30 abril 2022

Breve presentación de la Crítica de la razón literaria como teoría de la literatura contemporánea

 



Breve presentación de la Crítica de la razón literaria

como teoría de la literatura contemporánea

 

 

Miguel Salvador Baladan

Universidad de Río Grande del Sur, Brasil

 

 

Palabras clave 

Literatura · Teoría de la Literatura · Crítica de la razón literaria · Materialismo filosófico · Filosofía

 

Sinopsis

Se expone una presentación sintética de la Crítica de la razón literaria como Teoría de la Literatura construida por Jesús G. Maestro a partir de una reinterpretación del materialismo filosófico de Gustavo Bueno, atendiendo principalmente a la tetralogía espacial de la teoría literaria y de la genealogía de la literatura.

 

 

Artículo

 

La literatura siempre contiene sustancias venenosas.

Jesús G. Maestro

 

La Teoría del Cierre Categorial (1992) es la teoría de la ciencia del filósofo español Gustavo Bueno, artífice del materialismo filosófico como un sistema de pensamiento lógico y racional. A su vez, el artífice de la obra Crítica de la razón literaria (2017), Jesús G. Maestro, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, plantea en el primer tomo de su obra unas coordenadas destinadas a interpretar las ideas y los conceptos objetivados formalmente en los materiales literarios.

Esta teoría surge en el ámbito contemporáneo como una ciencia que ofrece al crítico literario estudiar las obras literarias mediante criterios racionales y lógicos. Se enmarca así dentro de los parámetros de una filosofía materialista, implicada en tiempo presente, dialéctica, puesto que, se constituye a partir del enfrentamiento entre distintas maneras de organizar la realidad y crítica, ya que, se desarrolla con base a un examen racionalista y científico. La misma está cimentada en cinco postulados fundamentales: racionalismo, crítica, dialéctica, ciencia y symploké, los cuales permiten que se lleve a cabo el desarrollo de una interpretación de los materiales literarios «coherente con el corpus doctrinal del sistema filosófico en que se sitúan sus principios generales» (Maestro, 2017: 84).

Esta teoría de la literatura como método para estudiar las obras literarias se apoya en los principios de la gnoseología materialista buenista, la cual es una teoría del conocimiento que se organiza en torno a la articulación solidaria entre los conceptos materia / forma, su campo de estudio abarca el conjunto de conocimientos presentes en las «obras literarias y con ellas relacionados, organizados sistemáticamente como conceptos categoriales, y cuyo objeto de interpretación son los materiales de la literatura» (Maestro, 2017: 85), es decir, autor, obra, lector e intérprete o transductor.

Dicho de otro modo, y a partir del marco categorial que caracteriza toda ciencia, esta Teoría de la Literatura presenta un conocimiento científico y conceptual de los materiales literarios y su objetivo es demostrar que la literatura es inteligible, o sea, que puede ser interpretada desde criterios científicos y filosóficos. En lo que sigue de este artículo trataré de explicar de dónde proviene esta teoría, cuáles son sus fundamentos y los métodos que presenta como herramientas para interpretar los materiales literarios.

 

 

1

El materialismo filosófico y la teoría del cierre categorial

 

El destino de la interpretación es la creación de conocimientos nuevos.

Jesús G. Maestro

  

El materialismo filosófico es una expresión que surge a partir del siglo XIX, sin una conceptualización específica, fue un modo de designar una filosofía que se contraponía con el idealismo y espiritualismo de procedencia teológica, así como al materialismo monista. En lengua inglesa aparecen registros de este vocablo por los años de 1807 y luego fue acuñado por filósofos como Friedrich Engels (1820-1895), Karl Marx (1818-1883) y por pensadores como Vladimir Lenin (1870-1924), Josef Stalin (1878-1953), entre muchos otros. En lengua española surgen registros de esta expresión, aproximadamente, en la década de 1930 y, aunque sin una conceptualización clara, su uso fue expandiéndose a lo largo del tiempo, hasta 1972, año en que el filósofo Gustavo Bueno publica la obra Ensayos Materialistas, en la que ofrece un tratamiento filosófico y sistemático del materialismo filosófico (2019).

Para Bueno (2019), el materialismo filosófico es un conjunto pluralista de carácter racional que, no obstante, establece la unidad del mundo respecto al desenvolvimiento de una materia ontológica general que no se restringe al mundo empírico. El materialismo filosófico niega tanto el monismo absoluto –todo está relacionado con todo–como el atomismo pluralista –nada está relacionado con nada–. Se rige por el principio platónico de symploké –una relación racional y múltiple de ideas.

Esta teoría niega el monismo y el corporeísmo. Al primero lo refuta desde una ontología pluralista que no se circunscribe a la comprobación de las diferencias entre los seres, sino a intermitencias irreductibles. Esta negación del monismo traza una diferencia con el monismo materialista tradicional y con el monismo teológico monoteísta, una vez que ambos defienden que todo está relacionado con todo (Bueno, 2019).

Asimismo, el materialismo filosófico buenista niega el corporeísmo al establecer que la materia del mundo se dispone en tres géneros de materialidad –no en tres mundos– designados materia primogenérica (M1), se constituye por los objetos del mundo físico corpóreos e incorpóreos (vegetación, organismos, ríos, ciudades, ondas eletromagnéticas, etcétera), abarca materialidades físicas establecidas en un determinado cronotopo; materia segundogenérica (M2) se trata de las operaciones subjetivas de los seres humanos, es decir, factores psicológicos, etológicos, históricos, etcétera, como pueden ser los deseos, las memorias, los proyectos, un dolor de cabeza, etcétera, que forma parte de la materia fenomenológica del mundo; y la materia terciogenérica (M3) se compone por los objetos abstractos, lógicos, teóricos como el teorema de Pitágoras, las leyes, etcétera (2017).

Estos tres géneros de materialidad son diferentes y se disponen concatenados entre sí, es decir, coexisten en symploké «ninguno va antes que otro y ninguno se da sin el otro: se determinan de forma mutua y constante, y ninguno de ellos es reducible a los otros» (Maestro, 2017: 135).

Con respecto a la Teoría del Cierre Categorial, Bueno (1992) establece a las ciencias como sistemas racionales y lógicos, compuestos por elementos que se reconocen y descifran como conjugados una vez que, formalmente, son conceptualizados y categorizados; esto quiere decir que, en la medida en que la materia ontológica compone el campo de una determinada ciencia, queda formalizada y conceptualizada en categorías dentro del espacio gnoseológico de esa ciencia. Por ejemplo, el campo categorial de la Química está compuesto por el conjunto de los distintos elementos químicos presentes en la tabla periódica de Mendeléiev, de este modo, estos elementos químicos conforman un límite, es decir, un cierre categorial de la química como ciencia, es así pues, que podemos decir que la realidad física del oxígeno se conceptualiza y formaliza en el campo de la Química como O(2017). En este sentido, lo mismo ocurre con la Teoría de la Literatura, puesto que, su campo categorial está cerrado circularmente a saber, según Jesús G. Maestro (2017), los términos que componen su ontología son: autor, obra, lector e intérprete o transductor.

De acuerdo con la Teoría del Cierre Categorial, las ciencias son construcciones materiales que, formalmente, se organizan en diferentes categorías y sus interpretaciones gnoseológicas se llevan a cabo a través de la formación de sistemas estables, delimitados y cerrados –pero no herméticamente cerrados–, lo que torna posible hacer del mundo (M) un mundo interpretado (Mi) (Maestro, 2019). Dicho con otras palabras, cada ciencia nos permite construir una categoría de la realidad y nos posibilita además su interpretación, es decir, cada ciencia nos permite, a partir de su campo gnoseológico, comprender una determinada parcela de la realidad. En cada campo categorial están situados los materiales específicos de cada ciencia, ya que sólo una ciencia determinada (Matemática, Veterinaria, Informática, Geografía, Teoría de la Literatura, etcétera) puede estudiarlos y explicarlos de forma específica dentro de su propio campo científico. A modo de ejemplo podemos advertir que el concepto de Guerra no es objeto de la misma conceptualización, categorización o interpretación en Antropología que en Historia.

Podemos entonces afirmar que las ciencias están organizadas en categorías lógico-materiales, a saber, en campos de materiales interpretados y conceptualizados formalmente, de modo que, las formas tornan legible la materia tanto sensorial como intelectualmente. Hay que resaltar que los materiales científicos que integran un campo gnoseológico o un sistema categorial están conjugados entre sí de modo racional y lógico, a saber, en symploké –es decir, manteniendo una relación racional y múltiple de ideas, ya que, unas cosas están relacionadas con otras, pero no todas están relacionadas con todas, ni ninguna está desconectada de todas las demás[1], pues si así fuera, el conocimiento no sería posible.

El cierre categorial de toda ciencia tiene por objetivo mantener ontológicamente una estabilidad definida así como una delimitación establecida por un conjunto de materiales que mediante su formalización y conceptualización pasan a constituir una determinada ciencia. Esto quiere decir que cada ciencia es un sistema cerrado frente a la conceptualización de materiales que no constituyen su campo categorial. El cierre de las categorías de una ciencia se da cuando el científico (sujeto operatorio) ejerce su trabajo (relaciona y opera) con todos los materiales (términos) del campo categorial (o espacio gnoseológico) que constituye una ciencia (2017). Todavía, siguiendo a Maestro, no podemos trabajar apoyados en una ciencia sin considerar todos sus contenidos materiales, no se puede ejercer la Química ocupándose solamente del bario, así como no se puede hacer Veterinaria estudiando solo a los animales de la especie cánidos y desconsiderando a las demás. Es decir, una ciencia se ejerce correctamente cuando el científico tiene en cuenta la totalidad de los términos que la conforman y considera la manera en que estos términos se conjugan entre sí (2017), quiero decir, interpretándolos adecuadamente.

