Jesús G. Maestro
La filosofía de los poetas
Madrid, Editorial Verbum,
2018, 252 pp.
ISBN 978-84-9074-590-8
Andrea Valladares
La obra que aquí nos ocupa, La filosofía de los poetas, plantea una cuestión central que
ninguna otra teoría literaria ha sido capaz de resolver. Algo tan desafiante
como “¿qué es la poesía?” parece haber encontrado una respuesta coherente,
fiable y directa en el materialismo filosófico como teoría y crítica de la
literatura. La poesía es, sencillamente, filosofía en verso. La filosofía
implica ideas, luego la poesía, también. Si no contuviera en ella “ideas”, la
poesía se convertiría en un sonajero, algo que acostumbramos a ver en los malos
poetas. La literatura es el resultado de la reflexión humana y la poesía es una
forma de interpretación que contiene un sistema de ideas que exige al lector
disponer y alcanzar un racionalismo insólito.
Tras unas páginas introductorias en las que se nos
muestra una serie de premisas fundamentales sobre las que versará el libro, el
profesor Maestro presenta una serie de poetas cuyas obras se analizan bajo un
criterio riguroso: el materialismo filosófico desarrollado como Teoría de la
Literatura. Autores reconocidos como Unamuno, Pessoa, Borges, Cernuda, Jaime
Siles, Vicente Aleixandre, entre otros varios, son algunos de los poetas que
con sus respectivas obras constituyen el eje central sobre el que versa el
libro. A través de diez capítulos en los que, cuanto menos, percibimos un
profundo análisis, así como los métodos y conceptos que se emplean desde el
materialismo filosófico como teoría y crítica de la literatura, nos encontramos
ante un ejercicio preciso de crítica literaria, que, desde luego, no deja
indiferente a ningún lector que se adentre en este campo del saber.
En Teresa
(1924), de Unamuno, la poesía se nos presenta como una provocación de la
religión. Esta obra resulta decisiva y central en la evolución del pensamiento
poético del autor, y no por casualidad ocupa el centro cronológico en la
historia de sus obras líricas. En el poemario encontramos una nueva concepción
del sujeto lírico que se debate entre el amor y la muerte dentro de un marco
religioso y poético. La importancia de esta obra radica en el rechazo de la
metafísica normativa que impuesta por las religiones. Maestro presenta en este
capítulo, brevemente, la evolución de religiones normativas como el islam, el
juadísmo y el cristianismo. Sostiene Maestro que “la ficción es la única
alternativa a la realidad. La metafísica también. Lo es la literatura, y lo es
por supuesto la religión”. Además, la religión incorpora un imperativo moral
por una inquietud universal ante la muerte. Unamuno dedica parte de su obra
poética a la descripción y expresión de su propia idea de Dios, al advertir que
creer en un dios es, sencillamente, confiar en el poder del que carecemos:
“Creer en Dios es querer que Dios exista”.
Maestro, tras un exhaustivo estudio sobre Teresa de Unamuno, presenta el diálogo
en la lírica al comparar a Teresa con
La voz a ti debida de Pedro Salinas.
En esta última obra se aprecia una formulación diferente de los procesos de
apelación y construcción de la segunda persona (tú). Maestro trata de demostrar
que la funcionalidad principal de la expresión dialógica en la lírica reside en
la manifestación polifónica de un sujeto sometido a la discontinuidad de su Yo, bien sea por su necesidad de
comunicación, de interacción o de deconstrucción del propio yo. Nuestro autor propone una serie de
clasificaciones del sujeto lírico realizada a partir de la obra poética de
Unamuno. En primer lugar, nos encontramos con el sujeto heteromimético o heterotextual, que no se explicita en el discurso
lírico. El poema adquiere, por tanto, una función representativa que refiere la
existencia de terceras personas desde las que implícitamente puede hacerse
referencia al sujeto del discurso. Maestro aporta como ejemplo el poema
unamuniano: “Árbol solitario”, del libro Poesías.
