fraude.
Jesús G. Maestro
El espacio estético es el lugar (que implica los
tres géneros de materialidad con base a un conjunto de criterios que determinan
el campo de la literatura) dentro del cual el sujeto operatorio lleva a cabo la
autoría, manipulación y recepción del material estético, dicho con otras
palabras, es el espacio en el que el ser humano codifica y construye
materialmente una obra de arte. Es un espacio ontológico consolidado por
materiales artísticos, dentro del cual la literatura ocupa un lugar específico
(2017). Tratándose de los materiales literarios, dentro del espacio estético se
encuentran tres elementos clave, son estos el autor, el lector y el intérprete
o transductor.
El autor es el ingeniero –quien lleva a cabo la
creación– de las ideas plasmadas en un texto; el lector es el sujeto operatorio
(real, valga la redundancia, esto es, no ideal) que lee y decodifica para sí, a
partir de fundamentos lógicos y materiales que forman parte de un conjunto
delimitado de obras literarias, las ideas implicadas en un texto; el
transductor o intérprete es el sujeto operatorio que lee una obra y la
interpreta para sí mismo y para los demás, dicho de otro modo, es un sujeto que
tiene el poder de imponer y difundir una interpretación de tal o cual obra
literaria. Por tanto, el transductor realiza lecturas que son de carácter
grupal o gremial (paradigma), así como normativa o estatal (canon). El
intérprete es un lector que posee poderes estatales o colectivos para legitimar
su lectura de una determinada obra frente a los demás lectores (periodistas,
editores, profesores, políticos, directores de teatro, etc.) (2017).
Desde las coordenadas de la Crítica de la razón literaria, Maestro (2017) nos ofrece un
concepto acerca de lo que es un material estético, según él, es el material
resultante de un análisis gnoseológico que lo cataloga como estético y quienes
cumplen ese rol son las universidades que son las instituciones que se encargan
de delinear, a partir de su estudio e investigación, qué es una obra de arte,
del mismo modo en que también son los organismos responsables de formar nuevos
lectores, estudiosos y transductores de los materiales literarios (2017).
El espacio estético cuenta con tres ejes, son estos: el sintáctico que
hace referencia a los modos, medios y fines de la elaboración de los materiales
estéticos; el semántico que genera significados en consonancia con los tres
géneros de materia, es decir, M1 mecanicismo, M2 sensibilidad,
M3 genialidad (2017); y el pragmático que articula los procesos de
creación, comunicación y análisis de los materiales estéticos, los cuales se
encuadran en autologismos, dialogismos y normas.
El eje sintáctico del espacio estético, como ya
hemos mencionado, cuenta, primero, con los medios que hacen referencia a los
distintos géneros estéticos de expresión de los que puedan ser soporte para la
exteriorización de las obras de artes, si se expresan por la palabra (serán
literatura), si se valen de signos no verbales (podrán ser teatro, danza,
etc.), si hacen uso de imágenes fílmicas (el cine), etc. En segundo lugar, los
modos constituyen de manera concreta el impacto posterior de los medios que
facultará la identificación, dentro de cada categoría artística, de los
distintos subgéneros que la desarrollan, verbigracia, en la literatura (como
una de las artes que se expresa mediante la utilización estética de la palabra,
se dividirá a través de los modos en diferentes géneros y subgéneros, como la
novela, el cuento, el soneto, la novela autobiográfica, etc.). Por
consiguiente, los fines corresponden al objetivo propuesto en los distintos
subgéneros materializados en su construcción formal, de acuerdo a sus fines las
obras artísticas contarán con características específicas que, con frecuencia,
son el blanco de investigaciones comparatistas. A modo de ejemplo, podemos
citar las distintas maneras de elaborar métricamente un texto lírico, siendo
que, cada forma adquiere sentidos diferentes en su interpretación, como lo son
las coplas de pie quebrado que tras un quiebre en el ritmo, hacen referencia a
una marcha fúnebre (2017).