Con respecto a la Teoría de la Literatura, como campo científico para la interpretación de los materiales literarios, tal como se desarrolla en la Crítica de la razón literaria, sólo puede ejercerse de forma solvente si se estiman por igual todos los términos existentes, que son los cuatro ya mencionados: autor, obra, lector e intérprete o transductor, los cuales están relacionados en symploké. Cabe subrayar que el no tener en cuenta alguno de estos términos sería incurrir en una ablación de uno o más materiales literarios y, por tanto, estaríamos reduciendo la interpretación de la literatura de alguno de los términos que la constituyen, lo que sería un error porque no podemos ignorar la relación que efectivamente existe entre las partes que constituyen una totalidad atributiva entre los materiales que cierran una categoría. En el caso de la Teoría de la Literatura: la literatura es escrita por un autor, formalizada en un texto, leída por un lector e interpretada por un crítico o transductor (profesor, editor de una revista, etcétera, alguien con poder para legitimar su lectura e imponerla a los demás).

La Teoría de la Literatura, a lo largo de la historia, ha trazado el cierre categorial de su campo que, por un lado, es genealógico –donde se determina su ontología y la construcción de los materiales literarios– y, por otra parte, gnoseológico –donde se formaliza y conceptualiza científicamente tales términos. En este punto, primero, debemos señalar que la Ontología de la literatura se erige a través de una Genealogía que ha hecho posible que la literatura se haya expandido estructuralmente, desde su génesis numinosa y angular hasta su desarrollo radial y tecnológico más avanzado, que finaliza como institución académica, política y mercantil en el eje circular de las sociedades humanas que surgen en la Modernidad y en el mundo contemporáneo. En segundo lugar, la construcción de una Teoría de la Literatura como ciencia, a saber, la gnoseología de la literatura, es también resultado de un recorrido histórico y su umbral se sitúa en la Poética de Aristóteles –escrita en el siglo IV a.n.E. y vigente hasta la ilustración– que plantea la teoría de la mímesis como principio generador del arte (2017).

Esta pequeña síntesis sobre el materialismo filosófico y la Teoría del Cierre Categorial no pretende ser exhaustiva, sino que busca familiarizar a aquellos lectores que, por diversos motivos, no estén relacionados con este sistema de pensamiento[2].

 

 

2

La Crítica de la razón literaria como método de interpretación literaria

 

Las ciencias son realidades constituyentes del mundo y constituidas desde el mundo.

Jesús G. Maestro

 

La Crítica de la razón literaria como Teoría de la Literatura se apoya en los fundamentos generales de una gnoseología materialista, modo de conocimiento sistematizado en torno al ensamblaje de los conceptos de materia y forma, y su campo categorial es la totalidad de los conocimientos presentes en las obras literarias. Como método de interpretación literaria, es importante diferenciar tres conceptos gnoseológicos: campo, materia y espacio.

Primero, hay que destacar que, desde la teoría científica cimentada por el materialismo filosófico, se sostiene que las ciencias poseen un campo y no un objeto. En este contexto, el campo denota una totalidad de clases, de términos categorizados, relacionados entre sí, dispuestos de manera que se puedan constituir operaciones entre los términos de las diferentes clases. De modo que, el campo de la literatura es la agrupación de materiales que conforman la «totalidad atributiva de las obras literarias junto con las entidades en ellas implicadas o relacionadas, en la que es posible identificar diferentes conjuntos o clases de términos (realidades físicas con las que trabaja la teoría literaria)» (Maestro, 2017: 86) entre los que un sujeto operatorio (por ejemplo un crítico de la literatura), realiza operaciones conceptuales (crítica literaria), según un sistema determinado de relaciones lógicas.

El material de una ciencia es todo lo que puede ser lógica y físicamente objeto de estudio: signos, recursos, formas, materiales, etcétera. Siendo así, el material de la literatura determina las parcelas del campo científico que se relacionan con la ciencia implicada, en este caso, la Teoría de la Literatura. De este modo, podemos determinar que los materiales de esta ciencia son: las obras literarias, las lenguas, los autores, los editores, los críticos, los lectores, los intérpretes, la sociedad, la historia literaria, etcétera, ya que estos entes forman parte, esto es, son «materia comprendida», desde una perspectiva ontológica, en el saber literario.

Por último, el espacio de una ciencia es «el lugar o dimensión en el que está incluido el material con el que esa ciencia trabaja empíricamente» (Maestro, 2017: 86). A partir de una perspectiva histórica, el espacio de la Teoría de la Literatura, ha sido concebido como un canon en el que se debe interpretar la literatura desde la teoría mimética de Aristóteles, la retórica, la lingüística, el historicismo, el psicoanálisis, el marxismo, los formalismos, la poética de lo imaginario, la semiología, la estética de la recepción, los estudios culturales, el feminismo, el nuevo historicismo, el multiculturalismo, etcétera, (2017). Cada teoría ha cifrado y dibujado su propio espacio para estudiar dentro de él lo que quiere comprender y permite analizar como Literatura. Según la Crítica de la razón literaria, la interpretación de la literatura se basa en cinco postulados: racionalismo, crítica, dialéctica, ciencia y symploké.

 

 

3

Los cinco postulados de la Teoría de la Literatura
según la Crítica de la razón literaria

 

Las ideas no se pueden hipostasiar nunca.

Jesús G. Maestro

 

El primero de estos postulados es el Racionalismo, de acuerdo con Maestro (2017), la razón es la aptitud humana que le permite al sujeto operatorio elaborar criterios para crear, establecer e interpretar la realidad humana de manera compartida. La razón es una facultad que, bajo perspectivas lógicas y sistemáticas, instituye fundamentos competentes para construir una realidad socialmente habitable. Partiendo de esta base, Maestro (2017), sostiene que el estudio crítico de la literatura no puede admitir la presencia de ideas que rebasen los límites de la razón humana, esto es, ideas irracionales, todavía el autor afirma que es irracional aquella idea que causa de forma indefinida una interrupción en el discernimiento del ser humano o que le excluye de soluciones u operaciones racionales (2017), se quiere decir con esto que, no es posible admitir el uso de las ideas como principio previo en el que encuadrar una realidad que la rebasa (2017). Las ideas brotan de la razón humana y, en este sentido, la literatura es «un conjunto de materiales racionalmente inteligibles, porque son obra de la razón humana y por ello mismo exigen una interpretación humana y normativa» (Maestro, 2017: 89). Dicho de otro modo, no es posible hacer crítica literaria al margen de la razón.

El segundo de estos principios es la Crítica, que se entiende como una criba, esto es, como un modo de clasificar, organizar, valorar y analizar los materiales literarios para, así, poder erigir un estudio, una interpretación científica y dialéctica y no doxográfica, ideológica o moral, puesto que, estas tres últimas, son formas acríticas, es decir, fraudulentas de difundir y exponer el conocimiento literario que no nos conducen más allá de la retórica y la sofística.

Los materiales literarios no son un contenido lineal, rígido e inmutable, mas, sí, un conjunto que, permanentemente, está elaborándose y reelaborándose en un proceso circular, es decir, dialéctico. Estos ganan nuevas interpretaciones cada vez que un sujeto operatorio se relaciona con ellos a través de un núcleo (obra literaria), a partir de un cuerpo (todos los materiales literarios que componen la estructura de la literatura como un sistema organizado, quiero decir, lenguaje, cultura, autores, etcétera) y mediante un curso (la historia de estos materiales literarios, su creación, publicación, difusión, etcétera) que expresa y transforma intermitentemente los materiales de la literatura (2017).

La crítica se ocupa, así, de delinear de modo gnoseológico (bajo las coordenadas de una teoría), los materiales que constituyen un campo de interpretación de acuerdo con lo que contienen de verdad (científica), por ejemplo una verdad en el campo de la Teoría de la Literatura es el concepto de lira, la cual es una estrofa de cinco versos, de los cuales, tres son versos heptasílabos –de siete sílabas métricas– y dos endecasílabos –once sílabas métricas con la disposición (7a), (11b), (7a), (7b), (11b). Toda crítica apoyada en las bases de la Teoría de la Literatura que nos ocupa tiene que estar fundamentada en una gnoseología que considere los criterios de materia, forma y verdad (formalización conceptual del contenido material), puesto que, toda disciplina es indisociable de la materia que da forma a su campo de conocimiento. Dicho con otras palabras, la gnoseología materialista debe establecer teóricamente las probabilidades del saber humano con respecto a los materiales literarios que conforman el campo de investigación de esta ciencia.

La epistemología y la gnoseología se diferencian en que, la primera, como teoría del conocimiento parte de la oposición entre objeto conocido / objeto cognoscente, ya la segunda, parte de la base de que existe la materia y la forma.

