¿Qué es y cómo se utiliza
la Crítica de la razón literaria como Teoría de la Literatura?
Jesús G. Maestro
Universidad de Vigo
Cátedra Hispánica de Estudios Literarios
1
Postulados
fundamentales
de la Crítica de la razón
literaria
como Teoría de la Literatura de naturaleza
científica, crítica y dialéctica
La literatura es una
trampa para el que no sabe razonar. No podemos enfrentarnos a ella sin un
criterio claro sobre cómo racionalizar las ideas y conceptos objetivados
formalmente en los materiales literarios. El gran problema de la literatura,
desde hace décadas, es que no dispone apenas de intérpretes con criterios
definidos para ocuparse de ella.
Ciencia e ideología son
realidades que con frecuencia mantienen relaciones dialécticas. Las ciencias
hacen posible saberes críticos; la ideología, por su parte, suele ser un
conjunto de creencias que responde a intereses pragmáticos más inmediatos. La
ciencia se configura como una construcción operatoria, racional y categorial,
constituyente de una interpretación causal, objetiva y sistemática de la
materia. Lo operatorio es previo a lo inteligible. Por su parte, la mitología
resultará, esencialmente, una explicación ideal e imaginaria de hechos.
Finalmente, la ideología es un discurso basado en creencias, apariencias o
fenomenologías, constitutivo de un mundo social, histórico y político, cuyos
contenidos materiales están determinados básicamente por estos tres tipos de
intereses prácticos inmediatos, identificables con un gremio o grupo social,
enfrentado gregariamente a otros gremios, y cuyas formas objetivas son siempre
resultado de una sofística. La interpretación de la literatura está hoy día
prostituida por todo tipo de ideologías, renuentes a la menor posibilidad
crítica y negadoras de cualquier exigencia científica. Las universidades, lejos
de ejercer la crítica y la ciencia, han pactado con lo políticamente correcto,
se han entregado a la corrupción del conocimiento en nombre de las ideologías más
destructivas y han sustituido la ciencia por la nesciencia (Maestro, 2017).
La Crítica, consecuencia
fundamental del ejercicio de la Teoría de la Literatura, funciona aquí como un
saber conceptual o de primer grado, sobre el cual se ha de desplegar la Crítica
de la Literatura, como saber sobre ideas o de segundo grado.
Lo que no se discute no
se sabe. Pensar e interpretar es siempre pensar e interpretar contra alguien[1].
Toda teoría ha de contener la expresión negativa de una teoría anterior, de sus
proposiciones preexistentes. La idea de dialéctica en Bueno es mucho más amplia
y potente que cualquier otra de nuestro tiempo. En otras cosas, porque acaso
sea la única. La dialéctica no es figura retórica ni tropológica, como tantas
veces se entiende en filología y en hermenéutica literaria (una suerte de
pseudociencia o filosofía degenerada). La dialéctica es aquí ―en la Crítica de la razón literaria― una
figura gnoseológica de primer orden, y se considerará como un proceso de
codeterminación del significado de una Idea (A) en su confrontación con otra
Idea antitética (B), pero dado siempre a través de una Idea correlativa (C) a
ambas, la cual codetermina, esto es, organiza y permite interpretar, por
supuesto en symploké, el significado
de tales ideas relacionadas entre sí de forma racional y lógica, y, de hecho,
crítica y dialéctica.
La noción de symploké, reinterpretada por Bueno a
partir del Sofista platónico, se
convierte en la Crítica de la razón
literaria en el concepto clave de su ontología y gnoseología literarias: si
todo estuviera relacionado con todo (monismo armónico) o nada estuviera
relacionado con nada (atomismo megárico), el conocimiento sería imposible
(Platón, Sofista, 251e, 255a, 259c-e,
260b). Este concepto, esta combinación ternaria de ideas, en el ejercicio de la
Teoría de la Literatura y de la Crítica de la Literatura y, sobre todo, de la
Literatura Comparada, es imprescindible para evitar el idealismo, el
relativismo, el monismo, el irracionalismo, el megarismo y, en una palabra, la
nesciencia desde la que opera la posmodernidad.
2
Idea y concepto de literatura
La literatura como concepto exige
conocimientos científicos, saberes categoriales, saberes de primer grado,
diríamos. La literatura como idea
supone el desarrollo de una interpretación filosófica a partir de los saberes
conceptuales en tanto que saberes de primer grado. Así es como, a partir, por
un lado, de la tradición filológica y literaria hispanogrecolatina, y, por otro
lado, del materialismo filosófico de Bueno, la Crítica de la razón literaria reconoce y reinterpreta, en su máximo
rendimiento metodológico, la Teoría de la Literatura como conocimiento
científico, conceptual o categorial de los materiales literarios, y la Crítica
de la Literatura como filosofía de las ideas objetivadas formalmente en tales
materiales.
