El
criterio disparatado de Javier Cercas
Ramón
de Rubinat Parellada
Escuela Hispánica de Estudios Literarios
Universidad de Lérida
Nosotros
hemos dedicado dos libros al estudio de la obra y el pensamiento crítico de
Javier Cercas. En el primero, Crítica de
la obra literaria de Javier Cercas (Rubinat, 2014), analizamos el
irracionalismo de los principios en los que se asienta la Teoría de la
Literatura construida por Javier Cercas y nos enfrentamos a aquellos críticos
que la asumen fideístamente y se dedican a transducirla sin ningún cuidado. En
el segundo, La erudición chiflada de
Javier Cercas (Rubinat, 2015), sostenemos que la Teoría de la Literatura
construida por Javier Cercas, sus textos de Crítica Literaria, las ideas
objetivadas en sus novelas y su aproximación filosófica a los más diversos
asuntos, se basan, en la mayoría de los casos, en ‘un amplio conocimiento de
documentos’ (erudición) que Cercas,
como intelectual posmoderno, relaciona y explota desde la retórica y el
psicologismo, es decir, según una ‘razón perturbada’ (chifladura) y, para demostrarlo, analizamos 135 ideas aporísticas
formuladas por nuestro autor.
En
este artículo queremos demostrar que Cercas no tiene la más mínima preocupación
por dotarse de un sistema filosófico que le permita tratar críticamente las
ideas que maneja; en lugar de ello, se libra a la ocurrencia, a la respuesta
espontánea, retórica y, en ocasiones, incluso, logorreica. Queremos subrayar el
hecho de que Cercas no sabe que el recurso a la sofistería y el irracionalismo
no constituye una manipulación crítica de las ideas y por eso, porque no lo
sabe, se atreve a criticar en los demás el mismo proceder que él lleva a cabo.
Cómo entender, si no, el siguiente pasaje:
Un especialista universitario no tiene por qué ser un buen crítico, en el sentido que estamos hablando. Es decir un tipo que sabe, qué se yo, de Larra o un tipo que sabe de Baroja, un tipo que sabe de lo que sea…, un filólogo, no necesariamente es un buen crítico. Esto, en España, tampoco lo hemos entendido. Entonces, hay mucho profesor universitario que está ahí, que es un señor que a lo mejor sabe de alguna cosa, pero cuyos criterios son totalmente disparatados; bueno, o simplemente no tiene criterio. El nivel de la crítica española es muy lamentable, muy lamentable. No es que el nivel de la literatura española sea muy superior, pero el de la crítica es muy bajo […] Es muy lamentable todo lo de la crítica literaria en España, es muy lamentable, es muy lamentable (Cercas/Carriazo, 2009).
Cuando
Cercas afirma que un profesor universitario, un filólogo, puede saber de Larra
o de Baroja y no ser un buen crítico, está dando a entender que el conocimiento
de este filólogo no es un conocimiento crítico de las obras de Larra y Baroja. Suponemos que Cercas se
está refiriendo, sin saberlo, al conocimiento doxográfico. Citamos
aquí a Jesús G. Maestro:
[La doxografía] es un saber acerca de los textos de Homero, Rabelais, Goethe o Pessoa, desarrollado completamente al margen de su valor crítico en el espacio contemporáneo del intérprete. Doxografía literaria será, pues, toda interpretación acrítica que se haga de los materiales literarios (Maestro, 2014: 34).
Afirma
Cercas que en España no hemos entendido que los saberes acríticos no
constituyen una crítica de nada. Nosotros afirmamos que, en muchos casos, así
es, pero es realmente sorprendente que sea Cercas quien realice este
diagnóstico, pues, frente al conocimiento doxográfico, Cercas solo nos ofrece
sofisterías e irracionalismos.
