11 diciembre 2021

¿Qué es y cómo se utiliza la Crítica de la razón literaria como Teoría de la Literatura?

 



¿Qué es y cómo se utiliza

la Crítica de la razón literaria como Teoría de la Literatura?


Jesús G. Maestro

Universidad de Vigo
Cátedra Hispánica de Estudios Literarios

 

 

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Postulados fundamentales
de la Crítica de la razón literaria 
como Teoría de la Literatura de naturaleza científica, crítica y dialéctica


La literatura es una trampa para el que no sabe razonar. No podemos enfrentarnos a ella sin un criterio claro sobre cómo racionalizar las ideas y conceptos objetivados formalmente en los materiales literarios. El gran problema de la literatura, desde hace décadas, es que no dispone apenas de intérpretes con criterios definidos para ocuparse de ella.

Ciencia e ideología son realidades que con frecuencia mantienen relaciones dialécticas. Las ciencias hacen posible saberes críticos; la ideología, por su parte, suele ser un conjunto de creencias que responde a intereses pragmáticos más inmediatos. La ciencia se configura como una construcción operatoria, racional y categorial, constituyente de una interpretación causal, objetiva y sistemática de la materia. Lo operatorio es previo a lo inteligible. Por su parte, la mitología resultará, esencialmente, una explicación ideal e imaginaria de hechos. Finalmente, la ideología es un discurso basado en creencias, apariencias o fenomenologías, constitutivo de un mundo social, histórico y político, cuyos contenidos materiales están determinados básicamente por estos tres tipos de intereses prácticos inmediatos, identificables con un gremio o grupo social, enfrentado gregariamente a otros gremios, y cuyas formas objetivas son siempre resultado de una sofística. La interpretación de la literatura está hoy día prostituida por todo tipo de ideologías, renuentes a la menor posibilidad crítica y negadoras de cualquier exigencia científica. Las universidades, lejos de ejercer la crítica y la ciencia, han pactado con lo políticamente correcto, se han entregado a la corrupción del conocimiento en nombre de las ideologías más destructivas y han sustituido la ciencia por la nesciencia (Maestro, 2017).

La Crítica, consecuencia fundamental del ejercicio de la Teoría de la Literatura, funciona aquí como un saber conceptual o de primer grado, sobre el cual se ha de desplegar la Crítica de la Literatura, como saber sobre ideas o de segundo grado.

Lo que no se discute no se sabe. Pensar e interpretar es siempre pensar e interpretar contra alguien[1]. Toda teoría ha de contener la expresión negativa de una teoría anterior, de sus proposiciones preexistentes. La idea de dialéctica en Bueno es mucho más amplia y potente que cualquier otra de nuestro tiempo. En otras cosas, porque acaso sea la única. La dialéctica no es figura retórica ni tropológica, como tantas veces se entiende en filología y en hermenéutica literaria (una suerte de pseudociencia o filosofía degenerada). La dialéctica es aquí ―en la Crítica de la razón literaria― una figura gnoseológica de primer orden, y se considerará como un proceso de codeterminación del significado de una Idea (A) en su confrontación con otra Idea antitética (B), pero dado siempre a través de una Idea correlativa (C) a ambas, la cual codetermina, esto es, organiza y permite interpretar, por supuesto en symploké, el significado de tales ideas relacionadas entre sí de forma racional y lógica, y, de hecho, crítica y dialéctica.

La noción de symploké, reinterpretada por Bueno a partir del Sofista platónico, se convierte en la Crítica de la razón literaria en el concepto clave de su ontología y gnoseología literarias: si todo estuviera relacionado con todo (monismo armónico) o nada estuviera relacionado con nada (atomismo megárico), el conocimiento sería imposible (Platón, Sofista, 251e, 255a, 259c-e, 260b). Este concepto, esta combinación ternaria de ideas, en el ejercicio de la Teoría de la Literatura y de la Crítica de la Literatura y, sobre todo, de la Literatura Comparada, es imprescindible para evitar el idealismo, el relativismo, el monismo, el irracionalismo, el megarismo y, en una palabra, la nesciencia desde la que opera la posmodernidad.

 

 

2

Idea y concepto de literatura


La literatura como concepto exige conocimientos científicos, saberes categoriales, saberes de primer grado, diríamos. La literatura como idea supone el desarrollo de una interpretación filosófica a partir de los saberes conceptuales en tanto que saberes de primer grado. Así es como, a partir, por un lado, de la tradición filológica y literaria hispanogrecolatina, y, por otro lado, del materialismo filosófico de Bueno, la Crítica de la razón literaria reconoce y reinterpreta, en su máximo rendimiento metodológico, la Teoría de la Literatura como conocimiento científico, conceptual o categorial de los materiales literarios, y la Crítica de la Literatura como filosofía de las ideas objetivadas formalmente en tales materiales.