Platón, a menudo citado por sus ideas sobre la literatura ―ideas de una
pobreza extrema―, es un referente poco o nada fiable al respecto, pues apenas conoció
la obra homérica como prototipo de la esencia de lo literario, muy a diferencia
de cualquiera de nuestros contemporáneos, que tiene ante sí toda una Historia
de la Literatura de más de dos milenios y medio de vida. Téngase en cuenta,
además, que para Platón hay dos tipos de literatura solamente, las que
denominamos Literatura Programática o Imperativa (de naturaleza racional y
acrítica, destinada a confirmar los programas políticos del Estado y los
imperativos de la eutaxia) y Literatura Sofisticada o Reconstructivista, es
decir, el resto de construcciones literarias (resultado, según Platón, de la
enajenación mental de sus autores, auténticos místicos, locos, figuras irracionales,
embusteros y falsificadores de la realidad, imitadores del mundo aparente y de
los fenómenos de la caverna). Este dualismo platónico —literatura Programática
/ Sofisticada— no está entre nosotros. Platón, como Aristóteles, no es nuestro
colega. Nuestra concepción de la literatura es tetradimensional, al reconocer,
tal como se demostró en la Crítica de la
razón literaria, cuatro genealogías literarias fundamentales:
1. Literatura Primitiva o Dogmática: idealista y acrítica (Biblia, Poema de Gilgamesh, Corán…)
2. Literatura Crítica o Indicativa: crítica y racionalista (Don Quijote de la Mancha…)
3. Literatura Programática o Imperativa: racionalista y acrítica (el teatro de Bertolt Brecht…)
4. Literatura Sofisticada o Reconstructivista: pseudoirracionalista y crítica (la poesía de Juan Ramón Jiménez…)
Otra cuestión capital remite a la tetralogía espacial de la Crítica de la razón literaria, o teoría
de los cuatro espacios literarios, que hemos desarrollado a partir de la
filosofía de Bueno y de nuestra propia reinterpretación: 1) espacio
antropológico, 2) espacio ontológico, 3) espacio gnoseológico y 4) espacio
estético[2].
3
El origen de
la literatura a partir del espacio antropológico
Uno de los capítulos más importantes
de la Crítica de la razón literaria
en relación con la literatura es el que permite explicar el origen de esta
última. No conozco a nadie que se haya enfrentado con anterioridad a esta
pregunta: ¿cuál es el origen de la literatura?
El punto de partida para
esta explicación ha de tomar como premisa el concepto de espacio antropológico
y sus tres ejes (circular, radial y angular) (Bueno, 1978).
Puede afirmarse que la
literatura, desde el punto de vista del eje circular, sólo existe como tal en
las sociedades políticas organizadas como Estado, donde las relaciones
políticas entre sus miembros han hecho posible una relación entre autores,
obras, lectores e intérpretes o transductores (editores, críticos, profesores,
agentes mercantiles, etc.). De acuerdo con el eje radial, la literatura ha
experimentado evoluciones decisivas, poniendo al servicio de su difusión todo
tipo de soportes que la evolución tecnológica y científica ha hecho posible,
desde la oralidad hasta el disco compacto, pasando por la litografía, las
tablillas de cera, el papiro, el pergamino, el papel y la imprenta, y
actualmente los diversos soportes informáticos, desde el pdf hasta el libro
electrónico. Por último, desde el punto de vista del eje angular, la fuerza de
la razón, a través de disciplinas como la Filología (Valla, 1440) y la
Filosofía (Spinoza, 1670), ha permitido discutir, y negar completamente, el
estatuto de sacralidad que determinadas escrituras o textos, particularmente
los más primitivos escritos de temática religiosa, como los libros
veterotestamentarios, por ejemplo, se arrogaban de forma exclusiva y
excluyente. La literatura no es un grimorio. Talismanes,
pentáculos, filacterias y alfabetos mágicos no son materiales literarios.
Este planteamiento, sostiene la triple
tesis de que 1) la Literatura nace en
el eje angular, es decir, en el contexto de un conjunto de conocimientos
propios de culturas no desarrolladas todavía racionalmente, y que basan sus
saberes en el mito, la magia, la religión y la técnica; 2) que la Literatura se
desarrolla según la expansión radial
de los materiales literarios, es decir, de acuerdo con la aplicación racional y
científica que hace posible construir soportes de difusión y comunicación
literaria cada vez más sofisticados, desde la piedra o el papiro hasta la
imprenta o la edición electrónica; y 3) que la Literatura alcanza su máxima dimensión en el eje circular, es
decir, en aquel espacio en el que los seres humanos actúan, esto es, operan, como autores, lectores e
intérpretes o transductores (editores, críticos, promotores, difusores,
filólogos, etc.) de los materiales literarios.