Según
Cercas, el especialista universitario, el filólogo, el profesor universitario, «a
lo mejor sabe de alguna cosa» pero sus criterios «son totalmente disparatados
[…] o simplemente no tiene criterio». Este criterio disparatado al que
él se refiere es lo que en nuestro primer libro llamamos aporías literarias cercasianas y, en nuestro segundo libro, erudición chiflada. La diferencia entre
Javier Cercas y nosotros es que, contra sus aporías, contra su erudición
chiflada, contra su criterio disparatado, nosotros opusimos una razón
contraria, la razón contenida en la Teoría de la Literatura construida por
Jesús G. Maestro sobre la base del pensamiento filosófico del profesor Gustavo
Bueno. Cercas, en cambio, para enfrentarse al criterio disparatado de estos
profesores universitarios a los que critica, no tiene más recurso que librarse
al capricho de su pensamiento espontáneo.
El
lamento de Cercas («Es muy lamentable todo lo de la crítica literaria en España»)
dice a gritos que, por lo que se refiere a estas cuestiones, nuestro autor está
en la inopia. Cercas detecta el nivel lamentable de la crítica, pues muchos
filólogos tienen criterios «totalmente disparatados», pero el caso es que,
contra este hecho, él no hace sino acudir una y otra vez al disparate; es
decir, incurre en aquello que critica.
El problema es
que poco cabe esperar de alguien que, en un artículo titulado «Contra el
pensamiento», es capaz de plantearse lo siguiente:
¿De verdad el objetivo del pensamiento es no pensar? ¿De verdad la verdadera sabiduría consiste en no pensar nada? ¿De verdad el pensamiento es el enemigo de la vida, como sentía Hamlet, o es simplemente que no pensar es la forma más exquisita del pensamiento, el privilegio dificilísimo, extático e inspirado de los que piensan mejor? Dios santo, qué complicado es todo (Cercas, 2013).
Cuando
Cercas contempla la posibilidad de que el «no pensar» pueda ser «la forma más
exquisita del pensamiento» lo que está haciendo es filosofar espontáneamente
sobre la ocurrencia, es decir, está improvisando unas ideas sobre la idea de la
improvisación.
Una
de las consecuencias de este pensar espontáneo es que nuestro autor no hace
otra cosa que divagar acerca de supuestos absolutamente disparatados, como, por
ejemplo, la posibilidad de que el «no pensar» pueda ser la actividad propia «de
los que piensan mejor». Dado que Cercas no se entiende a sí mismo, se ve
obligado, precisamente, a dejar de pensar y esta rendición, lejos de constituir
un pensamiento exquisito, solo es una
muestra de la incapacidad de nuestro autor para entender su propio discurso: «Dios
santo, qué complicado es todo».
Otra
de las consecuencias más habituales de estos ejercicios de filosofía espontánea
es que Cercas se conduzca a la contradicción. En este caso, un año después de
preguntarse si el «no pensar» podría ser «la forma más exquisita de pensamiento»,
Cercas afirmaba lo siguiente:
Cuando tienes una explicación y crees que tienes una explicación definitiva es que has dejado de pensar y no se puede dejar de pensar porque empobreces la realidad, empobreces el problema que planteas (Cabrera, 2014).
Por
tanto, el «no pensar» ya no es «el privilegio dificilísimo, extático e
inspirado de los que piensan mejor», sino un modo de empobrecer la realidad.
Llegados a este punto, sería lógico preguntarse qué criterio ha seguido Cercas
para pasar, en un solo año, de lo sublime a lo ínfimo, del pensamiento
exquisito al empobrecimiento de la realidad. Nosotros sostenemos que no ha
seguido ninguno. Cercas recriminaba a aquellos filólogos su criterio
disparatado e, incluso, su falta de criterio, cuando él, como acabamos de ver,
no hace otra cosa que construir un pensamiento a través de los dictados de su
capricho espontáneo, es decir, acudiendo a su libertad de conciencia. Atacarle,
entonces, es atacar a la libertad y
quien esto hace es un fascista. Esta
es la recepción que nuestro trabajo ha tenido en no pocas ocasiones: nuestra intolerancia, nuestra censura o ataque a la Literatura (porque así es como algunos entienden
nuestro ejercicio de crítica literaria), es un acto represor y, por tanto, un acto fascista,
lo cual nos deslegitima para llevar a cabo el fraterno ejercicio del diálogo.