En segundo lugar, el sujeto esencial o
trascendente es aquel que se dispone en el discurso lírico como ser humano
delimitado en sus condiciones universales, concretas e intemporales. Podemos
verlo en el soneto titulado “Agüero de luto”, también de Unamuno. En tercer
lugar, el sujeto existencial o
personalizado es aquel cuyo predicado versa sobre la propia existencia del yo
o sobre algunas de sus condiciones personales de existencia. En cuarto lugar se
sitúa el sujeto desdoblado o geminado,
que dispone en su propio discurso un proceso semiósico de comunicación o de
interacción. Es el caso del soneto de Unamuno, “Salud, no ignorancia”. En
quinto lugar, el sujeto formal o retórico
es aquel que se dispone en el discurso lírico como un personaje que usurpa formal o retóricamente la identidad del
Yo autorial que lo suscribe. En sexto lugar, el sujeto ideológico o
comprometido desempeña una función referencial que domina sobre la función
poética. En penúltimo lugar, nos encontramos con el sujeto lúdico, que “juega”
con las formas y sentidos que introduce en su poema sin ningún tipo de
finalidad clara. Por último, el sujeto deconstruido se manifiesta en la figura
de un sujeto emisor, responsable de la enunciación de un mensaje textualmente desdoblado
(Yo / Yo).
Pessoa, Borges y Hardy son otros de los autores
que el profesor Maestro analiza minuciosamente. Estos poetas llevan a cabo una
sistemática semantización de los objetos presentes en su discurso lírico, desde
una perspectiva completamente afín a la expresión de su vivencia más personal.
De este modo se advierte una estrecha relación entre esta forma de expresión
lírica, Dinggedicht, y el discurso
autobiográfico. Resulta digno de resaltar el autobiografismo que puede
encontrarse en la lírica de Unamuno, en diversos poemas sobre momentos vitales
de su propia vida. Aquí reside el germen de la poesía de la experiencia, que el
siglo XX desarrollará con fuerza. Es el caso de Borges en poemas como “El
bastón, las monedas, el llavero…”: la mirada semántica del sujeto lírico se
utiliza como signo de valor en sí mismo, como expresión metonímica del propio
sujeto que asume la enunciación del discurso. Los objetos tienen presencia
óntica y semántica. En Hardy se revela una semantización de la naturaleza
impasible. No podemos pasar por alto el leitmotiv
de este ensayo, que en síntesis es demostrar la estrecha relación metodológica habida
entre tres elementos, básicos en el análisis semiológico del discurso lírico
como proceso de comunicación. Se trata de los conceptos de transducción, discrecionalidad y diálogo. Maestro define la transducción
como el proceso semiósico, proceso de creación de significado, en el que el
sentido (Sinn) de un signo es transformado
por el hecho mismo de ser transmitido, mientras que la forma o expresión y el
objeto o referente del mismo signo permanecen sin sufrir cambio alguno.
El siguiente autor objeto de estudio es Juan Ramón
Jimenez con su poema dedicado al tema de “Dios está azul”. A partir de este
texto, entendemos que la metafísica pasa a ser un elemento retórico y creativo
que el poeta dispone muy a su antojo. En este poema encontramos un
desdoblamiento del Yo, que se
construye bajo una influencia modernista y simbolista. El “Dios” de Juan Ramón
Jiménez es una reducción formalista segundogenérica (M2), en términos de
Materialismo Filosófico, un puro psicologismo como advierte Maestro, siguiendo
a Gustavo Bueno.
Autores como Vicente Aleixandre, Jaime Siles,
Ramiro Fonte, Novalis son también analizados con sus respectivas obras en este
minucioso y elaborado libro que nos presenta Jesús Maestro. Una obra
fundamental para entender, finalmente, por qué la poesía es filosofía en verso.