El eje semántico del espacio estético, siguiendo a
Maestro, será correspondiente con la ontología especial del mundo conocido MI,
siendo que, sus tres géneros de materia posibilitan el estudio de la obra
literaria, a saber, tornan asequible el entendimiento de su constitución,
difusión y acogida, a partir de los términos físicos (M1),
fenomenológicos (M2) y conceptuales (M3). Con base en
estos presupuestos, la Teoría de la Literatura deberá estudiar los materiales
estéticos (autor, obra, lector, transductor), de acuerdo con la implicación de
estos en los tres géneros de materia, lo que, en M1 abre brecha a
una noción formalista o mecanicista de la literatura; en M2 posibilita
la apertura a una apreciación de la obra de arte como fruto de la mente de un
genio, todavía Maestro (2017), destaca que, la genialidad es una forma de
razonar original, en la que el autor le exige a sus lectores que mejoren,
renueven las bases de su racionalismo vigente y las actualicen, por eso es que
la genialidad en un principio es incomprensible, porque el público que la
recibe aún no cuenta con los mecanismos racionales necesarios para descifrarla;
en M3 permite una interpretación de los materiales de la literatura
fundamentada en criterios lógicos, como podría ser el arte que se configura en
algunas «doctrinas» literarias (la poética mimética), en cánones inmutables
(teología cristiana), modelos artísticos de vanguardia (manifiestos
surrealistas de Breton) o estatal (marxismo soviético) (2017).
El eje pragmático del espacio estético se compone
por autologismos que sirven para crear mecanismos para, de algún modo,
encasillar los contenidos de una determinada obra, según las características
personales e individuales del artífice (artista). Los dialogismos, por su
parte, convierten al arte en un movimiento colectivo, que se identifica con los
intereses de un determinado gremio. Las normas son un conjunto de preceptivas,
con objetivos claros, con la capacidad y el poder de forjar un canon por encima
de los dialogismos y de los autologismos.
A continuación presentaré el esquema de la interpretación de la ontología literaria desde la semiología y la gnoseología materialistas que, de acuerdo con Maestro (2017), demuestra el modo en que se organizan los términos de la literatura, los cuales dispuestos en una totalidad se articulan en un círculo virtuoso, en el sentido de las agujas del reloj y permiten la retroalimentación de los conocimientos objetivados formalmente en la obra literaria[3]:
El esquema representa cómo se articulan los
materiales literarios en symploké, de modo que encuentran el
circularismo entre materia y forma a través de la figura del transductor,
sujeto operatorio que transforma y transmite intermitentemente los materiales
literarios y sus posibilidades de investigación, estudio y análisis. Es así,
pues, que el autor escribe una obra que es leída por unos lectores que la
decodifican para sí, pero que, a su vez, también es leída por un transductor
que la interpreta para sí mismo y para los demás y, al ser éste un sujeto con
poderes para imponer su lectura, realiza una serie de críticas que recaerán
sobre el autor (si está vivo), sobre la obra y sobre los lectores. De este modo
el conocimiento se va construyendo, el campo de la literatura gana amplitud y
los saberes se multiplican en un proceso siempre en curso.
5
La genealogía de la literatura
desde las coordenadas
de la Crítica de la razón literaria
Los
hechos exigen siempre una interpretación. La literatura, también.
Jesús G. Maestro
Maestro, en su obra Crítica de la razón literaria (2017), busca, además de crear una
teoría que nos permita abordar la literatura desde unos criterios científicos,
dar respuesta a la genealogía de la literatura, esto es, a su origen punto del
cual ninguna teoría de la literatura se había ocupado hasta el momento.
Intentaré, pues, realizar una breve exposición de cómo el autor explica el
nacimiento de la literatura desde los presupuestos de la Crítica de la razón literaria.