Vamos
a ver, a continuación, otros ejemplos de criterio disparatado o falta de
criterio en el discurso teorético de nuestro autor. En el primero de ellos,
Cercas adopta acríticamente las observaciones de su entrevistador, como si, de
este modo (y permítasenos, aquí, la interpretación psicologista), quisiera congraciarse con él:
[Del Val] — Por las venas de sus novelas circula el rock.
[Cercas] — ¿Sí? Qué bien, eso me encanta. Yo creo que es verdad. ¿En qué lo nota?
[Del Val] — Es manifiesto en el andamiaje, en la estructura, en el ritmo, por ejemplo. Se escucha la batería detrás, golpeando la caja, marcando los compases, tirando hacia delante, marcando las pausas y el desboque como un rocinante [sic] a trote ligero.
[Cercas] — Absolutamente cierto. Ese libro –señala Anatomía de un instante– está escrito a ritmo de rock and roll. Es la primera vez que alguien lo dice y es completamente cierto, ya era hora. A ritmo de rock and roll, así quiero yo escribir mis libros: pa-pa-pa-pa-pa [y simula manejar unas baquetas] […] Le cuento un secreto: Anatomía de un instante se iba a llamar Heavy metal. En fin, era una broma, aunque no sé hasta qué punto.... Llamé a un amigo de toda la vida, que tiene muchos discos, que hemos escuchado juntos siempre en su casa y, para mi asombro, me pidió que no fuera loco. Me lo quitó de la cabeza […] Yo no distingo en mi iPod entre La flauta mágica y Creedence Clearwater Revival. Tampoco hay presencia explícita del rock en mis novelas…
[Del Val] — Bueno, circulan algunos nombres.
[Cercas] — Sí, pero muy tapados, muy tapados, de ahí que pocas personas pueden deducir lo que usted comenta acerca del ritmo. Son alusiones que, seguramente, le han saltado a la vista después de descubrir el ritmo, no antes. Me encanta que diga que suena a rock. Mis libros tienen un ritmo muy cañero; o eso me gustaría. A lo mejor si yo he aportado alguna cosa distinta es, precisamente, de ese tipo (Del Val, 2014).
El
crítico le dice a Cercas que por las venas de sus novelas circula el rock y
Cercas, además de sorprenderse («¿Sí? Qué bien, eso me encanta»), adopta el
argumento («Yo creo que es verdad»), aunque, eso sí, se ve obligado a solicitar
el auxilio del crítico («¿En qué lo nota?»). Cuando el crítico le revela el
dato maravilloso (él es capaz de escuchar, en las novelas de Cercas, «la
batería detrás, golpeando la caja, marcando los compases, tirando hacia
delante, marcando las pausas y el desboque como un rocinante a trote ligero»),
nuestro autor se rinde ante la evidencia y afirma que aquello es «absolutamente
cierto», reconoce que el libro «está escrito a ritmo de rock and roll», señala que «es la primera vez que alguien lo dice»
y llega, incluso, a revelarle a su interlocutor un secreto: «Anatomía de un instante se iba a llamar Heavy metal».
