28 diciembre 2021

Notas sobre la evocación de España en la poesía hispanofilipina

 




Notas sobre la evocación de España
en la poesía hispanofilipina

 

Rubén Navarro Briones

Escuela Hispánica de Estudios Literarios

 

 

                                                                                España: está en el mundo tu alta misión fijada;
                                                                                en sueños de conquista tu acción total se inspira;
                                                                                tu historia está en América, en Flandes y en Granada.
                                                                                Ayer fundaste reinos por medio de la espada.
                                                                                Hoy vuelves a ganarlos por medio de la lira.
 
                                                                                                                                                                Cecilio Apóstol

 

 

Introducción

     

Asumimos la escritura del presente capítulo a la luz de la conmemoración del quinto centenario de la arribada al archipiélago filipino de la empresa española capitaneada, primero, por Fernando de Magallanes, y por Juan Sebastián Elcano en lo sucesivo, tras la muerte del portugués en este preciso tramo de la ruta: durante el cuadragésimo segundo día de estancia en el archipiélago filipino, contra los guerreros comandados por el caudillo nativo Lapulapu en la batalla de Mactán.

Acerca del asunto literario referido en el título, diremos que, por más que no sea esta la primera ocasión en que se compilan, con fines filológicos, los versos que han abordado el recuerdo de España en las obras que se editaron durante la ocupación estadounidense del archipiélago (1898-1946) a este período es al que nos circunscribiremos, no ha existido, hasta la fecha, un trabajo que afronte el comentario filosófico de las ideas materializadas en las obras de aquellos autores «la poesía es filosofía en verso» (Maestro, 2018: 10), ni se ha emprendido la proyección dialéctica de dichas ideas contra la que es —así lo argumentaremos— su contraparte literaria más evidente: la Generación de 98.

Será forzoso ofrecer, para que los análisis que aportemos dispongan de fundamento crítico y operatorio, una referencia cronotópica, dada a conocer en base a reliquias y relatos (Bueno, 1978), habida cuenta de que la Literatura, entendida al modo en que lo hace esta escuela, no puede concebirse ajena a unas «dimensiones históricas, geográficas y políticas» particulares (Maestro, 2017: 123).

De este modo, como ya se ha indicado y es por todos sabido, fue la Monarquía Hispánica el régimen que, persiguiendo una ruta alternativa para el comercio de las especias asiáticas, fondeó, inigualadamente, el 16 de marzo de 1521, en la filipina isla de Cebú. Por representar el emperador la vanguardia en el amparo de la cristiandad latina desde el inicio de la Reforma de Martín Lutero en 1517 —durante aquellas mismas fechas en que los navíos españoles echaban el ancla frente a las costas filipinas se estaba celebrando la Dieta de Worms—, puede estimarse todavía, hoy, aquella nación insular, como el baluarte de la fe católica en Asia, junto al Timor portugués: la primera misa cristiana celebrada en suelo filipino, cuyo quincuecentenario se ha conmemorado recientemente (Meniano / Amazona, 2021), se ofició el 31 de marzo de 1521, Domingo de Resurrección, en la isla de Limasawa, a los quince días de haberse detenido allí la esforzada expedición.

Sin embargo, no fue hasta 1565 que, en pugna contra los portugueses, Filipinas pasó a ser parte constitutiva del Imperio español, incorporándose al Virreinato de Nueva España, tras la aceptación de Carlos I como «natural soberano» (Gómez, 2013: 2) por parte de los jefes y príncipes prehispánicos.

Durante los más de tres siglos en que diose la gerencia española del archipiélago, se puso en práctica la réplica del modelo americano de gestión, fundando instituciones religiosas, educativas —la primera imprenta en Filipinas data de 1593; en 1595 se fundaba la primera academia (Gómez, 2013)—, sanitarias, y de gobierno, instándose al aprendizaje de las lenguas nativas para la evangelización —en enfrentamiento dialéctico contra el islam, que había sido la religión predominante en las islas, junto al budismo y el hinduismo—, y dedicando una defensa legal reconocida para los nativos (Aguilera, 2018).

No obstante, en la medida en que no se estableció el requisito de imponer normativamente el idioma español a los isleños, subsistió, durante los 333 años de regencia hispánica, un número considerable de individuos que nunca fue capaz de comunicarse en nuestra lengua. A partir de 1812, en el curso del breve ejercicio de la Constitución liberal, y durante las décadas inmediatas, se intensificó entre los filipinos la voluntad de aprender español al contemplárseles, de manera renovada, como sujetos de derecho (Gómez, 2013).

En 1821, coincidiendo con el trescientos aniversario de la llegada de los españoles al archipiélago, culminó, por otra parte, el proceso de independencia de México, de suerte que la capitanía de Filipinas pasó de Nueva España a Madrid.