De este modo es posible distinguir tres
estados fundamentales en los que se objetiva una Genealogía de la Literatura,
relativos 1) al origen de la Literatura, cuyo núcleo estaría como génesis en el eje angular (conocimientos
irracionales de las culturas bárbaras); 2) a la expansión tecnológica y
científica de los materiales literarios, dada sobre todo en el eje radial, y
cuyo cuerpo estaría constituido
histórica y estructuralmente por lo que es una Ontología de la Literatura; y 3)
al cierre categorial de los materiales literarios, es decir, a la constitución
de una Gnoseología de la Literatura, que daría cuenta de las diferentes
posibilidades de interpretar formalmente los materiales literarios (autor,
obra, lector e intérprete o transductor), y cuyo curso sólo puede apreciarse con plenitud en el contexto del eje
circular del espacio antropológico, donde el poder de determinadas
instituciones políticas, esto es, dadas en una sociedad política o Estado, es
determinante (Academia, Universidad, editoriales, prensa, teatros, Ministerios
de Cultura, Institutos de investigación, etc.). Surgen de este modo las cuatro
genealogías o linajes de la literatura, anteriormente citados, que permiten
distinguir entre literatura 1) primitiva o dogmática (irracional y acrítica),
2) crítica o indicativa (racional y crítica), 3) programática o imperativa
(racional y acrítica), y 4) sofisticada o reconstructivista (pseudoirracional y
crítica).
4
Los
materiales literarios:
autor, obra, lector e intérprete o transductor
La Literatura es una construcción humana
y racional, que se abre camino hacia la libertad a través de la lucha y el
enfrentamiento dialéctico, que utiliza signos del sistema lingüístico, a los
que confiere un valor poético o estético[3] y otorga un estatuto de
ficción, y que se desarrolla a través de un proceso comunicativo de dimensiones
históricas, geográficas y políticas, cuyas figuras fundamentales son el autor,
la obra, el lector y el intérprete o transductor.
Como construcción humana, la literatura se
sitúa en el ámbito de la antropología; como realidad
material efectivamente existente, pertenece al dominio de la ontología;
como obra de arte, constituye una
construcción en la que se objetivan valores estéticos, que exigen enjuiciarla,
desde una estética o filosofía del arte, en un espacio estético; y como discurso
lógico, en cuya materialidad se objetivan formalmente ideas y conceptos, es
susceptible de una gnoseología, es decir, de una interpretación basada en el
análisis crítico de las relaciones de conjugación —que no ruptura— entre la materia
y la forma que la constituyen como tal literatura. Hay que distinguir tres
realidades bien diferenciadas:
1) La Literatura, que es una ontología, en la cual se objetivan física (M1), psicológica (M2) y lógicamente (M3) materiales y formas literarios, construidos por un autor e interpretables por un lector y un transductor.
2) La Teoría de la Literatura, que es una ciencia categorial, la cual construye conceptos científicos destinados a la interpretación de los materiales y las formas literarias.
3) La Crítica de la Literatura, que es una filosofía, la cual dispone una organización crítica, racional y lógica (symploké) de las ideas formalizadas en los materiales literarios.
Al hablar en tales
términos, la Crítica de la razón
literaria dispone, desde ontología literaria, el cierre categorial de la
Teoría de la Literatura como ciencia destinada a la construcción, comunicación
e interpretación y transducción de los materiales literarios. Se identifican
así los cuatro términos o elementos fundamentales, cuyas relaciones cierran,
operatoriamente, todos y cada uno de los procesos literarios efectivamente
existentes a lo largo de la Genealogía y de la Historia de la Literatura: autor
→ obra → lector → intérprete o transductor. Se supera de este modo el modelo
ternario, y estático, de Jakobson (emisor, mensaje, receptor), que no supo ver,
anclado como estaba en modelos estructuralistas, formalistas y teoreticistas,
de orden popperiano, la tetradimensionalidad y el circularismo del hecho
literario que explicita la Crítica de la
razón literaria. Se supera así, desde los planteamientos metodológicos de
esta obra, y desde la tradición hispanogrecolatina, el idealismo formalista en
que rusos, alemanes, praguenses, franceses y anglosajones, entre tantos otros,
habían vivido y viven, desde hace ya más de un siglo.
5
Gnoseología
de la literatura:
hacia el cierre categorial de la Teoría de la
Literatura
En su Teoría del Cierre Categorial (1992),
Gustavo Bueno delimitó el espacio gnoseológico como
el escenario en el que tiene lugar la interpretación conceptual de los
materiales científicos constituyentes del campo categorial de una determinada
ciencia. A partir de una reinterpretación de la filosofía buenista, la Crítica de la razón literaria ha
delimitado el estatuto gnoseológico de la Teoría de la Literatura como ciencia
categorial de los materiales literarios. Como es bien sabido, el espacio
gnoseológico se dispone en tres ejes (sintáctico, semántico y pragmático), cada uno de ellos articulado a su vez en tres sectores, de los
que resulta un conjunto de nueve figuras gnoseológicas: sintácticas (Términos, Relaciones y Operaciones), semánticas (Referentes o referenciales,
Fenómenos y Esencias o estructuras) y pragmáticas
(Autologismos, Dialogismos y Normas). A su vez, los modos
de conocimiento científico pueden ser de dos tipos: trascendentes o inmanentes.