Adviértase,
por tanto, que, si bien, en unas ocasiones, son los críticos los que se dejan
llevar por el torbellino retórico de Cercas; en otras, como sucede en este
caso, es al revés y es Cercas el que, sorprendido gratamente por una
observación, la asume y amplifica de forma improvisada: una cosa es el título
de un libro; otra, la prosa metálica a la que se refieren Del Val y
Javier Cercas; y, otra, que Cercas reconozca en ese momento que aquel ritmo
puede que sea la única contribución que él haya podido hacer a la Teoría de la
Novela. En un instante, Cercas ha pasado, de plantearse la posibilidad de que
su prosa sea rocanrolera («Yo creo que eso es verdad»), a plantearse la
posibilidad de que su prosa roncanrolera sea la única cosa distinta que él ha
podido aportar a Teoría de la Novela («A lo mejor si yo he aportado alguna cosa
distinta es, precisamente, de ese tipo»).
Nótese
con qué facilidad hemos pasado del «¿Sí? Qué bien» y el «Yo creo que es verdad»,
al «es completamente cierto». La única aportación que Cercas ha podido hacer a
la Teoría de la Novela era algo que nadie había visto y que Fernando del Val ha
descubierto. El «ya era hora» muestra el desahogo de Cercas, pues, por fin, ha
dado con alguien capaz de apreciar su prosa rocanrolera. Hasta este momento,
nadie había percibido ese ritmo y Cercas nada había dicho al respecto.
Todo
esto, evidentemente, no tiene ningún sentido. Fíjense en otro detalle: Cercas
dice que no hay una presencia explícita del rock
en sus novelas pero su entrevistador le corrige y le dice que en ellas sí
circulan «algunos nombres». En ese momento, para no contradecir a su
entrevistador, Cercas afirma que, efectivamente, sí circulan unos nombres pero
que lo hacen «muy tapados, muy tapados» y añade que estos nombres que circulan
tapados son, en realidad, alusiones; y le dice a Fernando del Val que, si él ha
sido capaz de apreciar estas alusiones o nombres tapados, ha sido después de
haber descubierto el ritmo de la prosa rocanrolera.
En
resumen, Cercas sostiene que los nombres
del rock solo saltarán a la vista de aquellos que sean capaces de advertir
el ritmo de su prosa roquera, lo cual constituye, desde nuestro punto de vista,
un ejercicio teorético basado en un criterio disparatado o, directamente, en la
ausencia de criterio. El problema es que, paralelamente a este tipo de
afirmaciones, Cercas también critica el criterio disparatado o la falta de
criterio de los filólogos que ejercen la crítica literaria. Cercas, por tanto,
ignora que él está desplegando un aparato crítico tan precario como el de los
demás. Si necio es el individuo
‘ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber’, es evidente que, en estos
casos, Cercas está incurriendo en nesciencia.
El
segundo pasaje que vamos a mostrarles pertenece a la misma conversación entre
Javier Cercas y Fernando del Val. En esta ocasión, entrevistador y autor
literario filosofan, sirviéndose de criterios absolutamente disparatados, sobre
los conceptos de ética y moral. Como hemos demostrado en los dos
libros que hemos dedicado a analizar las ideas de Cercas, sus reflexiones sobre
la ética y la moral son siempre contradictorias, oscuras y, al cabo, nada
aportan, salvo confusión. Fijémonos en el siguiente diálogo, pues en él se
encuentran, probablemente, algunas de las ideas más estúpidas de Cercas:
[Cercas] — Pero que la gente ande totalmente distraída, en una vida fatua, no significa que el bien y el mal no existan… Sí existen. ¿Que todo da igual? Pues no me apunto, a mí no me da igual. Hay hombres que me parecen valientes y hombres que me parecen cobardes; justos e injustos,… Cervantes, Shakespeare, Dostoievski,… hablan de lo raras y complejas que somos las personas. Eso es la moral, no es poner una barrera, ‘esto está bien’, ‘esto está mal’, sino explorar sus territorios. La literatura de verdad no ha hecho otra cosa; lo demás es taquigrafía y contar historietas donde no hay nada. Después, cada cual sabrá. Ante la infidelidad en Ana Karenina y Madame Bovary, unos se mostrarán indiferentes y otros se preguntarán: ‘¿Estoy engañando?, ¿me conviene?, por qué lo hago, qué consigo, cómo vivo actuando de esta manera: ¿mejor o peor?’. Es lo que llamamos ética.