La concepción de la literatura tiene que ver con los tres ejes del espacio antropológico, a saber, el eje angular, el eje radial y el eje circular. Maestro (2017) sitúa el origen de la literatura en el eje angular o religioso del espacio antropológico, es decir, entre unas civilizaciones primitivas que detentaban conocimientos irracionales[4] –es decir, que razonaban a una escala diferente, no expresada en conceptos lógicos– de este modo, se fundamentaban en el mito, la religión y la magia, cuyas expresiones se manifestaban mediante técnicas muy toscas, desde la pronunciación espontánea de unas palabras hasta la más simple escritura en una piedra. A lo largo de la historia, la literatura, al compás del ser humano, ha ido superando, paulatinamente, las restricciones de los conocimientos irracionales y ha penetrado en los espacios de la razón y, a la par del sujeto operatorio, se presenta como un territorio propicio a sembrar y cosechar nuevos conocimientos e ideas inteligibles. La literatura como construcción humana que es, de la mano del hombre, fue, poco a poco, dejando de lado el mito, la magia y la religión como principio único sobre el cual crear las ideas plasmadas en las obras de arte.
Con respecto al eje radial (de la naturaleza), es
decir, en la relación que establece el hombre con la naturaleza para valerse de
esta y componer, confeccionar y manipular los materiales literarios, la
literatura se desarrolla genealógicamente mediante procedimientos técnicos,
racionales y sofisticados, puesto que, el sujeto operatorio aprovecha los
recursos naturales para crear soportes para su preservación y difusión en el
eje circular (humano) del espacio antropológico (2017).
Finalmente, en el eje circular (humano y político)
la literatura alcanza su máxima expresión, visto que, es en este espacio donde
los seres humanos intervienen como autores, lectores e intérpretes de las obras
de arte, regidos todos por un mundo compartido, es decir por un racionalismo
que se compone por un ensamblaje humano, político y social que sólo pueden
erigirse a través de los conocimientos científicos y filosóficos. La literatura,
una vez que alcanza este punto, resultado de la conjugación con el eje angular
y radial en symploké, es, conforme Maestro (2017), una poética, la
manera más sofisticada e inteligente de expresión del racionalismo humano.
Según la concepción de la literatura que nos plantea
el autor (2017), los conocimientos literarios pueden ser de dos tipos,
pre-racionales si se anteceden al pensamiento sistemático racionalista o, por
otra parte, pueden ser racionales si fueron creados a partir de premisas y
fundamentos filosóficos y científicos, cimentados en una dialéctica y una
crítica ejecutada en symploké. Los saberes literarios tienen, además, un
modo de conocimiento que puede ser crítico si se erige con base en criterios lo
suficientemente sólidos para exigir un análisis a través del contraste
reflexivo de valores y contravalores o acríticos en el caso de que prescindan
de la contraposición dialéctica de los materiales literarios.
Del entrecruzamiento entre los modos de conocimiento (crítico / acrítico) y tipos de conocimiento (pre-racional / racional) resulta la clasificación que Maestro (2017) ha denominado géneros de conocimiento literario. Estos son cuatro, el primero, primitivo o dogmático, el segundo, crítico o indicativo, el tercero, programático o imperativo y, el cuarto, sofisticado o reconstructivista (Maestro, 2017: 232). De acuerdo con esta clasificación, Maestro nos presenta el siguiente esquema que nos indica la organización de los saberes literarios en la genealogía de la literatura[5]:
En lo que sigue de este capítulo me dedicaré a
exponer los criterios de cada uno de estos géneros que conforman la genealogía
de la literatura y su evolución.
5.1
¿Qué es la literatura primitiva o dogmática?
Ah!, os mortais inculpam deuses pelos males que contra
si impingem.
Homero.
Estas literaturas son las que presentan modos y
tipos de conocimientos acríticos e irracionales, a saber, se fundamentan en la
magia, el mito, la religión y la técnica, una vez que, las civilizaciones
productoras de literaturas de esta naturaleza eran sociedades pre-estatales, de
manera que, estas obras fueron escritas con la pluma entornada a la razón.