Platón, a menudo citado por sus ideas sobre la literatura ―ideas de una pobreza extrema―, es un referente poco o nada fiable al respecto, pues apenas conoció la obra homérica como prototipo de la esencia de lo literario, muy a diferencia de cualquiera de nuestros contemporáneos, que tiene ante sí toda una Historia de la Literatura de más de dos milenios y medio de vida. Téngase en cuenta, además, que para Platón hay dos tipos de literatura solamente, las que denominamos Literatura Programática o Imperativa (de naturaleza racional y acrítica, destinada a confirmar los programas políticos del Estado y los imperativos de la eutaxia) y Literatura Sofisticada o Reconstructivista, es decir, el resto de construcciones literarias (resultado, según Platón, de la enajenación mental de sus autores, auténticos místicos, locos, figuras irracionales, embusteros y falsificadores de la realidad, imitadores del mundo aparente y de los fenómenos de la caverna). Este dualismo platónico —literatura Programática / Sofisticada— no está entre nosotros. Platón, como Aristóteles, no es nuestro colega. Nuestra concepción de la literatura es tetradimensional, al reconocer, tal como se demostró en la Crítica de la razón literaria, cuatro genealogías literarias fundamentales:

 

1. Literatura Primitiva o Dogmática: idealista y acrítica (Biblia, Poema de Gilgamesh, Corán…)

2. Literatura Crítica o Indicativa: crítica y racionalista (Don Quijote de la Mancha…)

3. Literatura Programática o Imperativa: racionalista y acrítica (el teatro de Bertolt Brecht…)

4. Literatura Sofisticada o Reconstructivista: pseudoirracionalista y crítica (la poesía de Juan Ramón Jiménez…)

 

Otra cuestión capital remite a la tetralogía espacial de la Crítica de la razón literaria, o teoría de los cuatro espacios literarios, que hemos desarrollado a partir de la filosofía de Bueno y de nuestra propia reinterpretación: 1) espacio antropológico, 2) espacio ontológico, 3) espacio gnoseológico y 4) espacio estético[2].

 

 

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El origen de la literatura a partir del espacio antropológico

 

Uno de los capítulos más importantes de la Crítica de la razón literaria en relación con la literatura es el que permite explicar el origen de esta última. No conozco a nadie que se haya enfrentado con anterioridad a esta pregunta: ¿cuál es el origen de la literatura?

El punto de partida para esta explicación ha de tomar como premisa el concepto de espacio antropológico y sus tres ejes (circular, radial y angular) (Bueno, 1978).

Puede afirmarse que la literatura, desde el punto de vista del eje circular, sólo existe como tal en las sociedades políticas organizadas como Estado, donde las relaciones políticas entre sus miembros han hecho posible una relación entre autores, obras, lectores e intérpretes o transductores (editores, críticos, profesores, agentes mercantiles, etc.). De acuerdo con el eje radial, la literatura ha experimentado evoluciones decisivas, poniendo al servicio de su difusión todo tipo de soportes que la evolución tecnológica y científica ha hecho posible, desde la oralidad hasta el disco compacto, pasando por la litografía, las tablillas de cera, el papiro, el pergamino, el papel y la imprenta, y actualmente los diversos soportes informáticos, desde el pdf hasta el libro electrónico. Por último, desde el punto de vista del eje angular, la fuerza de la razón, a través de disciplinas como la Filología (Valla, 1440) y la Filosofía (Spinoza, 1670), ha permitido discutir, y negar completamente, el estatuto de sacralidad que determinadas escrituras o textos, particularmente los más primitivos escritos de temática religiosa, como los libros veterotestamentarios, por ejemplo, se arrogaban de forma exclusiva y excluyente. La literatura no es un grimorio. Talismanes, pentáculos, filacterias y alfabetos mágicos no son materiales literarios.

Este planteamiento, sostiene la triple tesis de que 1) la Literatura nace en el eje angular, es decir, en el contexto de un conjunto de conocimientos propios de culturas no desarrolladas todavía racionalmente, y que basan sus saberes en el mito, la magia, la religión y la técnica; 2) que la Literatura se desarrolla según la expansión radial de los materiales literarios, es decir, de acuerdo con la aplicación racional y científica que hace posible construir soportes de difusión y comunicación literaria cada vez más sofisticados, desde la piedra o el papiro hasta la imprenta o la edición electrónica; y 3) que la Literatura alcanza su máxima dimensión en el eje circular, es decir, en aquel espacio en el que los seres humanos actúan, esto es, operan, como autores, lectores e intérpretes o transductores (editores, críticos, promotores, difusores, filólogos, etc.) de los materiales literarios.