[Del Val] — De tono civil, frente al religioso de moral.
[Cercas] — Quitémoselo. En inglés no lo tiene. La vida moral es la vida compleja. Hemos dejado que el catolicismo la colonice, una catástrofe nacional y de nuestra lengua.
[Del Val] — A su falta de aprecio habrán contribuido el capitalismo exacerbado y la posmodernidad en su vertiente política, con sus conductas limpias de responsabilidad.
[Cercas] — Pues sin responsabilidad no hay nada. Quien no se interesa por ella es un animal en el sentido estricto. No tiene noción de qué le conviene... Pero los hombres nunca hemos destacado por nuestra inteligencia, querido amigo [ríe]. Creo que el grado de idiotez está muy bien repartido en todas las épocas. No creo que ahora haya más idiotas e inmorales que en otros periodos. Antes estaban dominados por las aberraciones del catolicismo y de las religiones, formas de esclavitud contra las que lucha, precisamente, la moral.
[Del Val] — Thomas Bernhard es anticatólico…
[Cercas] — … total…
[Del Val] — … y moral.
[Cercas] — Absolutamente. La moral aspira a la vida buena, trata de discernir cómo vivir lo mejor posible. Hay quien considera que consiste en meterse tres botellas de güisqui al día. Está bien. Va a durar poco, me parece bastante idiota de su parte; para otros, la moral es matar. Cuando yo hablo de moral hablo de vida vivida a fondo, de vida vivida con complejidad, de vida que merece la pena. Y las preguntas que contiene la literatura, ayudan en ello (Del Val, 2014).
Sostiene
Cercas que la moral consiste, más o menos, en explorar los territorios del bien
y del mal y parece ser –decimos que lo parece porque no lo tenemos nada claro–
que lo ético vendría a ser algo así como la valoración que uno hace del asunto
moral. ¿Qué significa que la moral es la exploración del territorio del bien?
¿Cuál es este territorio? ¿En qué consiste la exploración? ¿Con qué utillaje se
lleva a cabo? Estas son preguntas que Cercas solo podría responder con una
dosis mayor de retórica que la que ha utilizado para formular su teoría y
haciendo, además, un gran despliegue de cinismo: pues Cercas estaría teorizando
sobre asuntos que no ha estudiado.
Llegados
a este punto, el preclaro Fernando del Val identifica lo ético con algo «de
tono civil» y, lo moral, con alguna cosa de tono religioso. Si la distinción ya
era disparatada, el hecho de que lo que se distinga sean tonalidades
de algo desconocido la vuelve, si cabe, más disparatada. Sucede que Cercas no
ve nada clara la aportación de Del Val y, por tanto, prefiere emprender otro
rumbo: «la vida moral es la vida compleja», afirma. Nadie sabe en qué se diferencia
la vida compleja de la vida simple, pero Cercas sí lo sabe y llega a saber,
incluso, que la vida compleja equivale a la vida moral; luego todos aquellos
que viven vidas simples (signifique esto lo que signifique) son individuos que
están viviendo vidas inmorales o amorales.
Otra
cumbre del absurdo cercasiano es la afirmación de que «la moral» ha luchado
contra las formas de esclavitud que constituyen el Catolicismo y las
religiones. Por tanto, niega Cercas la moral cristiana (puesto que no la considera
como moral, sino como esclavitud) y opone, a esa esclavitud, la fuerza de «la
moral», así, con el artículo determinado por delante, algo que nos remite a una
moral hipostasiada que Cercas da a entender que conoce. De este pasaje queremos
destacar un detalle mezquino: nótese que Cercas abomina «del catolicismo y las
religiones»; no le bastaba con abominar de las religiones, el progre necesita
particularizar el esclavismo en el caso de la religión católica. No importa que
la idea de persona como sujeto de
derecho y otros muchos progresos
procedan, directamente, del Cristianismo: el progre se libra a la grosería de
identificar Catolicismo y esclavitud y así se siente confortado y suponemos que
considerará que, por hoy, ya ha luchado lo suficiente en favor de la
emancipación de los sojuzgados.