Dicho en otras palabras, los autores no trazan, a la hora de la escritura de
estas literaturas, un mapa conceptual compatible con el racionalismo humano,
sino que una especie de mitología divinizada a la cual le atribuyen los poderes
generadores del arte.
Maestro (2017) nos indica, desde la Teoría de la
Literatura con base en los principios del Materialismo filosófico, tres ideas
para comprender cómo se articula la literatura primitiva o dogmática, primero,
nos presenta la idea de mundo indeterminado (M), esto es, el mundo conocido y
desconocido – materia ontológica general -, segundo, la idea de Ego
trascendental o de consciencia (E), es decir, el autor de la obra, el sujeto
cognoscente, y, en tercer lugar, la idea de mundo interpretado (MI),
a saber, el mundo conocido e interpretado – la materia determinada como materia
ontológico especial –. Los sujetos operatorios creadores de este tipo de
literatura se inclinan a interpretar el mundo desde (M), o sea, desde la
materia ontológico-general, dicho de otro modo, desde el idealismo (la
metafísica). El mecanismo del que se valen estos autores en el momento de
escribir este tipo de obras es equivalente al paradigma de una filosofía
monista y pre-socrática, en la que partían del principio de que el (M) provenía
de un punto común, como por ejemplo afirmaba Tales de Mileto «todo es agua», es
decir M = agua (2017). Es, así, que, al establecer relaciones ideales entre
términos ideales, el planteamiento de esta clase de literatura se postula de la
siguiente forma:
¬ - - - - - - - -
E Ì Mi
Ì M
De manera que, el M (el mundo conocido y desconocido)
engloba al Mi (mundo decodificado) y este abarca el E sujeto
cognoscente, frente a este panorama gnoseológico, según nos explica Maestro «el
Mundo (M) no conocido, con frecuencia descrito y fundamentado mitológicamente,
domina sobre el Mundo interpretado (Mi) racionalmente. El mito se
impone sobre el logos y lo subyuga» (Maestro, 2017: 235).
Según el razonamiento presentado, verbigracia de la
literatura primitiva o dogmática son la Biblia y el Corán, no exigen una
lectura crítica sino que dogmática, no se puede construir con base a estas
literaturas una poética literaria, ni pueden ser leídas como ficción, ya que,
son interpretadas como escrituras sagradas y su objetivo es, a través del mito,
la magia y la religión, dar una suerte de explicación sobre el origen del
mundo, del ser humano, la existencia de un dios, etc. (2017), y procuran
fundamentar las creencias de las culturas primitivas, anteriores a un
racionalismo político y literario estatal.
Maestro (2017), también destaca que todas las
literaturas, no sólo la primitiva y dogmática, están matizadas de rasgos, así
como de fragmentos, que representan y propagan saberes irracionales y
acríticos. Sin embargo, si analizamos la génesis de la literatura primitiva,
podemos advertir desde la contemporaneidad, que este tipo de obra resulta
retrógrada y fosilizada, puesto que, en los días que corren, la razón humana
rebasa la concepción de mundo plasmada en tales materiales literarios (2017).
5.2
¿Qué es la literatura crítica o indicativa?
Admiraba
y reverenciaba la ciencia de la poesía, porque encerraba en sí todas las demás
ciencias: porque de todas se sirve, de todas se adorna y pule y saca a luz sus
maravillosas obras, con que llena el mundo de provecho, de deleite y de
maravilla.
Miguel de Cervantes Saavedra
Estas literaturas son aquellas cuyos tipos y modos
de saberes son racionales y críticos, esto es, los conocimientos que en ellas
están objetivados son procedentes de sociedades políticas y estatales o de
imperios, sus principios son el racionalismo, la desmitificación, la ciencia y
la filosofía. Estas literaturas son fruto de un racionalismo crítico y
dialéctico y repercuten de modo crucial en el eje circular (humano) del espacio
antropológico, puesto que sus virtudes literarias no se desvanecen en el eje angular
(dioses), ni en el eje radial (naturaleza), pero sí en la compleja realidad que
atañe al ser humano (2017). Este factor la constituye como una literatura
crítica, esto es, como un acontecimiento estético capaz de abarcar la rebuscada
y conflictiva vida del hombre que en ella está plasmada y, a su vez, exige una
lectura interpretativa sobre sí misma.