De este modo es posible distinguir tres estados fundamentales en los que se objetiva una Genealogía de la Literatura, relativos 1) al origen de la Literatura, cuyo núcleo estaría como génesis en el eje angular (conocimientos irracionales de las culturas bárbaras); 2) a la expansión tecnológica y científica de los materiales literarios, dada sobre todo en el eje radial, y cuyo cuerpo estaría constituido histórica y estructuralmente por lo que es una Ontología de la Literatura; y 3) al cierre categorial de los materiales literarios, es decir, a la constitución de una Gnoseología de la Literatura, que daría cuenta de las diferentes posibilidades de interpretar formalmente los materiales literarios (autor, obra, lector e intérprete o transductor), y cuyo curso sólo puede apreciarse con plenitud en el contexto del eje circular del espacio antropológico, donde el poder de determinadas instituciones políticas, esto es, dadas en una sociedad política o Estado, es determinante (Academia, Universidad, editoriales, prensa, teatros, Ministerios de Cultura, Institutos de investigación, etc.). Surgen de este modo las cuatro genealogías o linajes de la literatura, anteriormente citados, que permiten distinguir entre literatura 1) primitiva o dogmática (irracional y acrítica), 2) crítica o indicativa (racional y crítica), 3) programática o imperativa (racional y acrítica), y 4) sofisticada o reconstructivista (pseudoirracional y crítica).

 

 

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Los materiales literarios: 
autor, obra, lector e intérprete o transductor

 

La Literatura es una construcción humana y racional, que se abre camino hacia la libertad a través de la lucha y el enfrentamiento dialéctico, que utiliza signos del sistema lingüístico, a los que confiere un valor poético o estético[3] y otorga un estatuto de ficción, y que se desarrolla a través de un proceso comunicativo de dimensiones históricas, geográficas y políticas, cuyas figuras fundamentales son el autor, la obra, el lector y el intérprete o transductor.

Como construcción humana, la literatura se sitúa en el ámbito de la antropología; como realidad material efectivamente existente, pertenece al dominio de la ontología; como obra de arte, constituye una construcción en la que se objetivan valores estéticos, que exigen enjuiciarla, desde una estética o filosofía del arte, en un espacio estético; y como discurso lógico, en cuya materialidad se objetivan formalmente ideas y conceptos, es susceptible de una gnoseología, es decir, de una interpretación basada en el análisis crítico de las relaciones de conjugación —que no ruptura— entre la materia y la forma que la constituyen como tal literatura. Hay que distinguir tres realidades bien diferenciadas:

 

1) La Literatura, que es una ontología, en la cual se objetivan física (M1), psicológica (M2) y lógicamente (M3) materiales y formas literarios, construidos por un autor e interpretables por un lector y un transductor.

2) La Teoría de la Literatura, que es una ciencia categorial, la cual construye conceptos científicos destinados a la interpretación de los materiales y las formas literarias.

3) La Crítica de la Literatura, que es una filosofía, la cual dispone una organización crítica, racional y lógica (symploké) de las ideas formalizadas en los materiales literarios.

 

Al hablar en tales términos, la Crítica de la razón literaria dispone, desde ontología literaria, el cierre categorial de la Teoría de la Literatura como ciencia destinada a la construcción, comunicación e interpretación y transducción de los materiales literarios. Se identifican así los cuatro términos o elementos fundamentales, cuyas relaciones cierran, operatoriamente, todos y cada uno de los procesos literarios efectivamente existentes a lo largo de la Genealogía y de la Historia de la Literatura: autor → obra → lector → intérprete o transductor. Se supera de este modo el modelo ternario, y estático, de Jakobson (emisor, mensaje, receptor), que no supo ver, anclado como estaba en modelos estructuralistas, formalistas y teoreticistas, de orden popperiano, la tetradimensionalidad y el circularismo del hecho literario que explicita la Crítica de la razón literaria. Se supera así, desde los planteamientos metodológicos de esta obra, y desde la tradición hispanogrecolatina, el idealismo formalista en que rusos, alemanes, praguenses, franceses y anglosajones, entre tantos otros, habían vivido y viven, desde hace ya más de un siglo.

 

 

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Gnoseología de la literatura: 
hacia el cierre categorial de la Teoría de la Literatura

 

En su Teoría del Cierre Categorial (1992), Gustavo Bueno delimitó el espacio gnoseológico como el escenario en el que tiene lugar la interpretación conceptual de los materiales científicos constituyentes del campo categorial de una determinada ciencia. A partir de una reinterpretación de la filosofía buenista, la Crítica de la razón literaria ha delimitado el estatuto gnoseológico de la Teoría de la Literatura como ciencia categorial de los materiales literarios. Como es bien sabido, el espacio gnoseológico se dispone en tres ejes (sintáctico, semántico y pragmático), cada uno de ellos articulado a su vez en tres sectores, de los que resulta un conjunto de nueve figuras gnoseológicas: sintácticas (Términos, Relaciones y Operaciones), semánticas (Referentes o referenciales, Fenómenos y Esencias o estructuras) y pragmáticas (Autologismos, Dialogismos y Normas). A su vez, los modos de conocimiento científico pueden ser de dos tipos: trascendentes o inmanentes. g