Y
volvemos a la misma conclusión: Cercas es capaz de sostener lo anterior y, al
mismo tiempo, denunciar el criterio disparatado o la falta de criterio de los
filólogos que se dedican a dar clases en la universidad y a ejercer de
reseñistas o críticos literarios. Adviértase la elevación o superioridad
intelectual desde la que habla nuestro autor. Cerca afirma que quien no es responsable (quien no ‘pone cuidado y
atención en lo que hace o decide’) es un animal, pues «no tiene noción de qué
le conviene» pero, en cambio, él se atreve a teorizar irresponsablemente sobre cualquier asunto, pues no pone ningún
cuidado en lo que dice.
Fíjense
en que el «grado de idiotez» al que Cercas se refiere coincide con el estado «lamentable»
de la crítica literaria española al que él también se ha referido, mientras que
la irresponsabilidad de los animales
coincidiría con aquel «criterio disparatado» o aquella «falta de criterio» de
los filólogos que se dedican a hacer reseñas. En los dos casos, Cercas critica
un tipo de comportamiento en el que él incurre una y otra vez. El problema es
que Cercas no lo advierte y, precisamente por ello, porque no lo advierte,
incurre en necedad. Esta ignorancia, en la medida en que se alimenta de
irenismo y soteriología, le conduce, también, a profesar un Pensamiento Alicia (Bueno, 2006) y a
caer en el fundamentalismo literario. Veamos un ejemplo de cada caso:
Oxford me puso pesimista: los nuevos partidos no son fiables, pero los viejos tampoco. O quizá no es pesimismo: quizá sólo desde la soledad primaveral del país que inventó la democracia moderna se percibe con tanta claridad que o exigimos a los partidos nuevos y viejos que hagan los cambios indispensables, les gusten o no, o nuestra democracia acabará de pudrirse. Y eso lo pagaremos todos (Cercas, 2015b).
Fijémonos
en la influencia que el escenario («la soledad primaveral del país que inventó
la democracia moderna») tiene en el individuo, pues «solo» desde allí «se
percibe [el problema] con tanta claridad». Le sucede a Cercas exactamente lo
mismo que le sucedió al presidente Zapatero cuando, entrando en la sede de la
ONU en Nueva York, alumbró la idea de la Alianza de Civilizaciones. Así lo
explica Gustavo Bueno para demostrar que el pensamiento de Zapatero constituye
un caso de Pensamiento Alicia:
El pensamiento de una «Alianza de las Civilizaciones», fruto emblemático del «Pensamiento Zapatero», tal como nos ha sido presentado por los medios de comunicación y, en particular, por la revista femenina Marie Claire, durante la visita de su creador a la sede de la ONU en Nueva York, es, en efecto, un genuino espécimen del «Pensamiento Alicia» […] Fue en esta sala –dice el Pensador (Rodríguez Zapatero)– donde tuve la certeza de lo necesario que resulta la Alianza de las Civilizaciones». De este modo cristalizó, según informe de su autor a la citada revista femenina, lo que ahora llamamos «Pensamiento Zapatero» (Bueno, 2006: 25).
La
sede de la ONU llevó a Zapatero a la certeza
de lo necesario que era que las civilizaciones se aliasen, mientras que la
primavera de Oxford pero, sobre todo, el
estar en Oxford, ha propiciado que el solitario Cercas perciba que los partidos tienen que hacer los cambios
indispensables para que nuestra democracia no acabe de pudrirse. Se sigue, en
ambos casos, el mismo mecanismo.