De este modo, el autor de este tipo de literatura –Ego
trascendental (E) – se ubica en el Mi –mundo interpretado– o mundo
conocido por la razón y la ciencia, es decir, parte de una visión materialista
y no idealista del mundo como materia ontológica general (M). El esquema de la
literatura crítica, siguiendo a Maestro (2017), se presenta:
- - - - - - - - ®
Mi
Ì E Ì M
Este planteamiento presupone que el mundo conocido Mi es la base en la cual el artífice de los materiales literarios (E) –sujeto
cognoscente– se fundamenta para tratar de interpretar el M –mundo desconocido–
un mundo que no es el resultado de una inspiración divina, que es material y
que su decodificación es un proceso constante, es una creación humana, dicho
sea de paso, el Mi es consecuencia de la actividad humana, el mundo
conocido existe gracias a la capacidad humana de ordenarlo y categorizarlo. Es
el sujeto cognoscente que, en symploké con el Mi, logra dar
continuidad a su labor de decodificar el M –mundo no interpretado– por la razón
y la ciencia. La literatura crítica establece relaciones reales entre términos
reales y, a partir de esta base, se desenvuelve, a lo largo de la historia, de
la mano de la razón antropológica.
Las obras más destacadas de esta ramificación son
las que, por lo general, conforman un Canon, aunque, haya excepciones. De
acuerdo con lo que nos indica Maestro (2017), la literatura crítica nace con
Homero, verbigracia, la Odisea y la Ilíada:
En ellas se codifica la Idea de Literatura que se ha
desarrollado a través de la denominada civilización occidental, y que desde
Europa se ha exportado e impuesto al resto del mundo, no solo en cuanto a sus condiciones
de construcción, sino sobre todo por sus sofisticadas modalidades de
interpretación. Esta Idea de Literatura es, pues, genuinamente helénica,
racionalista y crítica, y, como se ha explicado con anterioridad, se
caracteriza por configurarse como una construcción humana libre, que utiliza
signos del código lingüístico a los que confiere un estatuto ficcional y
estético, y cuyos materiales se inscriben en un proceso comunicativo de
naturaleza pragmática, histórica y política (Maestro, 2017: 244).
Podemos, de este modo, advertir que este tipo de
literatura se concibe en el seno de una sociedad política que es el resultado
de la conjugación sistemática e institucional del quehacer humano. Dicho de
otro modo, una vez que una civilización logra organizarse desde criterios
políticos, logra engendrar una literatura capaz de triturar el mito, la magia,
la religión y la técnica de las literaturas primitivas, ya que, con base en
fundamentos que se apoyan en la ciencia y en la filosofía de su cronotopo, los autores
de este tipo de obras logran tejer una relación racional y dialéctica frente a
cualquier contenido irracional y triunfa, así, la desmitificación sobre el
mito, el racionalismo sobre la magia, la filosofía sobre la religión y la
ciencia sobre la técnica (2017).
5.3
¿Qué es la literatura programática o imperativa?
El
escritor no prevé ni conjetura: proyecta.
Jean Paul Sartre
Este género de literatura se apoya en la base de un
racionalismo acrítico, esto es, sus autores se dedican a concatenar tipos de
saberes racionales y modos de conocimientos acríticos, es decir, las obras
obedecen a un racionalismo pero no ejercen una crítica sobre la realidad
(2017). La literatura programática o imperativa nace en el seno de sociedades
muy sofisticadas y ejercen un uso ilegítimo del conocimiento racional, es
decir, a través de la sofística, arte que busca convencer con argumentos
falsos, se lleva a cabo un uso fraudulento de la razón.