La gnoseología materialista parte del presupuesto de que la materia y la forma son realidades, aunque disociables, inseparables, esto es, que no transforma en metafísica «a la materia ni a la forma, sino que las trata como realidades sustantivadas, conjugadas y solidarias» (Maestro, 2017: 90). El objetivo de la gnoseología materialista es revelar la concatenación entre la materia de una ciencia y su formalización como materia concreta de esa ciencia, por ejemplo, en el caso de la Teoría de la Literatura, especificaría la relación entre los materiales literarios y las teorías, formas o teoremas que los analizan. La gnoseología materialista constituye, de este modo, la Teoría del Cierre Categorial de Gustavo Bueno, una vez que, se desenvuelve bajo las perspectivas gnoseológicas de materia, forma y verdad.

Con respecto a la formalización conceptual del contenido material de las ciencias, la diferencia gnoseológica entre materia y forma conduce a cuatro modos posibles de teorías del conocimiento (2017: 91: el descriptivismo, el teoreticismo, el adecuacionismo epistemológico y el circularismo gnoseológico.

El descriptivismo, siguiendo a Maestro (2017), es una teoría científica que establece que la verdad de la ciencia se encuentra en la materia que conforma el campo de cada ciencia (observaciones, hechos, etcétera), y estudia lo que puede estar asociado al proceso científico (libros, experimentos, lenguaje, entre otras posibilidades) como formas que no colaboran de modo significativo a la conformación de la verdad científica (que ya está presupuesta en base a investigaciones anteriores). Según Maestro: «la idea de verdad que sostiene el descriptivismo equivale a la noción de aléetheia, es decir, un descubrimiento de la realidad, un hallazgo desvelado de lo que es tal como es» (2017: 91). De este modo, se parte de la base de que la verdad se encuentra en la materia y que el investigador no hace más que desvendarla, o sea, el ser humano describe la realidad en términos científicos, esto es, se considera a la materia como una prioridad frente a la forma. El descriptivismo, como Teoría de la Literatura, fue aplicado durante el positivismo histórico y estuvo sujeto a describir la historia de los acontecimientos literarios (autores, fechas y obras).

El teoreticismo o formalismo como teoría científica ubica la verdad de la ciencia en el desarrollo formal de elaboración de conceptos y está fundamentado en una concepción de verdad cercana al concepto lógico y formal de coherencia de las bases científicas. La ciencia se configura, así, como una teoría o sistema hipotético-deductivo (2017), es decir, consiste en suponer que la ciencia es una construcción formal totalmente correcta, de modo que, si algo falla es la materia y no la forma. El teoreticismo fue utilizado en una parte considerable de las teorías literarias del siglo XX, entre ellas, en el neoformalismo francés, el formalismo ruso, el estructuralismo y posestructuralismo (2017).

El adecuacionismo epistemológico es una teoría sobre la ciencia que, como distintivo, presenta, en los cuerpos de las ciencias, una forma (por ejemplo, conceptual, teórica, etc.), una materia (real, empírica, etc.), y, además, establece la verdad científica como una especie de correlación, esto es, de adecuación entre los postulados formales de las ciencias y la materia real o empírica que constituye sus campos (2017). De modo que, el adecuacionismo se fundamenta en un principio de correspondencia entre materia y forma que a través de una hipóstasis metafísica, esto es, de una especie de concordancia armónica entre materia y forma alcanza su verdad científica. Esta teoría de la ciencia alcanzó su máxima expresión con la estética de la recepción de Jans Robert Jauss.

El circularismo gnoseológico, planteado por Bueno (1992), es una teoría de la ciencia que presenta y organiza

 

los sistemas proposicionales o causales como multiplicidades de elementos relacionados entre sí, no según un orden lineal (de principios a consecuencias, de causas a efectos) sino según un orden circular, en el que las consecuencias o los efectos pueden desempeñar a su vez, en un momento dado del proceso, la función de principios o causas (Maestro, 2017: 94).

 

En este sentido, se observa que la diferencia entre materia y forma de las ciencias tiene que ser entendida como la concatenación de dos órdenes adyacentes, con el objetivo de concebir el lugar de la verdad científica, sin reducir y, consecuentemente, negar la forma en la materia (descriptivismo), o de modo contrario, sin negar la materia en la forma (teoreticismo o formalismo) (2017). De este modo, la verdad de la ciencia se construye a través de una transformación de materia y forma mutua y circular. El circularismo gnoseológico es la base del materialismo filosófico, y en la Teoría de la Literatura de Maestro dispone la totalidad seriada de los materiales literarios y los articula en un círculo virtuoso (no vicioso), es decir, primero surge el autor, que escribe una obra, que es leída por lectores –que interpretan para sí–, que luego será leída por un intérprete o transductor –que interpreta para los demás–, por su vez su lectura crítica recaerá sobre el autor (si es vivo), sobre la obra y, posiblemente, influirá en los lectores, etc. de este modo, materia y forma se conjugan solidariamente (sin hipostasiarse una en la otra) y se produce un circularismo en el sentido de las agujas del reloj.

El tercero de los postulados de la Crítica de la razón literaria es la Dialéctica que, según Maestro, es el procedimiento de codeterminación del concepto de una idea (a) en su enfrentamiento con una idea contraria (b), pero dado, necesariamente, por medio de una idea (c) encadenada a ambas, que tiene como función codeterminar, es decir, organizar y posibilitar la interpretación –dada en symploké– de la significación de tales ideas conectadas entre sí de modo racional y lógico (2017). Según la Crítica de la razón literaria, la Teoría de la Literatura desenvuelve su metodología mediante una dialéctica, esto es, no pretende ser una doctrina axiomática lineal y hermética, sino materialista, de modo, que exige explicar, desde sus propios fundamentos toda posición que se muestre como disyuntiva.

El cuarto de los postulados es la Ciencia. Maestro (2017), desde una perspectiva filosófica buenista, subraya cuatro acepciones de ciencia, la primera, como una técnica, (el saber hacer, por ejemplo, una casa, un vestido, cocinar un alimento, etc.); la segunda, como un conjunto de proposiciones derivadas de un principio (por ejemplo, algunas disciplinas teológicas); la tercera, se trata de una ciencia categorial, en su sentido moderno, (al denominar campos categoriales de la biología, la medicina, etc.); la cuarta, es la que el materialismo filosófico identifica como ciencia categorial ampliada, que abarca a las ciencias positivas culturales (lingüística, antropología, historia, etc.), entre las cuales se encuentra la Teoría de la Literatura. Como concepto práctico sobre lo que la ciencia es, el autor, la presenta como una construcción operatoria, racional y categorial que permite una interpretación sistemática y objetiva de la materia (2017).

Las ciencias implican una organización y un nivel de racionalidad que analiza, interpreta, sintetiza, etc. una categoría de la realidad, es decir, las ciencias son sectoriales. Bueno distingue tres ejes que articulan u ordenan la semiótica de las ciencias, estos son: el sintáctico, semántico y pragmático. En el eje sintáctico la Teoría de la Literatura acuña tres elementos operativos que son los términos, las relaciones y las operaciones. Los términos establecen configuraciones determinadas, ya que, su contenido material está estructurado de forma empírica (autores, lenguaje, obras, lectores, etc.) (Maestro, 2017). Las relaciones son disposiciones lógicas que se establecen de modo racional entre los términos a través de una combinación extenuante. Las operaciones son transducciones sistemáticas de los términos estudiados e interpretados por un intérprete que las teje y desarrolla en los límites del campo categorial.

El eje semántico en la teoría literaria se determina con base a materiales específicos (la obra literaria y el conjunto de contenidos en ella acogidos), que se identifican con los tres géneros de materialidad: interpretación física M1 –el texto–; psicológica M2 –las emociones del lector–; lógica o conceptual M3 –las consideraciones críticas– de los materiales literarios (2017). Por su parte, el eje pragmático atañe a la organización social, histórica y política del saber literario (como canon que se construye por un conjunto de áreas, no sólo del conocimiento, relacionadas en symploké), así como de los sujetos operatorios implicados en la elaboración, producción y difusión de los materiales literarios, a través de los criterios del autologismo (conjetura individual del yo), el dialogismo (conjetura grupal del nosotros) y las normas (sistema de interpretación científica impuesta sobre la voluntad del yo y del grupo) (2017).

La symploké es el quinto postulado que nos queda por explicar, este es un concepto que Bueno recupera de Platón y puede definirse como «una relación racional y múltiple de ideas» (Maestro, 2017: 111). De forma tal que, unas cosas están relacionadas con otras, pero no todas están relacionadas con todas, dicho de otro modo, las ideas, articuladas en symploké, conforman totalidades –ya que sus partes atributivas, los conceptos, quedan retenidas en ellas– trascendentales –en sentido relativo a cuanto se extiende y comunica causando consecuencias (2017).