Sucede,
no obstante, que la radicalidad del diagnóstico cercasiano queda absolutamente
neutralizada con la presencia del adverbio «quizá». El «quizá sólo» es una de
las fórmulas que Cercas utiliza para rebajar la rotundidad de aquello que
afirma; otra de ellas es el adverbio «casi» (nosotros tenemos un estudio del
uso que Cercas hace del adverbio «casi» y el resultado es muy elocuente, pues
nos permitió observar que, como sucede en este caso, muchas ideas expresadas de
forma categórica aparecen rectificadas con un «casi» que les quita toda
intensidad).
Respecto
al componente soteriológico de este pasaje, cabe decir que aquí se apunta pero
no se explota. La idea sería que, si no hacemos caso al intelectual (que conoce
la receta salvífica), nuestra democracia se acabará de pudrir (porque ya está
podrida) y todos lo pagaremos.
Sin perder de
vista la escena de Oxford y la revelación que Cercas tuvo en aquel momento,
examinemos el siguiente pasaje:
Como es un hecho que apenas hay dos libros (y mucho menos dos libros de esta envergadura) que no estén de algún modo conectados, a mí me parece entrever, en esta mañana melancólica de principios de enero, un vínculo esencial y quizá caprichoso entre los ensayos de Montaigne y la novela de Grossman; como la filología es el mejor remedio que conozco contra la tristeza, permítanme dedicar este sermón dominical a hacer con ambos un poco de filología recreativa (Cercas, 2008).
Se
trata del mismo comportamiento: la soledad primaveral y su presencia en Oxford
son, en este caso, una melancólica mañana de principios de enero, mientras que el
«quizá sólo» de antes es ahora un «vínculo esencial y quizá caprichoso». Lo
rotundo, la exclusividad que imponen el adverbio «sólo» y la condición «esencial»
del vínculo queda rápidamente neutralizada con el adverbio de duda («quizá») y
con la condición caprichosa del
vínculo. Y hay un tercer elemento a destacar: el conocimiento adquirido en el
primer pasaje consistía en una percepción, mientras que el conocimiento
del segundo pasaje se entrevé. La
formulación más radical de este tipo de conocimiento percibido o entrevisto, la
encontramos en el siguiente pasaje. A propósito de los límites de la libertad
de expresión, Cercas ha afirmado que:
No, el problema no es sencillo. Pero, aunque yo no tenga la solución, creí vislumbrarla en una paradoja (Cercas, 2015a).
Cercas
sostiene que sabe algo pero, como se trata de un conocimiento espontáneo, como
sus teorías no responden más que a los dictados de su capricho, tiene la
necesidad de protegerlas convenientemente: el problema no es sencillo, no tengo
la solución, solo la vislumbro,
aunque, en realidad, solo creo que la
vislumbro y, además, la solución que
no tengo pero creo vislumbrar está contenida en una paradoja. Después de
este prólogo, lo que Cercas vaya a decirnos sobre los límites de la libertad de
expresión no vale nada.
Respecto
al fundamentalismo literario. Fíjense en los siguientes pasajes:
Les humanitats no són ni un luxe ni un caprici, és que sense elles no hi ha humanitat. Serveixen per viure millor […] i com menys n’hi hagi menys persones som (Jover, 2014).
La literatura sirve para vivir más […] sin literatura la vida es más pobre, muchíiiiisimo más pobre, muchíiiiiisimo más aburrida, muchíiiiiisimo menos intensa, no se puede vivir sin literatura, es imposible […] Los libros buenos, y todos esperamos escribir libros buenos, sirven para todo, son tan importantes como respirar. O como comer, son vitales (Takahashi, 2013).
De
lo que se deduce que nuestra condición humana y nuestra vida biológica dependen
de los literatos.