Los modos de conocimiento científico trascendente son cuatro ―Descriptivismo, Teoreticismo, Adecuacionismo y Circularismo―, y permiten identificar los procedimientos o el modus operandi de las ciencias desde el punto de vista de su relación entre materia y forma (gnoseología), frente a los criterios idealistas de la epistemología kantiana, basados en la oposición objeto / sujeto, en la que sigue enquistada toda la crítica y teoría literaria actual, de fundamento anglosajón y luterano. Los modos de conocimiento científico trascendente se examinan desde criterios gnoseológicos, porque se basan en la conjugación de los conceptos de materia y forma, frente a los criterios epistemológicos, que conducen al idealismo, al remitir constantemente a la oposición, por lo demás irreal y formalista, entre objeto / sujeto.

Los modos de conocimiento científico inmanente son también cuatro ―Definiciones, Clasificaciones, Demostraciones y Modelos―, y se disponen tomando como referencia el eje sintáctico del espacio gnoseológico, constituido por términos, relaciones y operaciones: los términos constituyen los elementos que forman parte del campo categorial o científico y lo delimitan como tal (autores, obras, lectores e intérpretes, en el caso de la Literatura; los elementos de la tabla periódica de Mendeléiev, en la Química; la escala cromática, como sistema dodecafónico, en teoría de la Música, etc…) Los modos de conocimiento científico inmanente permiten explicar las relaciones operatorias entre los términos de una ciencia, siempre desde los presupuestos de una gnoseología (conjugación materia / forma). Al aplicar estos criterios de Bueno al estudio de la literatura es posible fundamentar muy bien los cuatro pilares en que organizan varios modos de interpretación literaria:

 

1. Las Definiciones son procedimientos determinantes, es decir, establecen Términos a partir de Términos preexistentes (T < T). Es la forma normativa de operar de las ciencias y construcciones científicas, y es, de hecho, como actúa la Teoría de la Literatura.

2. Las Clasificaciones son procedimientos estructurantes o constituyentes, es decir, dan lugar a Términos a partir de Relaciones (T < R). Es la forma habitual de desplegar teorías constructivistas o estructuralistas, como es el caso de una Teoría de los Géneros Literarios.

3. Las Demostraciones son procedimientos predicativos, explicativos o descriptivos, es decir, dan lugar a Relaciones a partir de Relaciones (R < R). En el ámbito de la investigación literaria, es el modus operandi de la Crítica de la Literatura, al proceder mediante el desarrollo de hipótesis, deducciones, o incluso inducciones o abducciones, desde las que se trata de ilustrar, ejemplificar o hacer legible, a una escala distinta de la previamente dada o preexistente, el sentido y significado de un material literario determinado.

4. Los Modelos son figuras gnoseológicas que se basan en procedimientos solidarizantes o contextualizantes, es decir, que constituyen Relaciones a partir de Términos (R < T). Es el modo operatorio en el que se basa la Literatura Comparada como metodología (por eso es un método y no una disciplina): porque a partir de los términos del campo categorial de la literatura (autor, obra, lector, transductor) establece entre ellos relaciones o, si se prefiere, comparaciones, ejecutadas o interpretadas por el comparatista en tanto que sujeto operatorio o investigador.

 

Por otro lado, la impugnación de las clasificaciones dicotómicas o binarias de las Ciencias, y su reorganización en una gnoseología que distingue 6 tipos de ciencias o metodologías, basada en la discriminación entre Metodologías α-operatorias y Metodologías β-operatorias, en los Procesos de Progresión (progressus) y Regresión (regressus) de las Ciencias, y en el decisivo Principio de Neutralización de Operaciones, permiten desembocar en la más perfecta organización gnoseológica de las Ciencias que ninguna filosofía anterior haya concebido jamás. La ciencia nunca puede ser signo de algo irreal. Esta lucha contra las ordalías del psicologismo, hoy más que nunca, es esencial para supervivencia de la investigación literaria. Finalmente, la Crítica de la razón literaria plantea una interpretación de la literatura más allá de la Teoría del Cierre Categorial (Maestro, 2019).

 

 

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¿Qué ocurre con ficción literaria?

 

La Crítica de la razón literaria plantea una teoría de la ficción completamente inédita para la Teoría de la Literatura.

La teoría literaria ha entrado en el siglo XXI basándose en una Idea de Ficción que, durante 25 siglos —prácticamente desde la quinta centuria antes de nuestra Era—, ha sido siempre la misma, pues se ha mantenido de forma invariable e inalterable en la tesis —incuestionada— de que los conceptos de realidad y ficción son separables, contrarios o incluso insolubles. Aquí sostenemos que la idea de ficción no se opone a la de realidad, sino todo lo contrario: ficción y realidad son conceptos conjugados o entrelazados (Bueno, 1978a). La ficción existe implicada e inserta en la realidad, es inexplicable de espaldas a la realidad, y es factible —no solo posible— precisamente porque la Realidad existe, y constituye la referencia fundamental de toda ficción. La ficción es una parte esencial de la realidad. De hecho, la realidad necesita a la ficción para sobrevivir.