Este género de literaturas se desarrolla bajo el
imperativo de un programa religioso, gremial, ideológico, político, etc. que
obedece a un sistema de creencias o movimiento social, es el caso, por ejemplo,
de la literatura comprometida proclamada por Sartre. Estas obras se valen del
soporte literario para propagar un aparente compromiso social, un supuesto
orden religioso, etc. Sobre este tipo de literatura Maestro (2017) nos presenta
el siguiente esquema que, al igual que la literatura primitiva o dogmática,
tiene como punto de partida el idealismo:
¬ - -
- - - - - -
Mi Ì
E Ì M
El M –mundo no conocido– es el trampolín del sistema
de pensamiento idealista, de allí parte la literatura programática o imperativa
en la que el Ego trascendental (E) –sujeto cognoscente– actúa como articulador
del Mi –mundo interpretado. El autor (E) en este punto es quien
tiene el poder de interpretación del mundo y concentra bajo sus criterios toda
posibilidad de conocimiento frente al mundo y sus características. Establecen
relaciones ideales entre términos reales. Todavía, Maestro (2017) resalta que
este modo de proceder tiene por objetivo preservar la fe de los fundamentos de
la razón» poniendo la creencia individual a buen recaudo, de forma tal que la
consciencia del sujeto particular siempre pueda alegar su derecho
natural a imponerse a las normas de una colectividad mayoritaria, externa y
ajena» (Maestro, 2017: 249).
Esta clase de literatura, como señala Maestro, con
frecuencia, puede conducir a la utopía, algunos de los escritores que han
incursionado por este camino son Dante, Calderón (que escriben bajo la
preceptiva de un sistema teológico), Unamuno, Sartre, Camus (que se disuelven
bajo las normas de una ideología), Lope de Vega, Vicente Huidobro, Breton (que
escriben bajo unas coordenadas estéticas), entre muchos otros. Vale tener en
cuenta que la literatura programática suplanta la desmitificación por la
ideología, el racionalismo por la pseudociencia, la filosofía por la teología y
la ciencia por la tecnología.
5.4
¿Qué es la literatura sofisticada o reconstructivista?
El
escritor puede imaginar, naturalmente, tipos e intrigas que no ha visto, pero
necesita siempre el trampolín de la realidad para dar saltos maravillosos.
Camilo José Cela (1973).
Este tipo de literatura conjuga las interpretaciones
críticas de la realidad tomando como referencia un molde irracional del mundo
construido desde la razón. Es decir, se vale tanto de la poética como de la
retórica para mezclar saberes pre-racionales y conocimientos críticos, a saber,
tipos de saberes primitivos (irracionales) derivados de la magia, el mito, las
religiones y la técnica, con modos de conocimientos críticos cimentados con base
al desenvolvimiento del racionalismo en el que se apoyan y, sofisticadamente,
se ejecutan desde un examen desmitificador, filosófico y reconstructivo de los
materiales literarios. Maestro (2017) destaca que este tipo de literatura se
caracteriza por su índole esteticista y formalista, con frecuencia enlazada a
lo lúdico, motivo del que se apropia para trazar líneas críticas sobre la
conflictiva realidad del ser humano.
Algunos de los autores que han incurrido por este
camino son: Cervantes, Cela, Kafka, García Márquez, Borges, Granell,
Shakespeare, Cortázar, Torrente Ballester, Guimarães Rosa, Mario de Andrade en
cuyas obras es posible observar cómo establecen relaciones reales con términos
ideales, es decir, usan tipos irracionales de saberes y modos críticos de
razonamiento. Aún Maestro afirma que:
En la literatura sofisticada o reconstructivista, el
autor formaliza estéticamente, mediante reconstrucciones tan artificiosas como
reflexivas, los componentes arcaicos o antiguos de un mundo indudablemente
pretérito y ya inasequible, con frecuencia distante y exótico, pero que la
Literatura recupera, sofisticadamente, desde un formato crítico, merced a una
experiencia racional que se disimula tras un aparente y seductor
irracionalismo. De este modo, la Literatura reconstruye el mito desde una
experiencia estética absolutamente psicológica (Maestro, 2017: 284).