Cabe destacar que cualquier totalidad (grupo, conjunto, estructuras, sociedades, etcétera), puede ser atributiva o distributiva. Las primeras se caracterizan por la relación sinalógica entre sus partes, una vez que su unidad deriva de la composición entre partes diferentes, a saber, cada parte del todo que constituye una totalidad atributiva cumple una función específica esencial e insustituible (la función que cumple el corazón no la puede suplantar el riñón), de modo que, en la teoría literaria, a modo de ejemplo, el protagonista, el tiempo, el espacio, los géneros literarios, etcétera, son totalidades atributivas que relacionan partes diferentes entre sí. Por otra parte, las totalidades distributivas se caracterizan por la conexión de correspondencia o analogía entre sus partes, es decir, las partes del todo que constituyen la totalidad distributiva son independientes las unas de las otras, para ejemplificar, un conjunto de fósforos esparcidos en un cajón conforman una totalidad distributiva ya que todos cumplen la misma función, ninguno de ellos cumple una función diferente a la del otro, todos sirven para encender un fuego, en la teoría literaria una totalidad distributiva sería, un conjunto de redondillas como formas métricas uniformemente conceptualizadas –cuatro versos octosílabos de arte menor dispuestas en la forma (8a), (8b), (8b), (8a)– (2017).

La Crítica de la razón literaria concibe los materiales de la literatura como totalidades atributivas, cuyas ideas, organizadas en symploké, deben interpretarse críticamente.

 

 

4

La literatura: un concepto categorialmente cerrado
desde el Crítica de la razón literaria como Teoría de la Literatura

 

Las toxinas de la literatura acaban por envenenar, sin reservas y sin remedio, a todos los moralismos.

Jesús G. Maestro


Frente a varias teorías literarias contemporáneas que se han negado a definir lo que la literatura es, Maestro en su obra (2017), nos presenta un concepto que se ampara en los presupuestos filosóficos de la teoría que ha construido y la define como

 

una construcción humana y racional, que se abre camino hacia la libertad a través de la lucha y el enfrentamiento dialéctico, que utiliza signos del sistema lingüístico, a los que confiere un valor estético y otorga un estatuto de ficción, y que se desarrolla a través de un proceso comunicativo de dimensiones históricas, geográficas y políticas, cuyas figuras fundamentales son el autor, la obra, el lector y el intérprete o transductor (Maestro, 2017: 126).

 

Todavía, el autor expone que así como la historia no se explica apenas con palabras y sí con pruebas históricas, la literatura no puede tampoco ser explicada solamente mediante palabras (meramente con el lenguaje), puesto que, los materiales de la literatura hacen referencia a la realidad (2017), es decir, la materia, formalmente, referida en las obras literarias es materia real. Los dioses, el odio, la pobreza, los hombres, los locos, las mujeres, las catedrales, los curas, los ladrones, los asesinos, etcétera, todos son referentes reales cuya formalización debe analizarse con base a conceptos, una vez que, solamente a partir de su materialización en el mundo se hace posible su estudio en la literatura.

La literatura como construcción humana que es se ubica en el espacio de la antropología; como realidad material se sitúa en el ámbito de la ontología; como obra de arte pertenece al espacio estético que se constituye por un conjunto de valores que buscan analizarla desde una filosofía del arte; y como discurso lógico (en el cual, formalmente, se objetivan ideas y conceptos), exige una gnoseología (un análisis fundamentado en el estudio crítico de las relaciones de articulación solidaria –de conjugación– entre la materia y la forma que le brindan el estatuto de literatura) (2017).

La literatura no es en sí misma una ciencia, mas, sí, el campo de investigación de muchas ciencias que pueden categorizarse desde una teoría literaria. Como hemos mencionado, la Teoría de la Literatura es el conocimiento científico de los materiales literarios, mientras que la Crítica de la Literatura es un saber de segundo grado, esto es, un conocimiento que solo puede cuajar y ganar forma con base en un conjunto de saberes de primer grado que constituye la teoría literaria. Dicho de otro modo, la Crítica literaria opera sobre los materiales literarios apoyada en los conceptos que la teoría literaria le ofrece. La Crítica de la Literatura trabaja con ideas y se articula como una filosofía, una vez que, se confronta dialécticamente a la symploké de las ideas objetivadas en los materiales literarios.

 

 

4.1

El espacio antropológico y la literatura

 

El espacio antropológico no es un lugar metafísico, hipostasiado, monista, sino un lugar físico, terrenal, material.

Jesús G. Maestro

 

Según expone Maestro (2017), el espacio antropológico es una pluralidad de realidades que rodean al ser humano y que no son específicamente humanas (el hombre no puede explicarse solamente a partir de sí mismo, sino que la naturaleza, los animales, etc. también interfieren en lo que es la humanidad), pero que corroboran de distintas maneras para que el material antropológico pueda ser debidamente establecido y analizado.

El espacio antropológico, desde las coordenadas del Materialismo filosófico se constituye por tres ejes, son estos: el circular (el espacio de los seres humanos), el radial (de la naturaleza, lo inhumano y lo inanimado) y el eje angular (de la religión, lo inhumano y animado, es decir, los animales como centro de la esencia religiosa que se desarrolla de acuerdo a la numinosidad, la mitología y la teología) (2017).

En la organización de un Estado es posible observar cómo se articulan estos tres ejes que conforman el espacio antropológico, el eje circular comprende la estructura conjuntiva de la sociedad política (verbigracia, las leyes del código civil); el eje radial presume la utilización de la naturaleza (la mano de obra, la producción, la evolución tecnológica, etc.); el eje angular hace referencia a las insignias de animales (leones, serpientes, etc.) representados, por ejemplo, en las banderas con el objetivo de revelar y expandir su poder numinoso sobre la nación que los lleva como símbolo –a estos animales, como dioses, se les atribuye una fuerza superior a la del ser humano– que protege a la totalidad que los comporta.

Los materiales literarios se manifiestan en los tres ejes del espacio antropológico, en el circular se proyecta, como señala Maestro (2017), en una magnitud pragmática, histórica y política, una vez que, las obras literarias son construidas por seres humanos y están compuestas de contenidos materiales (pergaminos, manuscritos, libros, libros digitales, etc.), psicológicos (historias ficticias, personajes ideales, relatos míticos, etc.) y lógicos o conceptuales (la literatura como un saber y como mecanismo de expresar ideas, reflexiones y conceptos) (2017). Desde el eje radial, la literatura se presenta, específicamente, en su aspecto material y técnico (a partir de su carácter primitivo, las escrituras más antiguas, grabadas en piedra, luego la imprenta y, actualmente, los soportes digitales) resultante de la naturaleza inerte y de la manipulación que de ella hacen los seres humanos para su desarrollo y comodidad. La literatura a partir del eje angular se concibe como una producción y comunicación de contenidos numinosos, metafísicos, a saber, personajes mitológicos, héroes inmortales, dioses consagrados, monstruos abatidos, etc.

 

 

4.2

El espacio ontológico y la literatura

 

La literatura es siempre una partitura de la realidad, que exige ser interpretada de forma sensible, racional y lógica.

Jesús G. Maestro

 

Podemos decir que la literatura pertenece al espacio ontológico porque existe material y formalmente, esto es, porque está presente en los tres géneros de materia (M1, M2, M3) del mundo conocido (Mi). En este punto debemos distinguir entre mundo (M) que se conforma por una ontología general, por todo lo que existe, incluso por la materia indeterminada, es decir, por el mundo aún no categorizado por el ser humano. Por otra parte, el mundo interpretado (Mi) es el que comprende la ontología especial, a saber, es el que ha sido categorizado por el hombre, o sea, que ha sido desvendado, manipulado e interpretado por las ciencias y por la razón humana. De modo que, la ontología especial Mi se constituye por los tres géneros de materialidad M1 (objetos del mundo, lo físico), M2 (fenómenos de la vida interior, psicologismo, subjetividad) y M3 (objetos lógicos), o sea que, Mi = M1, M2, M3 (2017).

La Crítica de la razón literaria interpreta la realidad que se presenta y se constituye con rasgos poéticos, filológicos y semiológicos en términos literarios, esto es, estudia la realidad de la literatura, la cual hace referencia a la realidad humana.

La literatura brota del mundo real y humano y, siendo así, los contenidos materiales de la literatura están presentes en los tres géneros de materia (M1,M2,M3) que conforman ontológicamente el mundo interpretado Mi. En M1 la literatura aparece como realidad física (la materialidad de la lengua, la expresión oral, el registro escrito, el registro estético de la lengua bajo unas normas y con unos componentes específicos, la configuración física de un libro, la edición, difusión y análisis de una obra literaria, la configuración digital de una narrativa, etc.). En M2 la literatura surge como un discurso fenomenológico colmado de impresiones psicológicas que se expresan a través de los personajes y sus acciones. En otras palabras, surgen los individuos y las fábulas como componentes de historias, mitos, leyendas, peripecias, etc. En M3 la literatura aflora como un discurso en el que se objetivan conocimientos, conceptos e ideas, vale decir, la literatura como una materia que puede ser analizada a través de conceptos (científicamente, desde una teoría de la literatura) e ideas (filosóficamente, desde una crítica de la literatura) (2017). Maestro advierte:

 

el segundo género de materialidad M2 es la única parte esencialmente ficticia de la literatura, desde el momento en que su primer género de materialidad M1 la Literatura es una realidad física perfectamente manipulable, en sus formas y materias de expresión, construcción, difusión e interpretación, mediante los más variados soportes y materialidades. Lo mismo cabe decir del tercer género de materialidad literaria, es decir, de la Literatura como discurso en el que se objetivan ideas y conocimientos que forman parte de los materiales literarios solo porque previamente forman parte de la realidad humana exterior a la literatura, es decir, de la realidad humana del mundo interpretado (Mi) o conocido por el ser humano (Maestro, 2017: 138).