Es posible identificar en la historia de la teoría literaria tres concepciones de la idea de ficción, que la Crítica de la razón literaria permite superar y reinterpretar desde nuevos presupuestos: 1) aristotélica o mimética, que reduce la ficción al primer género de materia [M1]; 2) kantiana o idealista, que reduce la ficción al segundo género de materia [M2]; y platónica, formalista o metafísica, que reduce la ficción al tercer género de materia [M3]. Nótese que las interpretaciones que desde la teoría literaria se han hecho de estas tres ideas de ficción pecan de descriptivismo —en el caso de Aristóteles—, de teoreticismo —en el caso de Platón—, y de adecuacionismo —en el caso de Kant—; en este contexto, la interpretación que emerge del Materialismo Filosófico de Bueno es, indudablemente, circularista, al concebir la relación entre ficción y realidad en términos conjugados y entrelazados.

La ficción literaria no se explica desde una epistemología, porque esta última no explica la realidad, sino la idea que de la realidad tiene el sujeto, un sujeto no menos ideal, que se acerca a la realidad como si él no hubiera intervenido en su construcción. La Crítica de la razón literaria plantea una demolición de la idea aristotélica y epistemológica de ficción literaria, por puramente descriptivista. La realidad será, pues, la naturaleza imitada en la obra de arte mediante palabras utilizadas por el poeta, y, en consecuencia, la obra de arte será siempre una reproducción o imitación, más o menos verosímil, de la naturaleza o realidad. La teoría de la literatura, desde Aristóteles hasta hoy, sigue ubicada en la perspectiva epistemológica del autor de la Poética a la hora de concebir y explicar la ficción de la literatura frente a la concepción de la realidad. La Crítica de la razón literaria impugna el enfoque epistemológico de la Idea de Ficción en la Literatura, y advierte que Aristóteles no es nuestro colega.

La propuesta gnoseológica es, por su parte, completamente inútil para indagar o reflexionar sobre la cuestión de la verdad y el error, es decir, de la mentira o la ficción, fuera del ámbito de las ciencias categoriales (Maestro, 2017; Rubinat, 2014, 2015). La gnoseología no es competente para estudiar la cuestión de la ficción literaria. Y no lo es por algo tan simple como el hecho evidente de que la literatura no es una ciencia categorial. La gnoseología materialista dará cuenta de los aciertos de la Teoría de la Literatura como ciencia de la Literatura, cuyo objeto de conocimiento son los materiales literarios, pero no nos sirve para explicar la idea de ficción literaria. Porque la literatura no es objeto de verdad, sino de realidad: no se trata de saber si lo que la literatura dice es verdadero o falso ―o posible, como pretendía Aristóteles―, sino de si es y está o no, es decir, de si tiene o no presencia ―y realidad― óntica. Dicho de otro modo: la literatura no es objeto de una gnoseología, sino de una ontología.

La ficción es una materia que carece de existencia operatoria, y sólo dispone de existencia estructural. La ficción no se explica ni desde la epistemología (Aristóteles o Kant) ni desde la gnoseología (realismo), sino desde la ontología (materialismo). Ficción literaria es la formalización literaria en términos lógicos (M3) de unos contenidos psicológicos (M2) que carecen de operatoriedad física (M1), pero no de existencia física o material (M1) —puesto que los libros y el lenguaje existen realmente—, ni de existencia conceptual o estructural (M3) —puesto que las Ideas y los Conceptos también existen realmente—. La ficción poética es una construcción psicológica (M2) que carece de existencia operatoria (M1) y que posee una existencia estructural (M3). Es ficción la materialidad que carece de existencia operatoria, tratándose de una materialidad a la que se le atribuyen contenidos psicológicos y fenomenológicos, y a la que, sin embargo, se convierte en sujeto de referentes lógicos. Quede claro, pues, que no es posible salir de la realidad para interpretar la literatura, del mismo modo que es absolutamente necesario salir de la literatura para interpretar la realidad.