Es así que nos encontramos frente a una clase de literatura, simultáneamente, regresiva y progresiva, esto es, regresiva, en tanto que exige un regressus de la razón materialista a la idealista, llevado a cabo, siempre, a partir del uso de formas literarias racionales, en dirección a referentes y contenidos materiales de un mundo pre-racional (2017); y progresiva porque su racionalismo, aunque matizado de idealismo, se ejecuta de manera crítica y se enfrenta dialécticamente a la realidad material del presente, es decir, del mundo al que pertenece su artífice (2017). De este modo, podemos advertir que esta clase de literatura reconstruye –sea desde el materialismo (de modo crítico) o desde el idealismo (de forma lúdica)– una expresión estética de la realidad en la que se ven implicados tanto contenidos irracionales e idealizados, como conocimientos críticos que, al estar literariamente plasmados, se contraponen a la complejidad de la vida humana. Maestro plantea el esquema de la literatura sofisticada o reconstructivista de la siguiente forma:
¬ - - - - - - - - - - -
Idealismo
Mi Ì E Ì M
Materialismo - - - - - - - - - ®
La secta que marca el idealismo configura el regressus
hacia un mundo primitivo e irracional, de este modo, el punto de partida es el
mundo como materia ontológico-general, el mundo metafísico (M), en el cual el
sujeto cognoscente (E) se apoya para tratar de comprender el Mi,
mundo interpretado. Por consiguiente, luego de esa regresión, la segunda secta,
la del materialismo constituye el progressus, que parte del Mi,
mundo conocido en el cual el (E), se fundamenta para intentar descifrar el
mundo ideal (M), mundo no conocido. Maestro (2017) nos demuestra que, partiendo
desde el idealismo, el autor logra implicar, con base en un racionalismo
idealista, el eje angular o religioso en las obras literarias, de modo que la
mitología pasa a formar parte de un mundo racional porque, en este contexto,
todo irracionalismo es fruto de un racionalismo de diseño, dicho de otro modo,
el irracionalismo es, así como la fantasía, resultado de la razón humana.
La literatura sofisticada o reconstructivista
configura el último estadio de la Genealogía de la Literatura postulada por
Maestro (2017) y reúne los tipos de conocimientos presentes en la literatura crítica o indicativa y modos de saberes irracionales o pseudoirracionales
característicos de la literatura primitiva o dogmática, pero compuestos desde
un racionalismo idealista constitutivo de la literatura programática o imperativa. Sólo se puede alcanzar el estadio de la literatura sofisticada o
reconstructivista tras haber atravesado los linajes precedentes y
contraponiéndolos a la realidad contemporánea y desde una filosofía materialista,
de manera a poder contrastar de modo crítico mito y psicologismo, magia y
sobrenaturalismo, religión y animismo, técnica y reconstrucción.
6
Juicio general
A modo de conclusión, a continuación presentaré el
esquema que ofrece Maestro (2017) acerca de las secuencias que constituyen la genealogía
de la literatura:
El esquema demuestra cómo los tipos y modos de
conocimientos se ensamblan de forma a constituir las categorías genealógicas de
la literatura, a partir de la secuencia número uno hasta la número cuatro,
produciendo así una concatenación de términos y relaciones que permiten
entender y explicar el mito, la magia, la religión y la técnica en la
literatura primitiva, así como la desmitificación, el racionalismo, la
filosofía y la ciencia, consecuencias de una literatura crítica, que dio lugar,
a un racionalismo acrítico que hizo posible, a su vez, que el mito se
transformara en ideología, la magia en pseudociencia, la religión en teología y
la técnica en tecnología (expansión), constituyendo una literatura programática
y, por fin, la literatura sofisticada no es más que el resultado de las tres
clases que la anteceden, ya que, de modo articulado le permiten diseñarse,
rescatando el mito mediante la psicología del lector; la magia a través del
sobrenaturalismo antemencionado en los contenidos literarios; la religión
numinosa acoplada al animismo de la naturaleza; y recrea de manera lúdica la
técnica mediante la creación y recreación de nuevos modelos que puedan ser
soporte de la configuración verbal y formal de las obras reconstruyendo todo
tipo de materiales literarios.