g
Los modos
de conocimiento científico trascendente son cuatro ―Descriptivismo,
Teoreticismo, Adecuacionismo y Circularismo―, y permiten identificar los
procedimientos o el modus operandi de
las ciencias desde el punto de vista de su relación entre materia y forma
(gnoseología), frente a los criterios idealistas de la epistemología kantiana,
basados en la oposición objeto / sujeto, en la que sigue enquistada toda la
crítica y teoría literaria actual, de fundamento anglosajón y luterano. Los
modos de conocimiento científico trascendente se examinan desde criterios
gnoseológicos, porque se basan en la conjugación
de los conceptos de materia y forma, frente a los criterios epistemológicos,
que conducen al idealismo, al remitir constantemente a la oposición, por lo
demás irreal y formalista, entre objeto / sujeto.
Los modos
de conocimiento científico inmanente son también cuatro ―Definiciones,
Clasificaciones, Demostraciones y Modelos―, y se disponen tomando como
referencia el eje sintáctico del espacio gnoseológico, constituido por
términos, relaciones y operaciones: los términos
constituyen los elementos que forman parte del campo categorial o científico y
lo delimitan como tal (autores, obras, lectores e intérpretes, en el caso de la
Literatura; los elementos de la tabla periódica de Mendeléiev, en la Química;
la escala cromática, como sistema dodecafónico, en teoría de la Música, etc…)
Los modos de conocimiento científico inmanente permiten explicar las relaciones operatorias entre los términos
de una ciencia, siempre desde los presupuestos de una gnoseología (conjugación
materia / forma). Al aplicar estos criterios de Bueno al estudio de la
literatura es posible fundamentar muy bien los cuatro pilares en que organizan
varios modos de interpretación literaria:
1. Las Definiciones son procedimientos determinantes, es decir, establecen Términos a partir de Términos preexistentes (T < T). Es la forma normativa de operar de las ciencias y construcciones científicas, y es, de hecho, como actúa la Teoría de la Literatura.
2. Las Clasificaciones son procedimientos estructurantes o constituyentes, es decir, dan lugar a Términos a partir de Relaciones (T < R). Es la forma habitual de desplegar teorías constructivistas o estructuralistas, como es el caso de una Teoría de los Géneros Literarios.
3. Las Demostraciones son procedimientos predicativos, explicativos o descriptivos, es decir, dan lugar a Relaciones a partir de Relaciones (R < R). En el ámbito de la investigación literaria, es el modus operandi de la Crítica de la Literatura, al proceder mediante el desarrollo de hipótesis, deducciones, o incluso inducciones o abducciones, desde las que se trata de ilustrar, ejemplificar o hacer legible, a una escala distinta de la previamente dada o preexistente, el sentido y significado de un material literario determinado.
4. Los Modelos son figuras gnoseológicas que se basan en procedimientos solidarizantes o contextualizantes, es decir, que constituyen Relaciones a partir de Términos (R < T). Es el modo operatorio en el que se basa la Literatura Comparada como metodología (por eso es un método y no una disciplina): porque a partir de los términos del campo categorial de la literatura (autor, obra, lector, transductor) establece entre ellos relaciones o, si se prefiere, comparaciones, ejecutadas o interpretadas por el comparatista en tanto que sujeto operatorio o investigador.
Por otro lado, la impugnación de las clasificaciones dicotómicas o binarias de las
Ciencias, y su reorganización en una gnoseología que distingue 6 tipos de
ciencias o metodologías, basada en la discriminación entre Metodologías
α-operatorias y Metodologías β-operatorias, en los Procesos de Progresión (progressus) y Regresión (regressus) de las Ciencias, y en el
decisivo Principio de Neutralización de Operaciones, permiten desembocar en la
más perfecta organización gnoseológica de las Ciencias que ninguna filosofía
anterior haya concebido jamás. La ciencia nunca puede ser signo de algo irreal.
Esta lucha contra las ordalías del psicologismo, hoy más que nunca, es esencial
para supervivencia de la investigación literaria. Finalmente, la Crítica de la razón literaria plantea
una interpretación de la literatura más
allá de la Teoría del Cierre Categorial (Maestro, 2019).
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¿Qué ocurre
con ficción literaria?
La Crítica de la razón literaria plantea una teoría de la ficción completamente
inédita para la Teoría de la Literatura.
La teoría literaria ha entrado en el siglo XXI basándose en una Idea
de Ficción que, durante 25 siglos —prácticamente desde la quinta centuria antes
de nuestra Era—, ha sido siempre la misma, pues se ha mantenido de forma
invariable e inalterable en la tesis —incuestionada— de que los conceptos de realidad
y ficción son separables, contrarios o incluso insolubles. Aquí
sostenemos que la idea de ficción no se opone a la de realidad, sino todo lo
contrario: ficción y realidad son conceptos conjugados o entrelazados (Bueno,
1978a). La ficción existe implicada e inserta en la realidad, es inexplicable
de espaldas a la realidad, y es factible —no solo posible— precisamente porque
la Realidad existe, y constituye la referencia fundamental de toda ficción. La ficción
es una parte esencial de la realidad.