 

 

7

Teoría de los géneros literarios

 

Género es el conjunto de características comunes que pueden identificarse gnoseológicamente, es decir, según criterios formales y materiales, entre las partes que constituyen una totalidad. La interpretación de los géneros literarios en el espacio gnoseológico que asume la Crítica de la razón literaria permite ante todo distinguir entre partes y totalidades. En Teoría de la Literatura, las partes serán determinantes o intensionales, si permiten identificar intensionalmente los rasgos esenciales o canónicos de un Género literario, los rasgos paradigmáticos de una Especie literaria, o los rasgos prototípicos de una Obra literaria particular. Las partes serán integrantes o extensionales, si permiten incorporar aditivamente a un género literario determinado atributos o metros, esto es, cualidades específicas dadas en otros géneros o en otras especies (si los incorporan a una Especie se denominarán facultades, y si los incorporan a una Obra literaria particular se llamarán prototipos). Finalmente, las partes serán constituyentes o distintivas, si permiten codificar las posibilidades (potencias) de que dispone un Género para que una Especie se las pueda apropiar y potenciar (propiedades), o para que una Obra literaria concreta las pueda articular o desarrollar accidentalmente de forma más o menos singular y original (accidentes).

La genología construida por la gnoseología materialista desarrollada en la Crítica de la razón literaria se basa en la reinterpretación que Bueno ha hecho de las esencias porfirianas y plotinianas, como procedimientos de clasificación de las partes constituyentes de una totalidad, con el fin de agotar todos los contenidos dados, todos los materiales efectivamente existentes, de modo que ningún género literario histórico, contemporáneo, o incluso posible, pueda sustraerse a un examen holótico y completo. De este modo, las especies de un género pueden concebirse de forma distributiva o porfiriana, mediante ramificaciones, arborescencias o incluso escisiones y disecciones, tomando como referencia la especie, pero también pueden interpretarse de forma atributiva o plotiniana, es decir, identificando un orden genético entre ellas, lo que equivale a tomar como referencia el género, en tanto que en él y a su través se engendran y generan las especies subsiguientes.

Las esencias porfirianas identifican el género y distinguen la especie. Proceden, pues, mediante la figura gnoseológica de la clasificación, y operan desde el género supremo hacia la especie distintiva, es decir, se codifican de acuerdo con la diferencia específica. Por su parte, el modelo plotiniano o atributivo responde a un planteamiento basado igualmente en la figura gnoseológica de la clasificación, pero —frente al modelo porfiriano o distributivo— concebida ahora atributivamente. En términos plotinianos, el género avanza porque la especie se transforma potenciando los rasgos del género. La narración jamás prescindirá del narrador, de modo que aunque deje de ser épica, seguirá siendo narrativa en formas nuevas y diversas, como el cuento maravilloso o la novela antiheroica, la novela lírica o la picaresca, el relato autobiográfico o la novela bizantina. A su vez, en términos porfirianos, el género avanza porque la especie se transforma alejándose o segregándose de los rasgos del género. Frente a las esencias porfirianas, que apuestan por la codificación de la invariabilidad de los materiales literarios, las plotinianas postulan ante todo la interpretación de los rasgos más dinámicos, versátiles y evolutivos de los géneros literarios. Las esencias porfirianas objetivan lo inmutable del género próximo y lo permanente de la diferencia específica; a su vez, la esencias plotinianas potencian la interpretación de las propiedades generadoras del género, cuyas especies, procedentes de un tronco común, avanzan, se transforman y retransmiten ―esto es, se transducen― preservando los rasgos del género: preservándolos, sí, pero nunca de forma inalterada. Nunca sin cambios. Así es como una teoría de los géneros literarios basada en una codificación porfiriana clasificará las obras literarias (Lazarillo de Tormes, La metamorfosis, La colmena…) como accidentes específicos (novela picaresca, novela fantástica, novela conductista…) de un género superior y envolvente (la novela). Por su parte, una teoría de los géneros literarios fundamentada en las esencias plotinianas interpretará las obras literarias desde el punto de vista de su pertenencia o implicación evolutivas en un tronco o familia común ―la novela―, determinado por la presencia ontológica de un núcleo ―un narrador que cuenta una fábula―, un cuerpo ―las diferentes especies narrativas que brotan o proceden estructuralmente de ese mismo tronco común, o genoma generador―, y un curso ―las múltiples objetivaciones históricas y geográficas en las que se han formalizado pragmática, e incluso también políticamente, los materiales literarios―. He aquí la solución que establece el Materialismo Filosófico de Bueno, aplicado a la Teoría de la Literatura, y que se articula en los tres estadios identificados como núcleo, cuerpo y curso de los géneros literarios.

En consecuencia, la poética gnoseológica de los géneros literarios exige moverse en dos planos: a) el de la Teoría de la Literatura, y b) el de la Crítica de la Literatura.