 

Según lo expuesto, podemos afirmar que dentro de una obra literaria no está expresado nada que no exista de antemano en el mundo real Mi o conocido por el hombre y cuando algún relato o narrativa presenta hechos o seres esperpénticos o que parecen escapar a la realidad humana, como acontece verbigracia en Os Lusíadas de Camões, estos surgen mediante la conjugación de contenidos y elementos, de hechos y realidades existentes en el Mi. No hay monstruo sin atributos humanos, incluso, en La metamorfosis de Kafka, Gregor Samsa se convierte en un bicharraco esperpéntico y aunque el protagonista no nos informe exactamente qué tipo de alimaña es, a partir de las referencias pertenecientes al mundo real que nos brinda el protagonista –que además está dotado de atributos humanos, puesto que narra racionalmente los hechos que le sucedieron– podemos deducir que se trata de un tipo de insecto.

La Crítica de la razón literaria considera los tres géneros de materialidad que le ofrece el espacio ontológico de la literatura a la hora de interpretar los materiales literarios con el objetivo de realizar un estudio global, esto es, en la búsqueda de no caer en el reduccionismo, como por ejemplo, las poéticas formalistas o estructuralistas que acababan por reducir la literatura a M1, o como es el caso de las teorías psicoanalíticas que reducen la literatura a M2.

 

 

4.3

El espacio gnoseológico y la literatura

 

A Teoria da Literatura é a ciência à qual compete estudar as manifestações literárias.

Regina Zilberman (2012).

 

El espacio gnoseológico es el área en el que la teoría literaria ha de ubicar a la Literatura como campo de interpretación. El materialismo filosófico considera que las ciencias son organismos operatorios e históricos (no perpetuos), objetivas (no subjetivas, ni antojadizas) y necesarias (2017). Maestro se apoya en que las ciencias se categorizan en una dimensión tridimensional, que responde a los tres ejes del espacio gnoseológico: sintáctico, semántico y pragmático.

El eje sintáctico del espacio gnoseológico de la literatura se compone por términos, relaciones y operaciones. En consonancia con Maestro (2017), los términos son conceptos, partes que conforman el campo de la literatura, de modo que, la Teoría de la literatura no estudia la literatura, sino que partes de esta, la novela, la Ilíada, La divina comedia, un poema de Fernando Pessoa, etc.; los contenidos del campo de la literatura como libros, signos lingüísticos, etc. Los términos pueden ser simples (un autor, un personaje, un soneto) o complejos (el conjunto de obras narrativas de Machado de Assis, el cronotopo en las novelas bizantinas, el cuento como género literario, etc.), además hay términos constantes si, formalmente, se mantienen estables (el capitán Pantaleón Pantoja como protagonista de Pantaleón y las visitadoras, los sonetos de Bocage, los heterónimos de Fernando Pessoa, etc.) y variables (el concepto de novela en el siglo XX, la historia de la narrativa corta, el concepto de poema, etc.).

Las relaciones se producen entre los términos literarios y son de carácter lógico, es decir, un crítico, a partir de los términos, establecerá relaciones conceptuales para analizar gnoseológicamente (científicamente) los materiales literarios, así pues, las relaciones pueden ser dialécticas a través del contraste crítico entre dos o más textos (el Lazarillo de Tormes y Nuevas andanzas y desventuras del Lazarillo de Tormes), entre texto y contexto (La familia de Pascual Duarte y la España de posguerra) y entre autor y lector (la lectura que realiza Borges del Martín Fierro de José Hernández) (2017).

Las operaciones son los «movimientos» llevados a cabo por los intérpretes (sujetos cognoscentes); en este punto «se sitúa el regressus lógico-formal (gnoseológico) hacia las ideas y el progressus lógico-material (ontológico) hacia –obviamente– los materiales literarios (Maestro, 2017: 143). Las operaciones deben ser realizadas por un sujeto operatorio capacitado para tanto, esto es, por un intérprete (crítico, profesor) de la literatura; las mismas son de carácter físico y manual (por ejemplo, filológicas cuando hay que reconstruir textos) o mentales y psicológicas (cuando hay que interpretar las ideas objetivadas formalmente en un texto literario).

El espacio semántico del espacio gnoseológico se constituye frente a la literatura por tres fundamentos, son estos, siguiendo a Maestro, fisicalista o referencial, fenomenológico o psicológico y esencial o estructural (2017).

El sector fisicalista o referencial corresponde con el M1 de la literatura, o sea, su carácter físico –los libros, papiros, manuscritos, sonidos, el lenguaje, los soportes gráficos, lingüísticos, etc. El sector fenomenológico o psicológico corresponde a las huellas distintivas de cada material literario, esto es, a las especificidades de cada relato –la ciudad Macondo de Cien años de soledad de García Márquez, el adulterio de Luísa en O primo Basílio de Eça de Quieroz, el Colegio Militar Leoncio Prado de La ciudad y los perros de Vargas Llosa, etc.– Lo fenomenológico abarca una totalidad de representaciones subjetivas procedentes de la obra literaria, objeto de análisis. La lectura de Memorias póstumas de Brás Cubas por ejemplo, causará muchas interpretaciones subjetivas que, luego, deberán ser interpretadas inteligiblemente.

El tercer sector del eje semántico denominado esencial o estructural es el conjunto de contenidos literarios que comportan, que hacen posible la caracterización y constitución de los materiales de la literatura y que permiten la inteligibilidad crítica y gnoseológica, así como la consolidación de conceptos filosóficos y categoriales (2017). Así, pues, son esencias una categoría de tipos de narradores que, por ejemplo, nos permite saber quién nos cuenta la historia y de qué modo en Dejen todo en mis manos de Mario Lebrero, son esencias los criterios que fundamentan de qué forma se constituye el surrealismo como movimiento artístico, etc. También son esencias las ideas objetivadas dentro de las obras literarias, representadas a veces por personajes, como por ejemplo, la locura de don Quijote que representa una crítica a la razón teológica.

El eje pragmático del espacio gnoseológico es una categoría que incluye respecto a la literatura tres sectores, a saber, autologismos, dialogismos y normas (2017). Los autologismos son concernientes a las operaciones que el sujeto gnoseológico (dotado de capacidad interpretativa) realiza al leer una obra, esto es, para proceder al análisis de los materiales literarios, a partir de múltiples perspectivas como puede ser trazar observaciones actuales en obras pretéritas, crear proyectos de investigación, etc. Los dialogismos son los procedimientos que se llevan a cabo por más de un sujeto gnoseológico, en conjunto, de modo que presuponen la existencia de una comunidad científica, cuyo propósito es estudiar, difundir, criticar los resultados de las investigaciones llevadas a cabo por los diferentes grupos de estudio. Los dialogismos exigen la existencia de otras incursiones analíticas efectuadas sobre los mismos materiales literarios, análisis que siempre deben ser considerados para contrastarlos, criticarlos e interpretarlos.

El sector de las normas, que conforma el eje pragmático del espacio gnoseológico, posibilita la regulación y canalización de modo lógico de la actividad crítica e interpretativa, algunas de las normas son el canon literario, las poéticas, los sistemas de interpretación, etc. son normas imperativas de contenido lógico y material que se imponen por encima de la voluntad del sujeto operatorio y que fundamentadas en criterios gnoseológicos cumplen un papel determinante en el proceso de delimitación de un campo científico.

La gnoseología se desempeña bajo los criterios de materia y forma, estos surgen como conceptos conjugados, de este modo, el sujeto cognoscente establece operaciones entre relaciones de términos. La gnoseología trata de segregar al sujeto cognoscente del proceso de conocimiento a partir del instante en que establece la interpretación en el ensamblaje de materia y forma literaria y no en el espacio epistemológico que parte de la base de la existencia de un sujeto y un objeto, donde el primero matiza con sus impresiones subjetivas al segundo (2017).

 

 

4.4

El espacio estético y la literatura

 

La genialidad que no se justifica normativamente es un fraude.

Jesús G. Maestro

 

El espacio estético es el lugar (que implica los tres géneros de materialidad con base a un conjunto de criterios que determinan el campo de la literatura) dentro del cual el sujeto operatorio lleva a cabo la autoría, manipulación y recepción del material estético, dicho con otras palabras, es el espacio en el que el ser humano codifica y construye materialmente una obra de arte. Es un espacio ontológico consolidado por materiales artísticos, dentro del cual la literatura ocupa un lugar específico (2017). Tratándose de los materiales literarios, dentro del espacio estético se encuentran tres elementos clave, son estos el autor, el lector y el intérprete o transductor.

El autor es el ingeniero –quien lleva a cabo la creación– de las ideas plasmadas en un texto; el lector es el sujeto operatorio (real, valga la redundancia, esto es, no ideal) que lee y decodifica para sí, a partir de fundamentos lógicos y materiales que forman parte de un conjunto delimitado de obras literarias, las ideas implicadas en un texto; el transductor o intérprete es el sujeto operatorio que lee una obra y la interpreta para sí mismo y para los demás, dicho de otro modo, es un sujeto que tiene el poder de imponer y difundir una interpretación de tal o cual obra literaria. Por tanto, el transductor realiza lecturas que son de carácter grupal o gremial (paradigma), así como normativa o estatal (canon). El intérprete es un lector que posee poderes estatales o colectivos para legitimar su lectura de una determinada obra frente a los demás lectores (periodistas, editores, profesores, políticos, directores de teatro, etc.) (2017).