De hecho, la realidad necesita a la ficción para sobrevivir.
Es posible identificar en la historia de
la teoría literaria tres concepciones de la idea de ficción, que la Crítica de la razón literaria permite
superar y reinterpretar desde nuevos presupuestos: 1) aristotélica o mimética,
que reduce la ficción al primer género de materia [M1]; 2) kantiana o
idealista, que reduce la ficción al segundo género de materia [M2];
y platónica, formalista o metafísica, que reduce la ficción al tercer género de
materia [M3]. Nótese que las interpretaciones que desde la teoría
literaria se han hecho de estas tres ideas de ficción pecan de descriptivismo
—en el caso de Aristóteles—, de teoreticismo —en el caso de Platón—, y de
adecuacionismo —en el caso de Kant—; en este contexto, la interpretación que
emerge del Materialismo Filosófico de Bueno es, indudablemente, circularista,
al concebir la relación entre ficción y realidad en términos conjugados y
entrelazados.
La ficción literaria no se explica desde una epistemología, porque esta
última no explica la realidad, sino la idea que de la realidad tiene el sujeto,
un sujeto no menos ideal, que se acerca a la realidad como si él no hubiera
intervenido en su construcción. La Crítica
de la razón literaria plantea una demolición de la idea aristotélica y
epistemológica de ficción literaria, por puramente descriptivista. La realidad
será, pues, la naturaleza imitada en la obra de arte mediante palabras
utilizadas por el poeta, y, en consecuencia, la obra de arte será siempre una
reproducción o imitación, más o menos verosímil, de la naturaleza o realidad.
La teoría de la literatura, desde Aristóteles hasta hoy, sigue ubicada en la
perspectiva epistemológica del autor de la Poética
a la hora de concebir y explicar la ficción de la literatura frente a la
concepción de la realidad. La Crítica de
la razón literaria impugna el enfoque epistemológico de la Idea de Ficción
en la Literatura, y advierte que Aristóteles no es nuestro colega.
La propuesta gnoseológica
es, por su parte, completamente inútil para indagar o reflexionar sobre la
cuestión de la verdad y el error, es decir, de la mentira o la ficción, fuera
del ámbito de las ciencias categoriales (Maestro, 2017; Rubinat, 2014, 2015).
La gnoseología no es competente para estudiar la cuestión de la ficción
literaria. Y no lo es por algo tan simple como el hecho evidente de que la
literatura no es una ciencia categorial. La gnoseología materialista dará
cuenta de los aciertos de la Teoría de la Literatura como ciencia de la
Literatura, cuyo objeto de conocimiento son los materiales literarios, pero no
nos sirve para explicar la idea de ficción literaria. Porque la literatura no
es objeto de verdad, sino de realidad: no se trata de saber si lo que
la literatura dice es verdadero o falso ―o posible, como pretendía
Aristóteles―, sino de si es y está o no, es decir, de si tiene o no
presencia ―y realidad― óntica. Dicho de otro modo: la literatura no es objeto
de una gnoseología, sino de una ontología.
La ficción es una materia
que carece de existencia operatoria,
y sólo dispone de existencia estructural.
La ficción no se explica ni desde la epistemología (Aristóteles o Kant) ni
desde la gnoseología (realismo), sino desde la ontología (materialismo).
Ficción literaria es la formalización literaria en términos lógicos (M3)
de unos contenidos psicológicos (M2) que carecen de operatoriedad
física (M1), pero no de existencia física o material (M1)
—puesto que los libros y el lenguaje existen realmente—, ni de existencia conceptual o estructural
(M3) —puesto que las Ideas y los Conceptos también existen
realmente—. La ficción poética es una construcción psicológica (M2)
que carece de existencia operatoria (M1) y que posee una existencia
estructural (M3). Es ficción la materialidad que carece
de existencia operatoria,
tratándose de una materialidad a la que se le atribuyen contenidos psicológicos
y fenomenológicos, y a la que, sin embargo, se convierte en
sujeto de referentes lógicos. Quede claro, pues, que no es posible salir de la
realidad para interpretar la literatura, del mismo modo que es absolutamente
necesario salir de la literatura para interpretar la realidad.
7
Teoría de los
géneros literarios
Género es el conjunto de
características comunes que pueden identificarse gnoseológicamente, es decir,
según criterios formales y materiales, entre las partes que constituyen una
totalidad. La interpretación de los géneros literarios en el espacio
gnoseológico que asume la Crítica de la
razón literaria permite ante todo distinguir entre partes y totalidades. En
Teoría de la Literatura, las partes serán determinantes
o intensionales, si permiten identificar intensionalmente los rasgos esenciales o canónicos de un Género
literario, los rasgos paradigmáticos
de una Especie literaria, o los rasgos prototípicos
de una Obra literaria particular. Las partes serán integrantes o extensionales, si permiten incorporar aditivamente a
un género literario determinado atributos
o metros, esto es, cualidades específicas dadas en otros géneros o en otras
especies (si los incorporan a una Especie se denominarán facultades, y si los incorporan a una Obra literaria particular se
llamarán prototipos). Finalmente, las
partes serán constituyentes o distintivas,
si permiten codificar las posibilidades (potencias)
de que dispone un Género para que una Especie se las pueda apropiar y potenciar
(propiedades), o para que una Obra
literaria concreta las pueda articular o desarrollar accidentalmente de forma
más o menos singular y original (accidentes).