En el plano de la Teoría de la Literatura (A), se distinguen, en primer lugar, en el eje sintáctico del espacio gnoseológico, tres términos de referencia que hay que relacionar críticamente mediante operaciones interpretativas: Género, Especie y Obra literaria. De modo semejante, en segundo lugar, en el eje semántico habrán de identificarse tres dimensiones dadas en la naturaleza lógico-formal (partes formales) y lógico-material (partes materiales) de las partes que constituyen la totalidad de los géneros literarios como categorías literarias, que se interpretarán desde una teoría holótica en virtud de la cual el Género se objetiva esencialmente mediante determinaciones intensionales, la Especie se objetiva accidentalmente mediante integraciones extensionales, y la Individualidad, en este caso la Obra literaria, se singulariza y concreta mediante constituyentes distintivos. Por último, en tercer lugar, en el eje pragmático del espacio gnoseológico el intérprete habrá de establecer un sistema de relaciones cogenéricas —dadas en todas las Especies del mismo Género (Eg)—, de relaciones subgenéricas —distintivas o específicas de una Especie (E1)—, y de relaciones transgenéricas —presentes en dos o más Géneros (Gx, Gy, Gz…)—.

En el plano de la Crítica de la Literatura (B), se constituye el sistema de los nueve predicados gnoseológicos de los géneros literarios: esencia o canon, atributo o metro, potencia, paradigma, facultad, propiedad, prototipo, característica y accidente. Estos nueve predicados se explican desde 1) el Género, 2) la Especie y 3) la Obra individual: 1) Los rasgos genéricos de una obra de arte pueden predicarse genéricamente [esencia o canon], específicamente [atributo o metro] o singularmente [potencia], es decir, según sus notas esenciales, intensivas o determinantes (del género), que en efecto se predicarán, bien como tales (del género desde el género: esencia o canon), bien como partes extensionales o integrantes (de la especie desde el género: atributo o metro), bien como partes constituyentes o distintivas (del individuo desde el género: potencia); 2) Los rasgos específicos de una obra de arte pueden predicarse genéricamente [paradigma], específicamente [facultad] o singularmente [propiedad], es decir, según sus notas extensionales o integrantes (de la especie), que en efecto se predicarán, bien como partes esenciales, determinantes o intensionales (del género desde la especie: paradigma), bien como partes extensionales o integrantes (de la especie desde la especie: facultad), bien como partes constituyentes o distintivas (del individuo desde la especie: propiedad); y 3) Los rasgos individuales de una obra de arte pueden predicarse genéricamente [prototipo], específicamente [característica] o singularmente [accidente], es decir, según sus notas constituyentes o distintivas (del individuo), que en efecto se predicarán, bien como partes esenciales, intensivas o determinantes (del género desde el individuo: prototipo), bien como partes extensionales o integrantes (de la especie desde el individuo: característica), bien como partes constituyentes o distintivas (del individuo desde el individuo: accidente).

 

 

8

La Literatura Comparada

 

La esencia de la Literatura Comparada, atendiendo a su núcleo primigenio, a su cuerpo en constante transformación y a su curso desarrollado históricamente, se ha fundamentado siempre en la idea de comparación. Esto es obvio. Pero ocurre que esta idea, que resulta plenamente operativa en la relación como figura gnoseológica y en el relator como instrumento científico y como sujeto operatorio, remite al concepto de symploké dado entre los materiales literarios. Es en la symploké, como relación comparativa, racional y lógica, donde se objetiva operativamente la esencia de la Literatura Comparada como disciplina académica, como metodología literaria y como crítica gnoseológica de la literatura. Y aquí es donde encontramos, de nuevo, la importancia de los fundamentos de la Crítica de la razón literaria como Teoría de la Literatura.

La Literatura Comparada es un método de interpretación destinado a la relación crítica de los materiales literarios, es decir, a la formalización, conceptualizada desde criterios sistemáticos, racionales y lógicos, de los materiales literarios dados como términos (autor, obra, lector, transductor) en el campo categorial de la literatura.

La Literatura Comparada es una invención europea, una construcción nacionalista —imperialista, en realidad— y una interpretación etic de la Literatura. Su Ontología comprende 1) un Núcleo, constituido en los orígenes del proyecto comparatista, y determinado por las poéticas de la Ilustración y el Romanticismo, la disolución de la poética mimética, la polémica entre Clásicos y Románticos, el liberalismo y el pensamiento idealista, la nueva concepción romántica de la Historia, y el desarrollo del método comparatista en las ciencias naturales; 2) un Cuerpo, configurado positivamente por el dominio francés desde la Historia Literaria, el Hispanismo alemán como Modelo Comparatista que no llega a universalizarse, y el dominio norteamericano orientado hacia la Teoría Literaria; y 3) y un Curso historiográfico de la Literatura Comparada, que llega hasta nuestras días, en que parece naufragar en el postulado posmoderno de isovalencia de las culturas, ya que si todas las literaturas son iguales, entonces no hay nada que comparar.