Desde las coordenadas de la Crítica de la razón literaria, Maestro (2017) nos ofrece un concepto acerca de lo que es un material estético, según él, es el material resultante de un análisis gnoseológico que lo cataloga como estético y quienes cumplen ese rol son las universidades que son las instituciones que se encargan de delinear, a partir de su estudio e investigación, qué es una obra de arte, del mismo modo en que también son los organismos responsables de formar nuevos lectores, estudiosos y transductores de los materiales literarios (2017).

El espacio estético cuenta con tres ejes, son estos: el sintáctico que hace referencia a los modos, medios y fines de la elaboración de los materiales estéticos; el semántico que genera significados en consonancia con los tres géneros de materia, es decir, M1 mecanicismo, M2 sensibilidad, M3 genialidad (2017); y el pragmático que articula los procesos de creación, comunicación y análisis de los materiales estéticos, los cuales se encuadran en autologismos, dialogismos y normas.

El eje sintáctico del espacio estético, como ya hemos mencionado, cuenta, primero, con los medios que hacen referencia a los distintos géneros estéticos de expresión de los que puedan ser soporte para la exteriorización de las obras de artes, si se expresan por la palabra (serán literatura), si se valen de signos no verbales (podrán ser teatro, danza, etc.), si hacen uso de imágenes fílmicas (el cine), etc. En segundo lugar, los modos constituyen de manera concreta el impacto posterior de los medios que facultará la identificación, dentro de cada categoría artística, de los distintos subgéneros que la desarrollan, verbigracia, en la literatura (como una de las artes que se expresa mediante la utilización estética de la palabra, se dividirá a través de los modos en diferentes géneros y subgéneros, como la novela, el cuento, el soneto, la novela autobiográfica, etc.). Por consiguiente, los fines corresponden al objetivo propuesto en los distintos subgéneros materializados en su construcción formal, de acuerdo a sus fines las obras artísticas contarán con características específicas que, con frecuencia, son el blanco de investigaciones comparatistas. A modo de ejemplo, podemos citar las distintas maneras de elaborar métricamente un texto lírico, siendo que, cada forma adquiere sentidos diferentes en su interpretación, como lo son las coplas de pie quebrado que tras un quiebre en el ritmo, hacen referencia a una marcha fúnebre (2017).

El eje semántico del espacio estético, siguiendo a Maestro, será correspondiente con la ontología especial del mundo conocido MI, siendo que, sus tres géneros de materia posibilitan el estudio de la obra literaria, a saber, tornan asequible el entendimiento de su constitución, difusión y acogida, a partir de los términos físicos (M1), fenomenológicos (M2) y conceptuales (M3). Con base en estos presupuestos, la Teoría de la Literatura deberá estudiar los materiales estéticos (autor, obra, lector, transductor), de acuerdo con la implicación de estos en los tres géneros de materia, lo que, en M1 abre brecha a una noción formalista o mecanicista de la literatura; en M2 posibilita la apertura a una apreciación de la obra de arte como fruto de la mente de un genio, todavía Maestro (2017), destaca que, la genialidad es una forma de razonar original, en la que el autor le exige a sus lectores que mejoren, renueven las bases de su racionalismo vigente y las actualicen, por eso es que la genialidad en un principio es incomprensible, porque el público que la recibe aún no cuenta con los mecanismos racionales necesarios para descifrarla; en M3 permite una interpretación de los materiales de la literatura fundamentada en criterios lógicos, como podría ser el arte que se configura en algunas «doctrinas» literarias (la poética mimética), en cánones inmutables (teología cristiana), modelos artísticos de vanguardia (manifiestos surrealistas de Breton) o estatal (marxismo soviético) (2017).

El eje pragmático del espacio estético se compone por autologismos que sirven para crear mecanismos para, de algún modo, encasillar los contenidos de una determinada obra, según las características personales e individuales del artífice (artista). Los dialogismos, por su parte, convierten al arte en un movimiento colectivo, que se identifica con los intereses de un determinado gremio. Las normas son un conjunto de preceptivas, con objetivos claros, con la capacidad y el poder de forjar un canon por encima de los dialogismos y de los autologismos.

A continuación presentaré el esquema de la interpretación de la ontología literaria desde la semiología y la gnoseología materialistas que, de acuerdo con Maestro (2017), demuestra el modo en que se organizan los términos de la literatura, los cuales dispuestos en una totalidad se articulan en un círculo virtuoso, en el sentido de las agujas del reloj y permiten la retroalimentación de los conocimientos objetivados formalmente en la obra literaria[3]:

 

 



 

El esquema representa cómo se articulan los materiales literarios en symploké, de modo que encuentran el circularismo entre materia y forma a través de la figura del transductor, sujeto operatorio que transforma y transmite intermitentemente los materiales literarios y sus posibilidades de investigación, estudio y análisis. Es así, pues, que el autor escribe una obra que es leída por unos lectores que la decodifican para sí, pero que, a su vez, también es leída por un transductor que la interpreta para sí mismo y para los demás y, al ser éste un sujeto con poderes para imponer su lectura, realiza una serie de críticas que recaerán sobre el autor (si está vivo), sobre la obra y sobre los lectores. De este modo el conocimiento se va construyendo, el campo de la literatura gana amplitud y los saberes se multiplican en un proceso siempre en curso.

 

 

5

La genealogía de la literatura desde las coordenadas
de la Crítica de la razón literaria

 

Los hechos exigen siempre una interpretación. La literatura, también.

Jesús G. Maestro

 

Maestro, en su obra Crítica de la razón literaria (2017), busca, además de crear una teoría que nos permita abordar la literatura desde unos criterios científicos, dar respuesta a la genealogía de la literatura, esto es, a su origen punto del cual ninguna teoría de la literatura se había ocupado hasta el momento. Intentaré, pues, realizar una breve exposición de cómo el autor explica el nacimiento de la literatura desde los presupuestos de la Crítica de la razón literaria.

La concepción de la literatura tiene que ver con los tres ejes del espacio antropológico, a saber, el eje angular, el eje radial y el eje circular. Maestro (2017) sitúa el origen de la literatura en el eje angular o religioso del espacio antropológico, es decir, entre unas civilizaciones primitivas que detentaban conocimientos irracionales[4] –es decir, que razonaban a una escala diferente, no expresada en conceptos lógicos– de este modo, se fundamentaban en el mito, la religión y la magia, cuyas expresiones se manifestaban mediante técnicas muy toscas, desde la pronunciación espontánea de unas palabras hasta la más simple escritura en una piedra. A lo largo de la historia, la literatura, al compás del ser humano, ha ido superando, paulatinamente, las restricciones de los conocimientos irracionales y ha penetrado en los espacios de la razón y, a la par del sujeto operatorio, se presenta como un territorio propicio a sembrar y cosechar nuevos conocimientos e ideas inteligibles. La literatura como construcción humana que es, de la mano del hombre, fue, poco a poco, dejando de lado el mito, la magia y la religión como principio único sobre el cual crear las ideas plasmadas en las obras de arte.

Con respecto al eje radial (de la naturaleza), es decir, en la relación que establece el hombre con la naturaleza para valerse de esta y componer, confeccionar y manipular los materiales literarios, la literatura se desarrolla genealógicamente mediante procedimientos técnicos, racionales y sofisticados, puesto que, el sujeto operatorio aprovecha los recursos naturales para crear soportes para su preservación y difusión en el eje circular (humano) del espacio antropológico (2017).

Finalmente, en el eje circular (humano y político) la literatura alcanza su máxima expresión, visto que, es en este espacio donde los seres humanos intervienen como autores, lectores e intérpretes de las obras de arte, regidos todos por un mundo compartido, es decir por un racionalismo que se compone por un ensamblaje humano, político y social que sólo pueden erigirse a través de los conocimientos científicos y filosóficos. La literatura, una vez que alcanza este punto, resultado de la conjugación con el eje angular y radial en symploké, es, conforme Maestro (2017), una poética, la manera más sofisticada e inteligente de expresión del racionalismo humano.

Según la concepción de la literatura que nos plantea el autor (2017), los conocimientos literarios pueden ser de dos tipos, pre-racionales si se anteceden al pensamiento sistemático racionalista o, por otra parte, pueden ser racionales si fueron creados a partir de premisas y fundamentos filosóficos y científicos, cimentados en una dialéctica y una crítica ejecutada en symploké. Los saberes literarios tienen, además, un modo de conocimiento que puede ser crítico si se erige con base en criterios lo suficientemente sólidos para exigir un análisis a través del contraste reflexivo de valores y contravalores o acríticos en el caso de que prescindan de la contraposición dialéctica de los materiales literarios.

Del entrecruzamiento entre los modos de conocimiento (crítico / acrítico) y tipos de conocimiento (pre-racional / racional) resulta la clasificación que Maestro (2017) ha denominado géneros de conocimiento literario. Estos son cuatro, el primero, primitivo o dogmático, el segundo, crítico o indicativo, el tercero, programático o imperativo y, el cuarto, sofisticado o reconstructivista (Maestro, 2017: 232). De acuerdo con esta clasificación, Maestro nos presenta el siguiente esquema que nos indica la organización de los saberes literarios en la genealogía de la literatura[5]:





En lo que sigue de este capítulo me dedicaré a exponer los criterios de cada uno de estos géneros que conforman la genealogía de la literatura y su evolución.