Finalmente, se ha tratado de explicar a grandes rasgos, sin ser exhaustivo, la Teoría de la Literatura que se expone en la obra Crítica de la razón literaria (2017). Para ello se ha trabajado sobre el concepto de Literatura y se ha presentado, en la medida de lo posible, la Genealogía de la Literatura propuesta por Maestro (2017). Se ha tratado de insistir con fundamento en los saberes literarios, tipos y modos de conocimiento literario que dan lugar a las cuatro familias que constituyen genealógicamente a la Literatura según propone Maestro[6].
Bibliografía
- Baladan, Miguel Salvador (2019), Camilo José Cela contra la Guerra Civil. Mazurca para dos muertos o la mutilación del universo de España, Vigo, Editorial Academia del Hispanismo.
- Bueno, Gustavo (1972), Ensayos materialistas, Madrid, Taurus, en línea.
- Bueno, Gustavo (1992), Teoría del Cierre Categorial. Introducción general, siete enfoques en el estudio de la ciencia, Oviedo, Pentalfa.
- Maestro, Jesús G. (2017), Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Vigo, Editorial Academia del Hispanismo, 2022, 10ª ed. digital definitiva disponible en línea.
- Maestro, Jesús G. (2019), «Más allá de la Teoría del Cierre Categorial. Una interpretación no dogmática de la Filosofía de la Ciencia del Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno», ¿Cómo estudiar la literatura desde la ciencia y la filosofía? Interpretaciones desde la Crítica de la razón literaria, Vigo, Editorial Academia del Hispanismo (85-102). Apostilla núm. 8 de la Crítica de la razón literaria. [Vídeo 01].
- Platón. Las leyes. Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, tomo IX. Madrid. 1872, en línea.
- Platón. El Sofista. Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, tomo IV. Madrid. 1871, en línea.
- Rosental, M. (1959), Diccionario filosófico abreviado, Montevideo, Ediciones Pueblos Unidos, (286-288), en línea.
- Rosental, M. (1946), Diccionario filosófico marxista, Montevideo, Ediciones Pueblos Unidos (176-177), en línea.
[1] Platón con el concepto
de symploké establece «si todo estuviera conectado con todo, o si nada
estuviera conectado con nada, el conocimiento sería imposible» (Platón, Sofista 259
c-e).
[2] Para más informaciones
recomiendo la lectura de Ensayos
Materialistas (1972), Teoría del
Cierre Categorial (1992) así como toda la obra de Gustavo Bueno y la Crítica de la razón literaria (2017) de
Jesús G. Maestro.
[3] Esquema de la interpretación
de la ontología literaria desde la semiología y la gnoseología materialistas (Maestro,
2017: 163).
[4] Entendemos aquí por
irracional el concepto acuñado por el Diccionario Filosófico Marxista: «Lo
irracional es lo no concebido por la razón, por el raciocinio, lo no expresado
en conceptos lógicos» (1946: 161). Este término se utiliza generalmente para
hacer referencia a los modos del saber y a las tendencias filosóficas que
refutan la legitimidad de la razón «del pensamiento racional, el derecho de la
ciencia al conocimiento de la verdad; que predica la primacía de la voluntad,
del instinto, de la intuición y de las fuerzas e impulsos ciegos e
inconscientes» (1946: 161).
[5] Esquema sobre la organización
de los saberes literarios en la genealogía de la literatura (Maestro, 2017:
232).
[6] Para una lectura más
detallada, véase en línea la obra Crítica
de la razón literaria (Maestro, 2017-2022, 10ª edición digital definitiva),
así como las obras Ensayos Materialistas (1972)
y Teoría del Cierre Categorial (1992)
de Gustavo Bueno.
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