Paralelamente, de los cuatro modos de las ciencias que, a partir de Bueno (1992), se exponen en la Crítica de la razón literaria —definiciones, clasificaciones, demostraciones y modelos—, son estos últimos, los modelos, los que permiten dar cuenta del modus operandi de la Literatura Comparada, desde el momento en que ésta opera mediante la comparación de materiales literarios entre sí, es decir, mediante la relación de términos, de modo que dados los términos literarios (autor, obra, lector, transductor) se procede a su relación crítica [T > R]. El contexto determinante está constituido por los materiales externos o trascendentes, esto es, los términos que se someten a relación: autor, obra, lector e intérprete o transductor. El contexto determinado resultante está constituido por una serie de componentes lógico-formales y lógico materiales, que constituyen las identidades sintéticas en las que cristaliza la interpretación comparada de los materiales-literarios, y que son las siguientes figuras gnoseológicas: metros, prototipos, paradigmas y cánones.

Queda así expuesto, de forma muy sumaria y extremadamente sintética, pero asequible, el sistema general de la Crítica de la razón literaria como método de interpretación de la literatura.

 

 

 

Bibliografía

 

  • Baumgarten, Alexander Gottlieb (1750-1758), Aesthetica, Frankfurt an der Oder (2 vols.)
  • Bueno, Gustavo (1978), «Sobre el concepto de espacio antropológico», El Basilisco, 5 (57-69). Reed. en El sentido de la vida. Seis lecturas de filosofía moral, Oviedo, Pentalfa, 1996 (89-114).
  • Bueno, Gustavo (1978a), «Conceptos conjugados», El Basilisco, 1 (88-92).
  • Bueno, Gustavo (1992), Teoría del cierre categorial, Oviedo, Pentalfa (5 vols.).
  • Maestro, Jesús G. (2017), Crítica de la razón literaria, Vigo, Editorial Academia del Hispanismo (3 vols.).
  • Maestro, Jesús G. (2019), «Más allá de la Teoría del Cierre Categorial. Una interpretación no dogmática de la Filosofía de la Ciencia del Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno», ¿Cómo estudiar la literatura desde la ciencia y la filosofía? Interpretaciones desde la Crítica de la razón literaria, Vigo, Editorial Academia del Hispanismo (85-102).
  • Platón, Diálogos V. Parménides, Teeteto, Sofista, Político, Madrid, Gredos, 1992 (1ª ed., 1ª reimpr.) Traducciones, introducciones y notas por María Isabel Santa Cruz, Álvaro Vallejo Campos y Néstor Luis Cordero.
  • Rubinat Parellada, Ramón de (2014), Crítica de la obra literaria de Javier Cercas. Una execración razonada de la figura del intelectual, Vigo, Editorial Academia del Hispanismo.
  • Rubinat Parellada, Ramón de (2015), La erudición chiflada de Javier Cercas. Crítica, desde la teoría de la literatura del materialismo filosófico, de 135 aporías cercasianas, Barcelona, Editorial Irreductible.
  • Spinoza, Baruch (1670), Tratado Teológico-Político, Madrid, Alianza Editorial, 1986. Introducción, traducción, notas e índices de Atilano Domínguez.
  • Valla, Lorenzo (1440), On the Donation of Constantine, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 2007. Ed. de G W Bowersock.
  • Vico, Giambattista (1725, 1730 y 1744), Principi di una scienza nuova d'intorno alla comune natura delle nazioni, Napoli, Stamperia Muziana. Reed. en Andrea Battistini (ed.), Milano, Mondadori, 1990 (2 vols.). Trad. esp.: Ciencia nueva, Madrid, Tecnos, 1995. Introducción, traducción y notas de Rocío de la Villa.

 

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NOTAS

[1] La afirmación procede de Bachelard, y Bueno la cita con frecuencia.

[2] Téngase en cuenta que la Crítica de la razón literaria (2017) es una interpretación de la literatura desde las exigencias de la propia literatura, y no exactamente una interpretación de la literatura desde las exigencias del materialismo filosófico.

[3] «Estético» es término de impronta anglosajona, acuñado por Baumgarten (1750-1758), como es bien sabido, y propio del idealismo filosófico alemán. Es término que reemplaza en la Edad Contemporánea al término genuinamente literario y aristotélico: poética. Aquí nos atenemos al término original y genuino ―poética―, y si hablamos de estética es sólo para hacer comprensible lo que en realidad hay tras la nomenclatura «estética», una deturpación germana del original helénico. Aisthesis es sensación, sensibilidad, percepción. Poética es construcción, elaboración, saber adquirido por procedimientos operatorios, en la línea del imperativo de Vico (1725) «la verdad está en los hechos» (verum est factum). El idealismo alemán reduce kantianamente la realidad a sus efectos sensibles. Y en ese sumidero semántico aún vivimos hoy. Es el nuevo formato de la caverna platónica, luminosa y psicodélica, rediseñada por la ingeniería y retórica oscurantistas y seductoras del idealismo filosófico alemán, que los hermeneutas contemporáneos siguen adorando en el pastoforio de una filología cenicienta y fetichista, cuyo clímax más superlativamente cínico se objetiva en la afirmación de que el lenguaje es la casa del ser, y otras metáforas fraudulentas y monsergas varias del mismo estilo.



Jesus G. Maestro