 

 

5.1

¿Qué es la literatura primitiva o dogmática?

 

Ah!, os mortais inculpam deuses pelos males que contra si impingem.

Homero.

 

Estas literaturas son las que presentan modos y tipos de conocimientos acríticos e irracionales, a saber, se fundamentan en la magia, el mito, la religión y la técnica, una vez que, las civilizaciones productoras de literaturas de esta naturaleza eran sociedades pre-estatales, de manera que, estas obras fueron escritas con la pluma entornada a la razón. Dicho en otras palabras, los autores no trazan, a la hora de la escritura de estas literaturas, un mapa conceptual compatible con el racionalismo humano, sino que una especie de mitología divinizada a la cual le atribuyen los poderes generadores del arte.

Maestro (2017) nos indica, desde la Teoría de la Literatura con base en los principios del Materialismo filosófico, tres ideas para comprender cómo se articula la literatura primitiva o dogmática, primero, nos presenta la idea de mundo indeterminado (M), esto es, el mundo conocido y desconocido – materia ontológica general -, segundo, la idea de Ego trascendental o de consciencia (E), es decir, el autor de la obra, el sujeto cognoscente, y, en tercer lugar, la idea de mundo interpretado (MI), a saber, el mundo conocido e interpretado – la materia determinada como materia ontológico especial –. Los sujetos operatorios creadores de este tipo de literatura se inclinan a interpretar el mundo desde (M), o sea, desde la materia ontológico-general, dicho de otro modo, desde el idealismo (la metafísica). El mecanismo del que se valen estos autores en el momento de escribir este tipo de obras es equivalente al paradigma de una filosofía monista y pre-socrática, en la que partían del principio de que el (M) provenía de un punto común, como por ejemplo afirmaba Tales de Mileto «todo es agua», es decir M = agua (2017). Es, así, que, al establecer relaciones ideales entre términos ideales, el planteamiento de esta clase de literatura se postula de la siguiente forma:

 

¬ - - - - - - - -
E Ì Mi Ì M

 

De manera que, el M (el mundo conocido y desconocido) engloba al Mi (mundo decodificado) y este abarca el E sujeto cognoscente, frente a este panorama gnoseológico, según nos explica Maestro «el Mundo (M) no conocido, con frecuencia descrito y fundamentado mitológicamente, domina sobre el Mundo interpretado (Mi) racionalmente. El mito se impone sobre el logos y lo subyuga» (Maestro, 2017: 235).

Según el razonamiento presentado, verbigracia de la literatura primitiva o dogmática son la Biblia y el Corán, no exigen una lectura crítica sino que dogmática, no se puede construir con base a estas literaturas una poética literaria, ni pueden ser leídas como ficción, ya que, son interpretadas como escrituras sagradas y su objetivo es, a través del mito, la magia y la religión, dar una suerte de explicación sobre el origen del mundo, del ser humano, la existencia de un dios, etc. (2017), y procuran fundamentar las creencias de las culturas primitivas, anteriores a un racionalismo político y literario estatal.

Maestro (2017), también destaca que todas las literaturas, no sólo la primitiva y dogmática, están matizadas de rasgos, así como de fragmentos, que representan y propagan saberes irracionales y acríticos. Sin embargo, si analizamos la génesis de la literatura primitiva, podemos advertir desde la contemporaneidad, que este tipo de obra resulta retrógrada y fosilizada, puesto que, en los días que corren, la razón humana rebasa la concepción de mundo plasmada en tales materiales literarios (2017).

 

 

5.2

¿Qué es la literatura crítica o indicativa?

 

Admiraba y reverenciaba la ciencia de la poesía, porque encerraba en sí todas las demás ciencias: porque de todas se sirve, de todas se adorna y pule y saca a luz sus maravillosas obras, con que llena el mundo de provecho, de deleite y de maravilla.


Miguel de Cervantes Saavedra

 

Estas literaturas son aquellas cuyos tipos y modos de saberes son racionales y críticos, esto es, los conocimientos que en ellas están objetivados son procedentes de sociedades políticas y estatales o de imperios, sus principios son el racionalismo, la desmitificación, la ciencia y la filosofía. Estas literaturas son fruto de un racionalismo crítico y dialéctico y repercuten de modo crucial en el eje circular (humano) del espacio antropológico, puesto que sus virtudes literarias no se desvanecen en el eje angular (dioses), ni en el eje radial (naturaleza), pero sí en la compleja realidad que atañe al ser humano (2017). Este factor la constituye como una literatura crítica, esto es, como un acontecimiento estético capaz de abarcar la rebuscada y conflictiva vida del hombre que en ella está plasmada y, a su vez, exige una lectura interpretativa sobre sí misma.

De este modo, el autor de este tipo de literatura –Ego trascendental (E) – se ubica en el Mi –mundo interpretado– o mundo conocido por la razón y la ciencia, es decir, parte de una visión materialista y no idealista del mundo como materia ontológica general (M). El esquema de la literatura crítica, siguiendo a Maestro (2017), se presenta:

 

 - - - - - - - - ®
Mi Ì E Ì M

 

Este planteamiento presupone que el mundo conocido Mi es la base en la cual el artífice de los materiales literarios (E) –sujeto cognoscente– se fundamenta para tratar de interpretar el M –mundo desconocido– un mundo que no es el resultado de una inspiración divina, que es material y que su decodificación es un proceso constante, es una creación humana, dicho sea de paso, el Mi es consecuencia de la actividad humana, el mundo conocido existe gracias a la capacidad humana de ordenarlo y categorizarlo. Es el sujeto cognoscente que, en symploké con el Mi, logra dar continuidad a su labor de decodificar el M –mundo no interpretado– por la razón y la ciencia. La literatura crítica establece relaciones reales entre términos reales y, a partir de esta base, se desenvuelve, a lo largo de la historia, de la mano de la razón antropológica.

Las obras más destacadas de esta ramificación son las que, por lo general, conforman un Canon, aunque, haya excepciones. De acuerdo con lo que nos indica Maestro (2017), la literatura crítica nace con Homero, verbigracia, la Odisea y la Ilíada:

 

En ellas se codifica la Idea de Literatura que se ha desarrollado a través de la denominada civilización occidental, y que desde Europa se ha exportado e impuesto al resto del mundo, no solo en cuanto a sus condiciones de construcción, sino sobre todo por sus sofisticadas modalidades de interpretación. Esta Idea de Literatura es, pues, genuinamente helénica, racionalista y crítica, y, como se ha explicado con anterioridad, se caracteriza por configurarse como una construcción humana libre, que utiliza signos del código lingüístico a los que confiere un estatuto ficcional y estético, y cuyos materiales se inscriben en un proceso comunicativo de naturaleza pragmática, histórica y política (Maestro, 2017: 244).

 

Podemos, de este modo, advertir que este tipo de literatura se concibe en el seno de una sociedad política que es el resultado de la conjugación sistemática e institucional del quehacer humano. Dicho de otro modo, una vez que una civilización logra organizarse desde criterios políticos, logra engendrar una literatura capaz de triturar el mito, la magia, la religión y la técnica de las literaturas primitivas, ya que, con base en fundamentos que se apoyan en la ciencia y en la filosofía de su cronotopo, los autores de este tipo de obras logran tejer una relación racional y dialéctica frente a cualquier contenido irracional y triunfa, así, la desmitificación sobre el mito, el racionalismo sobre la magia, la filosofía sobre la religión y la ciencia sobre la técnica (2017).

 

 

5.3

¿Qué es la literatura programática o imperativa?

 

El escritor no prevé ni conjetura: proyecta.

Jean Paul Sartre

 

Este género de literatura se apoya en la base de un racionalismo acrítico, esto es, sus autores se dedican a concatenar tipos de saberes racionales y modos de conocimientos acríticos, es decir, las obras obedecen a un racionalismo pero no ejercen una crítica sobre la realidad (2017). La literatura programática o imperativa nace en el seno de sociedades muy sofisticadas y ejercen un uso ilegítimo del conocimiento racional, es decir, a través de la sofística, arte que busca convencer con argumentos falsos, se lleva a cabo un uso fraudulento de la razón.

Este género de literaturas se desarrolla bajo el imperativo de un programa religioso, gremial, ideológico, político, etc. que obedece a un sistema de creencias o movimiento social, es el caso, por ejemplo, de la literatura comprometida proclamada por Sartre. Estas obras se valen del soporte literario para propagar un aparente compromiso social, un supuesto orden religioso, etc. Sobre este tipo de literatura Maestro (2017) nos presenta el siguiente esquema que, al igual que la literatura primitiva o dogmática, tiene como punto de partida el idealismo:

 

 ¬ - - - - - - - -
Mi Ì E Ì M

 

El M –mundo no conocido– es el trampolín del sistema de pensamiento idealista, de allí parte la literatura programática o imperativa en la que el Ego trascendental (E) –sujeto cognoscente– actúa como articulador del Mi –mundo interpretado. El autor (E) en este punto es quien tiene el poder de interpretación del mundo y concentra bajo sus criterios toda posibilidad de conocimiento frente al mundo y sus características. Establecen relaciones ideales entre términos reales. Todavía, Maestro (2017) resalta que este modo de proceder tiene por objetivo preservar la fe de los fundamentos de la razón» poniendo la creencia individual a buen recaudo, de forma tal que la consciencia del sujeto particular siempre pueda alegar su derecho natural a imponerse a las normas de una colectividad mayoritaria, externa y ajena» (Maestro, 2017: 249).