En
resumen, y ya para concluir: se pregunta Cercas si la verdadera sabiduría
consiste en no pensar nada o si el no pensar es la forma más exquisita del
pensamiento, pero afirma, también, que no se puede dejar de pensar porque
empobreces la realidad. Cree que en sus novelas circula el rock, es decir, no
lo sabe con seguridad; pero, eso sí, afirma que esta circulación es,
probablemente, su única aportación a la Teoría de la Novela. Afirma que la vida
moral es una vida vivida a fondo y que los católicos viven en la esclavitud, y
que la ética son las preguntas que uno se hace después de haber explorado los
territorios del bien y del mal. Afirma que, sentado en Oxford, percibió la
solución para detener la putrefacción de nuestra democracia. Cercas afirma que
practica la filología recreativa, que consiste en entrever significados
esenciales y caprichosos. Y afirma que creyó vislumbrar que en una paradoja
residía la solución al problema de los límites de la libertad de expresión. Y
afirma que las humanidades nos humanizan, que, cuantas menos humanidades hay,
menos persona somos y que es imposible vivir sin literatura, pues los
libros son tan vitales como el respirar y el comer. Y, al mismo tiempo, sin
ningún pudor, denuncia que «hay mucho profesor universitario que está ahí, que
es un señor que a lo mejor sabe de alguna cosa, pero cuyos criterios son
totalmente disparatados; bueno, o simplemente no tiene criterio» y que «el
nivel de la crítica española es muy lamentable, muy lamentable».
A
partir de aquí, si nos atenemos al objetivo de este congreso (analizar el
estado actual de la interpretación de la Literatura en España), podemos decir
que Javier Cercas no ve la incoherencia entre lo que él hace (librarse a
irracionalismos y sofisterías) y aquello que critica en los demás (el criterio
disparatado o la falta de criterio). Y a ello hay que añadir que, salvo
contadas excepciones, los críticos que se han ocupado de la obra de Cercas no
han tratado ninguna de las cuestiones que nosotros hemos analizado tanto en
este artículo como en nuestros libros. Por tanto, solo nos cabe pensar que, o
no son tan expertos, o son unos expertos cobardes.
- Bueno, Gustavo (2006), Zapatero y el Pensamiento Alicia, Madrid, Temas de Hoy.
- Cabrera, Jaime (2014), «Javier Cercas: los políticos y los escritores somos exactamentelo opuesto», en línea (08/01/15).
- Cercas, Javier (2008), «Contra la esperanza», en El País (27/01/2008).
- Cercas, Javier / Carriazo, Juan Luis (2009), «Presencias literarias: Javier Cercas», en línea (26/12/13).
- Cercas, Javier (2013), «Contra el pensamiento», en El País (26/04/2013).
- Cercas, Javier (2015a), «La seriedad de la risa», en El País (13/02/2015).
- Cercas, Javier (2015b), «Oxford y el pesimismo», en El País (05/06/2015).
- Del Val, Fernando (2014), «Javier Cercas: Quien no asuma riesgos, que no seaescritor», en línea (21/01/15).
- Jover Martín, Esther (2014), «Javier Cercas: La literatura m’ha fet molt menysimbècil del que podia haver estat», en línea (18/05/2015).
- Maestro, Jesús G. (2014), Contra las musas de la ira. El Materialismo Filosófico como Teoría de la Literatura, Oviedo, Pentalfa.
- Maestro, Jesús G. (2017), Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Vigo, Editorial Academia del Hispanismo, 2022, 10ª ed. digital definitiva disponible en línea.
- Rubinat, Ramón (2014), Crítica de la obra literaria de Javier Cercas. Una execración razonada de la figura del intelectual, Vigo, Editorial Academia del Hispanismo.
- Rubinat, Ramón (2015), La erudición chiflada de Javier Cercas. Análisis, desde la Teoría de la Literatura del Materialismo Filosófico, de 135 aporías cercasianas, Lérida, Editorial Irreductible.
- Takahashi, Hirosi (2013), «Un libro alimenta más que una torta: Javier Cercas», en línea (19/07/15).