09 diciembre 2021

Filosofía y poesía

 


Jesús G. Maestro

La filosofía de los poetas

Madrid, Editorial Verbum, 2018, 252 pp.
ISBN 978-84-9074-590-8

 

 

Andrea Valladares


     

La obra que aquí nos ocupa, La filosofía de los poetas, plantea una cuestión central que ninguna otra teoría literaria ha sido capaz de resolver. Algo tan desafiante como “¿qué es la poesía?” parece haber encontrado una respuesta coherente, fiable y directa en el materialismo filosófico como teoría y crítica de la literatura. La poesía es, sencillamente, filosofía en verso. La filosofía implica ideas, luego la poesía, también. Si no contuviera en ella “ideas”, la poesía se convertiría en un sonajero, algo que acostumbramos a ver en los malos poetas. La literatura es el resultado de la reflexión humana y la poesía es una forma de interpretación que contiene un sistema de ideas que exige al lector disponer y alcanzar un racionalismo insólito.

Tras unas páginas introductorias en las que se nos muestra una serie de premisas fundamentales sobre las que versará el libro, el profesor Maestro presenta una serie de poetas cuyas obras se analizan bajo un criterio riguroso: el materialismo filosófico desarrollado como Teoría de la Literatura. Autores reconocidos como Unamuno, Pessoa, Borges, Cernuda, Jaime Siles, Vicente Aleixandre, entre otros varios, son algunos de los poetas que con sus respectivas obras constituyen el eje central sobre el que versa el libro. A través de diez capítulos en los que, cuanto menos, percibimos un profundo análisis, así como los métodos y conceptos que se emplean desde el materialismo filosófico como teoría y crítica de la literatura, nos encontramos ante un ejercicio preciso de crítica literaria, que, desde luego, no deja indiferente a ningún lector que se adentre en este campo del saber.

En Teresa (1924), de Unamuno, la poesía se nos presenta como una provocación de la religión. Esta obra resulta decisiva y central en la evolución del pensamiento poético del autor, y no por casualidad ocupa el centro cronológico en la historia de sus obras líricas. En el poemario encontramos una nueva concepción del sujeto lírico que se debate entre el amor y la muerte dentro de un marco religioso y poético. La importancia de esta obra radica en el rechazo de la metafísica normativa que impuesta por las religiones. Maestro presenta en este capítulo, brevemente, la evolución de religiones normativas como el islam, el juadísmo y el cristianismo. Sostiene Maestro que “la ficción es la única alternativa a la realidad. La metafísica también. Lo es la literatura, y lo es por supuesto la religión”. Además, la religión incorpora un imperativo moral por una inquietud universal ante la muerte. Unamuno dedica parte de su obra poética a la descripción y expresión de su propia idea de Dios, al advertir que creer en un dios es, sencillamente, confiar en el poder del que carecemos: “Creer en Dios es querer que Dios exista”.

Maestro, tras un exhaustivo estudio sobre Teresa de Unamuno, presenta el diálogo en la lírica al comparar a Teresa con La voz a ti debida de Pedro Salinas. En esta última obra se aprecia una formulación diferente de los procesos de apelación y construcción de la segunda persona (tú). Maestro trata de demostrar que la funcionalidad principal de la expresión dialógica en la lírica reside en la manifestación polifónica de un sujeto sometido a la discontinuidad de su Yo, bien sea por su necesidad de comunicación, de interacción o de deconstrucción del propio yo. Nuestro autor propone una serie de clasificaciones del sujeto lírico realizada a partir de la obra poética de Unamuno. En primer lugar, nos encontramos con el sujeto heteromimético o heterotextual, que no se explicita en el discurso lírico. El poema adquiere, por tanto, una función representativa que refiere la existencia de terceras personas desde las que implícitamente puede hacerse referencia al sujeto del discurso. Maestro aporta como ejemplo el poema unamuniano: “Árbol solitario”, del libro Poesías. En segundo lugar, el sujeto esencial o trascendente es aquel que se dispone en el discurso lírico como ser humano delimitado en sus condiciones universales, concretas e intemporales. Podemos verlo en el soneto titulado “Agüero de luto”, también de Unamuno. En tercer lugar, el sujeto existencial o personalizado es aquel cuyo predicado versa sobre la propia existencia del yo o sobre algunas de sus condiciones personales de existencia. En cuarto lugar se sitúa el sujeto desdoblado o geminado, que dispone en su propio discurso un proceso semiósico de comunicación o de interacción. Es el caso del soneto de Unamuno, “Salud, no ignorancia”. En quinto lugar, el sujeto formal o retórico es aquel que se dispone en el discurso lírico como un personaje que usurpa formal o retóricamente la identidad del Yo autorial que lo suscribe. En sexto lugar, el sujeto ideológico o comprometido desempeña una función referencial que domina sobre la función poética. En penúltimo lugar, nos encontramos con el sujeto lúdico, que “juega” con las formas y sentidos que introduce en su poema sin ningún tipo de finalidad clara. Por último, el sujeto deconstruido se manifiesta en la figura de un sujeto emisor, responsable de la enunciación de un mensaje textualmente desdoblado (Yo / Yo).

Pessoa, Borges y Hardy son otros de los autores que el profesor Maestro analiza minuciosamente. Estos poetas llevan a cabo una sistemática semantización de los objetos presentes en su discurso lírico, desde una perspectiva completamente afín a la expresión de su vivencia más personal. De este modo se advierte una estrecha relación entre esta forma de expresión lírica, Dinggedicht, y el discurso autobiográfico. Resulta digno de resaltar el autobiografismo que puede encontrarse en la lírica de Unamuno, en diversos poemas sobre momentos vitales de su propia vida. Aquí reside el germen de la poesía de la experiencia, que el siglo XX desarrollará con fuerza. Es el caso de Borges en poemas como “El bastón, las monedas, el llavero…”: la mirada semántica del sujeto lírico se utiliza como signo de valor en sí mismo, como expresión metonímica del propio sujeto que asume la enunciación del discurso. Los objetos tienen presencia óntica y semántica. En Hardy se revela una semantización de la naturaleza impasible. No podemos pasar por alto el leitmotiv de este ensayo, que en síntesis es demostrar la estrecha relación metodológica habida entre tres elementos, básicos en el análisis semiológico del discurso lírico como proceso de comunicación. Se trata de los conceptos de transducción, discrecionalidad y diálogo. Maestro define la transducción como el proceso semiósico, proceso de creación de significado, en el que el sentido (Sinn) de un signo es transformado por el hecho mismo de ser transmitido, mientras que la forma o expresión y el objeto o referente del mismo signo permanecen sin sufrir cambio alguno.

El siguiente autor objeto de estudio es Juan Ramón Jimenez con su poema dedicado al tema de “Dios está azul”. A partir de este texto, entendemos que la metafísica pasa a ser un elemento retórico y creativo que el poeta dispone muy a su antojo. En este poema encontramos un desdoblamiento del Yo, que se construye bajo una influencia modernista y simbolista. El “Dios” de Juan Ramón Jiménez es una reducción formalista segundogenérica (M2), en términos de Materialismo Filosófico, un puro psicologismo como advierte Maestro, siguiendo a Gustavo Bueno.

Autores como Vicente Aleixandre, Jaime Siles, Ramiro Fonte, Novalis son también analizados con sus respectivas obras en este minucioso y elaborado libro que nos presenta Jesús Maestro. Una obra fundamental para entender, finalmente, por qué la poesía es filosofía en verso.


 

Crítica de la razón literaria