La genología construida
por la gnoseología materialista desarrollada en la Crítica de la razón literaria se basa en la reinterpretación que
Bueno ha hecho de las esencias porfirianas
y plotinianas, como procedimientos de
clasificación de las partes constituyentes de una totalidad, con el fin de
agotar todos los contenidos dados, todos los materiales efectivamente
existentes, de modo que ningún género literario histórico, contemporáneo, o incluso
posible, pueda sustraerse a un examen holótico y completo. De este modo, las
especies de un género pueden concebirse de forma distributiva o porfiriana,
mediante ramificaciones, arborescencias o incluso escisiones y disecciones,
tomando como referencia la especie, pero también pueden interpretarse de forma atributiva o plotiniana, es decir, identificando un orden genético entre ellas, lo que equivale a tomar como referencia
el género, en tanto que en él y a su
través se engendran y generan las especies subsiguientes.
Las esencias porfirianas
identifican el género y distinguen la especie. Proceden, pues, mediante la
figura gnoseológica de la clasificación,
y operan desde el género supremo hacia la especie distintiva, es decir, se
codifican de acuerdo con la diferencia específica. Por su parte, el modelo plotiniano o atributivo responde a un planteamiento basado igualmente en la
figura gnoseológica de la clasificación, pero —frente al modelo porfiriano o
distributivo— concebida ahora atributivamente. En términos plotinianos, el género avanza porque la especie se
transforma potenciando los rasgos del género. La narración jamás
prescindirá del narrador, de modo que aunque deje de ser épica, seguirá siendo
narrativa en formas nuevas y diversas, como el cuento maravilloso o la novela
antiheroica, la novela lírica o la picaresca, el relato autobiográfico o la
novela bizantina. A su vez, en términos porfirianos, el género avanza porque la especie se transforma alejándose o
segregándose de los rasgos del género. Frente a las esencias porfirianas,
que apuestan por la codificación de la invariabilidad de los materiales
literarios, las plotinianas postulan ante todo la interpretación de los rasgos
más dinámicos, versátiles y evolutivos de los géneros literarios. Las esencias
porfirianas objetivan lo inmutable del género próximo y lo permanente de la
diferencia específica; a su vez, la esencias plotinianas potencian la
interpretación de las propiedades generadoras del género, cuyas especies, procedentes
de un tronco común, avanzan, se transforman y retransmiten ―esto es, se
transducen― preservando los rasgos del género: preservándolos, sí, pero nunca de forma inalterada. Nunca sin
cambios. Así es como una teoría de los géneros literarios basada en una
codificación porfiriana clasificará las obras literarias (Lazarillo de Tormes, La
metamorfosis, La colmena…) como
accidentes específicos (novela picaresca, novela fantástica, novela
conductista…) de un género superior y envolvente (la novela). Por su parte, una
teoría de los géneros literarios fundamentada en las esencias plotinianas
interpretará las obras literarias desde el punto de vista de su pertenencia o
implicación evolutivas en un tronco o
familia común ―la novela―, determinado por la presencia ontológica de un núcleo ―un narrador que cuenta una
fábula―, un cuerpo ―las diferentes
especies narrativas que brotan o proceden estructuralmente de ese mismo tronco
común, o genoma generador―, y un curso
―las múltiples objetivaciones históricas y geográficas en las que se han
formalizado pragmática, e incluso también políticamente, los materiales
literarios―. He aquí la solución que establece el Materialismo Filosófico de
Bueno, aplicado a la Teoría de la Literatura, y que se articula en los tres
estadios identificados como núcleo, cuerpo y curso de los géneros literarios.
En consecuencia, la poética
gnoseológica de los géneros literarios exige moverse en dos planos: a) el de la
Teoría de la Literatura, y b) el de la Crítica de la Literatura.