Esta clase de literatura, como señala Maestro, con frecuencia, puede conducir a la utopía, algunos de los escritores que han incursionado por este camino son Dante, Calderón (que escriben bajo la preceptiva de un sistema teológico), Unamuno, Sartre, Camus (que se disuelven bajo las normas de una ideología), Lope de Vega, Vicente Huidobro, Breton (que escriben bajo unas coordenadas estéticas), entre muchos otros. Vale tener en cuenta que la literatura programática suplanta la desmitificación por la ideología, el racionalismo por la pseudociencia, la filosofía por la teología y la ciencia por la tecnología.

 

 

5.4

¿Qué es la literatura sofisticada o reconstructivista?

 

El escritor puede imaginar, naturalmente, tipos e intrigas que no ha visto, pero necesita siempre el trampolín de la realidad para dar saltos maravillosos.

Camilo José Cela (1973).

 

Este tipo de literatura conjuga las interpretaciones críticas de la realidad tomando como referencia un molde irracional del mundo construido desde la razón. Es decir, se vale tanto de la poética como de la retórica para mezclar saberes pre-racionales y conocimientos críticos, a saber, tipos de saberes primitivos (irracionales) derivados de la magia, el mito, las religiones y la técnica, con modos de conocimientos críticos cimentados con base al desenvolvimiento del racionalismo en el que se apoyan y, sofisticadamente, se ejecutan desde un examen desmitificador, filosófico y reconstructivo de los materiales literarios. Maestro (2017) destaca que este tipo de literatura se caracteriza por su índole esteticista y formalista, con frecuencia enlazada a lo lúdico, motivo del que se apropia para trazar líneas críticas sobre la conflictiva realidad del ser humano.

Algunos de los autores que han incurrido por este camino son: Cervantes, Cela, Kafka, García Márquez, Borges, Granell, Shakespeare, Cortázar, Torrente Ballester, Guimarães Rosa, Mario de Andrade en cuyas obras es posible observar cómo establecen relaciones reales con términos ideales, es decir, usan tipos irracionales de saberes y modos críticos de razonamiento. Aún Maestro afirma que:

 

En la literatura sofisticada o reconstructivista, el autor formaliza estéticamente, mediante reconstrucciones tan artificiosas como reflexivas, los componentes arcaicos o antiguos de un mundo indudablemente pretérito y ya inasequible, con frecuencia distante y exótico, pero que la Literatura recupera, sofisticadamente, desde un formato crítico, merced a una experiencia racional que se disimula tras un aparente y seductor irracionalismo. De este modo, la Literatura reconstruye el mito desde una experiencia estética absolutamente psicológica (Maestro, 2017: 284).

 

Es así que nos encontramos frente a una clase de literatura, simultáneamente, regresiva y progresiva, esto es, regresiva, en tanto que exige un regressus de la razón materialista a la idealista, llevado a cabo, siempre, a partir del uso de formas literarias racionales, en dirección a referentes y contenidos materiales de un mundo pre-racional (2017); y progresiva porque su racionalismo, aunque matizado de idealismo, se ejecuta de manera crítica y se enfrenta dialécticamente a la realidad material del presente, es decir, del mundo al que pertenece su artífice (2017). De este modo, podemos advertir que esta clase de literatura reconstruye –sea desde el materialismo (de modo crítico) o desde el idealismo (de forma lúdica)– una expresión estética de la realidad en la que se ven implicados tanto contenidos irracionales e idealizados, como conocimientos críticos que, al estar literariamente plasmados, se contraponen a la complejidad de la vida humana. Maestro plantea el esquema de la literatura sofisticada o reconstructivista de la siguiente forma:

 

¬ - - - - - - - - - - - Idealismo

Mi Ì E Ì M

Materialismo - - - - - - - - - ®

 

La secta que marca el idealismo configura el regressus hacia un mundo primitivo e irracional, de este modo, el punto de partida es el mundo como materia ontológico-general, el mundo metafísico (M), en el cual el sujeto cognoscente (E) se apoya para tratar de comprender el Mi, mundo interpretado. Por consiguiente, luego de esa regresión, la segunda secta, la del materialismo constituye el progressus, que parte del Mi, mundo conocido en el cual el (E), se fundamenta para intentar descifrar el mundo ideal (M), mundo no conocido. Maestro (2017) nos demuestra que, partiendo desde el idealismo, el autor logra implicar, con base en un racionalismo idealista, el eje angular o religioso en las obras literarias, de modo que la mitología pasa a formar parte de un mundo racional porque, en este contexto, todo irracionalismo es fruto de un racionalismo de diseño, dicho de otro modo, el irracionalismo es, así como la fantasía, resultado de la razón humana.

La literatura sofisticada o reconstructivista configura el último estadio de la Genealogía de la Literatura postulada por Maestro (2017) y reúne los tipos de conocimientos presentes en la literatura crítica o indicativa y modos de saberes irracionales o pseudoirracionales característicos de la literatura primitiva o dogmática, pero compuestos desde un racionalismo idealista constitutivo de la literatura programática o imperativa. Sólo se puede alcanzar el estadio de la literatura sofisticada o reconstructivista tras haber atravesado los linajes precedentes y contraponiéndolos a la realidad contemporánea y desde una filosofía materialista, de manera a poder contrastar de modo crítico mito y psicologismo, magia y sobrenaturalismo, religión y animismo, técnica y reconstrucción.

 

 

6

Juicio general

 

A modo de conclusión, a continuación presentaré el esquema que ofrece Maestro (2017) acerca de las secuencias que constituyen la genealogía de la literatura:

 

 


 

El esquema demuestra cómo los tipos y modos de conocimientos se ensamblan de forma a constituir las categorías genealógicas de la literatura, a partir de la secuencia número uno hasta la número cuatro, produciendo así una concatenación de términos y relaciones que permiten entender y explicar el mito, la magia, la religión y la técnica en la literatura primitiva, así como la desmitificación, el racionalismo, la filosofía y la ciencia, consecuencias de una literatura crítica, que dio lugar, a un racionalismo acrítico que hizo posible, a su vez, que el mito se transformara en ideología, la magia en pseudociencia, la religión en teología y la técnica en tecnología (expansión), constituyendo una literatura programática y, por fin, la literatura sofisticada no es más que el resultado de las tres clases que la anteceden, ya que, de modo articulado le permiten diseñarse, rescatando el mito mediante la psicología del lector; la magia a través del sobrenaturalismo antemencionado en los contenidos literarios; la religión numinosa acoplada al animismo de la naturaleza; y recrea de manera lúdica la técnica mediante la creación y recreación de nuevos modelos que puedan ser soporte de la configuración verbal y formal de las obras reconstruyendo todo tipo de materiales literarios.

Finalmente, se ha tratado de explicar a grandes rasgos, sin ser exhaustivo, la Teoría de la Literatura que se expone en la obra Crítica de la razón literaria (2017). Para ello se ha trabajado sobre el concepto de Literatura y se ha presentado, en la medida de lo posible, la Genealogía de la Literatura propuesta por Maestro (2017). Se ha tratado de insistir con fundamento en los saberes literarios, tipos y modos de conocimiento literario que dan lugar a las cuatro familias que constituyen genealógicamente a la Literatura según propone Maestro[6].

 


Bibliografía

 


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NOTAS 

[1] Platón con el concepto de symploké establece «si todo estuviera conectado con todo, o si nada estuviera conectado con nada, el conocimiento sería imposible» (Platón, Sofista 259 c-e).

[2] Para más informaciones recomiendo la lectura de Ensayos Materialistas (1972), Teoría del Cierre Categorial (1992) así como toda la obra de Gustavo Bueno y la Crítica de la razón literaria (2017) de Jesús G. Maestro.

[3] Esquema de la interpretación de la ontología literaria desde la semiología y la gnoseología materialistas (Maestro, 2017: 163).

[4] Entendemos aquí por irracional el concepto acuñado por el Diccionario Filosófico Marxista: «Lo irracional es lo no concebido por la razón, por el raciocinio, lo no expresado en conceptos lógicos» (1946: 161). Este término se utiliza generalmente para hacer referencia a los modos del saber y a las tendencias filosóficas que refutan la legitimidad de la razón «del pensamiento racional, el derecho de la ciencia al conocimiento de la verdad; que predica la primacía de la voluntad, del instinto, de la intuición y de las fuerzas e impulsos ciegos e inconscientes» (1946: 161).

[5] Esquema sobre la organización de los saberes literarios en la genealogía de la literatura (Maestro, 2017: 232).

[6] Para una lectura más detallada, véase en línea la obra Crítica de la razón literaria (Maestro, 2017-2022, 10ª edición digital definitiva), así como las obras Ensayos Materialistas (1972) y Teoría del Cierre Categorial (1992) de Gustavo Bueno.






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Crítica de la razón literaria