En el plano de la Teoría
de la Literatura (A), se distinguen, en primer lugar, en el eje sintáctico del
espacio gnoseológico, tres términos de referencia que hay que relacionar
críticamente mediante operaciones interpretativas: Género, Especie y Obra literaria. De modo semejante, en
segundo lugar, en el eje semántico habrán de identificarse tres dimensiones
dadas en la naturaleza lógico-formal (partes formales) y lógico-material
(partes materiales) de las partes que constituyen la totalidad de los géneros
literarios como categorías literarias, que se interpretarán desde una teoría
holótica en virtud de la cual el Género se objetiva esencialmente mediante determinaciones intensionales, la
Especie se objetiva accidentalmente mediante integraciones extensionales, y la Individualidad, en este caso la
Obra literaria, se singulariza y concreta mediante constituyentes distintivos. Por último, en tercer lugar, en el eje
pragmático del espacio gnoseológico el intérprete habrá de establecer un
sistema de relaciones cogenéricas
—dadas en todas las Especies del mismo Género (Eg)—, de relaciones subgenéricas —distintivas o específicas
de una Especie (E1)—, y de relaciones transgenéricas —presentes en dos o más Géneros (Gx, Gy,
Gz…)—.
En el plano de la Crítica
de la Literatura (B), se constituye el sistema de los nueve predicados
gnoseológicos de los géneros literarios: esencia
o canon, atributo o metro, potencia, paradigma, facultad, propiedad, prototipo, característica
y accidente. Estos nueve predicados
se explican desde 1) el Género, 2) la Especie y 3) la Obra individual: 1) Los
rasgos genéricos de una obra de arte
pueden predicarse genéricamente
[esencia o canon], específicamente
[atributo o metro] o singularmente
[potencia], es decir, según sus notas esenciales, intensivas o determinantes
(del género), que en efecto se predicarán, bien como tales (del género desde el
género: esencia o canon), bien como partes extensionales o integrantes (de la
especie desde el género: atributo o metro), bien como partes constituyentes o
distintivas (del individuo desde el género: potencia); 2) Los rasgos específicos de una obra de arte pueden
predicarse genéricamente [paradigma],
específicamente [facultad] o singularmente [propiedad], es decir,
según sus notas extensionales o integrantes (de la especie), que en efecto se
predicarán, bien como partes esenciales, determinantes o intensionales (del
género desde la especie: paradigma), bien como partes extensionales o
integrantes (de la especie desde la especie: facultad), bien como partes
constituyentes o distintivas (del individuo desde la especie: propiedad); y 3)
Los rasgos individuales de una obra
de arte pueden predicarse genéricamente
[prototipo], específicamente
[característica] o singularmente
[accidente], es decir, según sus notas constituyentes o distintivas (del
individuo), que en efecto se predicarán, bien como partes esenciales,
intensivas o determinantes (del género desde el individuo: prototipo), bien
como partes extensionales o integrantes (de la especie desde el individuo:
característica), bien como partes constituyentes o distintivas (del individuo
desde el individuo: accidente).
8
La Literatura
Comparada
La esencia de la Literatura Comparada,
atendiendo a su núcleo primigenio, a
su cuerpo en constante transformación
y a su curso desarrollado
históricamente, se ha fundamentado siempre en la idea de comparación. Esto es
obvio. Pero ocurre que esta idea, que resulta plenamente operativa en la relación como figura gnoseológica y en
el relator como instrumento
científico y como sujeto operatorio, remite al concepto de symploké dado entre los materiales literarios. Es en la symploké, como relación comparativa,
racional y lógica, donde se objetiva operativamente la esencia de la Literatura
Comparada como disciplina académica, como metodología literaria y como crítica
gnoseológica de la literatura. Y aquí es donde encontramos, de nuevo, la
importancia de los fundamentos de la Crítica
de la razón literaria como Teoría de la Literatura.
La Literatura Comparada es un método de
interpretación destinado a la relación
crítica de los materiales literarios,
es decir, a la formalización, conceptualizada desde criterios sistemáticos,
racionales y lógicos, de los materiales literarios dados como términos (autor,
obra, lector, transductor) en el campo categorial de la literatura.
La Literatura Comparada es una invención europea, una construcción nacionalista —imperialista,
en realidad— y una interpretación etic
de la Literatura. Su Ontología comprende 1) un Núcleo, constituido en los orígenes del proyecto comparatista, y
determinado por las poéticas de la Ilustración y el Romanticismo, la disolución
de la poética mimética, la polémica entre Clásicos
y Románticos, el liberalismo y el
pensamiento idealista, la nueva concepción romántica de la Historia, y el
desarrollo del método comparatista en las ciencias naturales; 2) un Cuerpo, configurado positivamente por el
dominio francés desde la Historia Literaria, el Hispanismo alemán como Modelo
Comparatista que no llega a universalizarse, y el dominio norteamericano
orientado hacia la Teoría Literaria; y 3) y un Curso historiográfico de la Literatura Comparada, que llega hasta
nuestras días, en que parece naufragar en el postulado posmoderno de
isovalencia de las culturas, ya que si todas
las literaturas son iguales, entonces no hay nada que comparar.
Paralelamente, de los cuatro modos de las
ciencias que, a partir de Bueno (1992), se exponen en la Crítica de la razón literaria —definiciones, clasificaciones,
demostraciones y modelos—, son estos últimos, los modelos, los que permiten dar cuenta del modus operandi de la Literatura Comparada, desde el momento en que
ésta opera mediante la comparación de materiales literarios
entre sí, es decir, mediante la relación
de términos, de modo que dados los
términos literarios (autor, obra, lector, transductor) se procede a su relación
crítica [T > R]. El contexto determinante está constituido por los
materiales externos o trascendentes, esto es, los términos que se someten a
relación: autor, obra, lector e intérprete o transductor. El contexto
determinado resultante está constituido por una serie de componentes
lógico-formales y lógico materiales, que constituyen las identidades sintéticas
en las que cristaliza la interpretación comparada de los materiales-literarios,
y que son las siguientes figuras gnoseológicas: metros, prototipos, paradigmas y cánones.
Queda así expuesto, de forma muy sumaria
y extremadamente sintética, pero asequible, el sistema general de la Crítica de la razón literaria como método
de interpretación de la literatura.
Bibliografía
- Baumgarten, Alexander Gottlieb (1750-1758), Aesthetica, Frankfurt an der Oder (2 vols.)
- Bueno, Gustavo (1978), «Sobre el concepto de espacio antropológico», El Basilisco, 5 (57-69). Reed. en El sentido de la vida. Seis lecturas de filosofía moral, Oviedo, Pentalfa, 1996 (89-114).
- Bueno, Gustavo (1978a), «Conceptos conjugados», El Basilisco, 1 (88-92).
- Bueno, Gustavo (1992), Teoría del cierre categorial, Oviedo, Pentalfa (5 vols.).
- Maestro, Jesús G. (2017), Crítica de la razón literaria, Vigo, Editorial Academia del Hispanismo (3 vols.).
- Maestro, Jesús G. (2019), «Más
allá de la Teoría del Cierre Categorial. Una interpretación no dogmática de la
Filosofía de la Ciencia del Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno», ¿Cómo
estudiar la literatura desde la ciencia y la filosofía? Interpretaciones desde
la Crítica de la razón literaria, Vigo, Editorial Academia del Hispanismo
(85-102).
- Platón, Diálogos V. Parménides, Teeteto, Sofista, Político, Madrid, Gredos, 1992 (1ª ed., 1ª reimpr.) Traducciones, introducciones y notas por María Isabel Santa Cruz, Álvaro Vallejo Campos y Néstor Luis Cordero.
- Rubinat Parellada, Ramón de (2014), Crítica de la obra literaria de Javier Cercas. Una execración razonada de la figura del intelectual, Vigo, Editorial Academia del Hispanismo.
- Rubinat Parellada, Ramón de (2015), La erudición chiflada de Javier Cercas. Crítica, desde la teoría de la literatura del materialismo filosófico, de 135 aporías cercasianas, Barcelona, Editorial Irreductible.
- Spinoza, Baruch (1670), Tratado Teológico-Político, Madrid, Alianza Editorial, 1986. Introducción, traducción, notas e índices de Atilano Domínguez.
- Valla, Lorenzo (1440), On the Donation of Constantine, Cambridge, Mass., Harvard
University Press, 2007. Ed. de G W Bowersock.
- Vico, Giambattista (1725, 1730 y 1744), Principi di una scienza nuova d'intorno alla comune natura delle nazioni, Napoli, Stamperia Muziana. Reed. en Andrea Battistini (ed.), Milano, Mondadori, 1990 (2 vols.). Trad. esp.: Ciencia nueva, Madrid, Tecnos, 1995. Introducción, traducción y notas de Rocío de la Villa.
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NOTAS
[1] La afirmación procede
de Bachelard, y Bueno la cita con frecuencia.
[2] Téngase en cuenta que la Crítica de la razón literaria (2017)
es una interpretación de la literatura desde las exigencias de la propia
literatura, y no exactamente una interpretación de la literatura desde las
exigencias del materialismo filosófico.
[3] «Estético» es término
de impronta anglosajona, acuñado por Baumgarten (1750-1758), como es bien
sabido, y propio del idealismo filosófico alemán. Es término que reemplaza en
la Edad Contemporánea al término genuinamente literario y aristotélico: poética.
Aquí nos atenemos al término original y genuino ―poética―, y si hablamos de
estética es sólo para hacer comprensible lo que en realidad hay tras la
nomenclatura «estética», una deturpación germana del original helénico. Aisthesis
es sensación, sensibilidad, percepción. Poética es construcción,
elaboración, saber adquirido por procedimientos operatorios, en la línea del
imperativo de Vico (1725) «la verdad está en los hechos» (verum est factum).
El idealismo alemán reduce kantianamente la realidad a sus efectos sensibles. Y
en ese sumidero semántico aún vivimos hoy. Es el nuevo formato de la caverna
platónica, luminosa y psicodélica, rediseñada por la ingeniería y retórica
oscurantistas y seductoras del idealismo filosófico alemán, que los hermeneutas
contemporáneos siguen adorando en el pastoforio de una filología cenicienta y
fetichista, cuyo clímax más superlativamente cínico se objetiva en la
afirmación de que el lenguaje es la casa del ser, y otras metáforas
fraudulentas y monsergas varias del mismo estilo.