El siglo XIX hispanofilipino no distó en demasía del panorama internacional consecuente a las revoluciones nacionales de naturaleza liberal, produciéndose tumultos regulares de individuos que demandaban la independencia para Filipinas, a imitación de las nuevas naciones americanas. De este tipo de refriegas se valieron los historiadores filipinos proestadounidenses para la promoción política del nuevo régimen, camuflando circunstancias como que Alfonso XII hubiese concedido el indulto general en 1874 a los sublevados dos años antes en Cavite (Martínez, 2012).

En este punto, llegados a la fecha de 1898, cabe indicar sucintamente, para el tema del que estamos respondiendo, que tanto la Revolución filipina como la Constitución de la Primera República se llevaron a cabo en español aun cuando una parte de la población desconociese el idioma, tal como hemos indicado. Esta es la razón por la cual, en el presente trabajo, nos referiremos a aquellos poetas como hispanofilipinos: porque, aun habiendo tenido lugar la segregación de Filipinas con respecto de España y a pesar de los intentos norteamericanos por imponer su propia lengua, publicaron sus poemarios en español, y no en inglés o tagalo, en la medida en que nuestro idioma perduró en ejercicio incluso tiempo después de haberse visto privado de oficialidad.

En efecto, la ocupación estadounidense de las islas contó con no poca antipatía por parte de la población filipina, produciéndose motines desde primera hora:

 

Como los filipinos creían que era la intención del pueblo de los Estados Unidos, al destruir la soberanía española, otorgar la independencia de Filipinas, al publicarse en el mes de enero de 1899 por el general Otis el Tratado de París, un descontento general hizo prever más que nunca la lucha de los filipinos contra los americanos (Pardo de Tavera, 1906: 77-78).

 

Durante la década de 1930, se llegó a concebir, aún más, el proyecto estadounidense para la erradicación del idioma tagalo (Gómez, 2013), que era entonces la forma de comunicación mayoritaria, replicando la política depredadora que el Imperio británico había desplegado en Norteamérica siglos atrás.

Mientras tanto, a la lengua española se le imprimía, entre las élites, el valor de herramienta dialéctica frente al régimen yanqui, alcanzándose, precisamente en aquellas décadas, la mayor competencia en lo que a producción literaria hispanofilipina se refiere. Por todo ello, las relaciones diplomáticas entre España y Filipinas transitaron, tras aquel periodo de agencia norteamericana, hacia un hermanamiento que sólo el pasado común hispánico fue capaz de propiciar; así lo señaló el presidente de la República de Filipinas, Elpidio Quirino, en su mensaje a España de 1948:

 

La legendaria galantería hispana ha rebasado sus límites, dando al mundo la más hermosa lección de diplomacia, porque toca el corazón. Nada halaga tanto mi vanidad de padre y Jefe Ejecutivo de la nación como el pensar que el tránsito fugaz de mi hija por tierras españolas ha sido la chispa que ha encendido la hoguera que ha de alumbrar el destino de los dos pueblos […]. El Gobierno y la prensa españoles han tenido a bien adscribir a la visita de mi hija un significado simbólico, llamándola nieta (Quirino, 1948).

 

Sin embargo, por más que en aquel mismo discurso se reafirmase el presidente en que «los vínculos de religión, idioma y cultura, que estamos cuidando con amor y perseverancia, serán indestructibles, como son indestructibles las leyes de la historia y de la naturaleza.» (Quirino, 1948), lo cierto es que la suerte del español en Filipinas ha sido nefasta a lo largo de la segunda mitad del siglo XX: en 1987 quedó suprimido todo uso académico o institucional de nuestra lengua, que había sido oficial en las islas desde 1571 (Gómez, 2013).

No es de extrañar, por lo tanto, que Filipinas quedase supeditada a los intereses norteamericanos en el Pacífico, aun después de su independencia, hasta que, muy recientemente, el Gobierno filipino ha optado por tomar a China como potencia a la que someterse.

En cuanto al catolicismo en Filipinas, continúa componiéndose de un numero elevadísimo de practicantes, pero cabe puntualizar algunos hechos que ponen en tela de juicio la homogeneidad religiosa de las islas. En primer lugar, la oficialización de la Región Autónoma del Mindanao Musulmán, en 1989, donde han proliferado los movimientos secesionistas islámicos (González, 2017). En segundo lugar, la autoidentificación del sanguinario actual presidente, Rodrigo Duterte, como practicante del islam, aun cuando tan sólo el 5% de la población filipina se declara musulmana (Esguerra, 2019).

A la postre, en lo relativo al inglés, por más que se la reconozca como lengua oficial, junto al tagalo, continúa sin contar con la completa aceptación entre el conjunto de los filipinos, y su uso en el interior de los hogares es anecdótico (Gómez, 2013). Mientras tanto, en 2009, se produjo, felizmente, la reincorporación del español a la educación secundaria.

 

 

1

La generación de los poetas

 

Lo primero que cabe decir acerca de los poetas sobre cuyas obras trabajaremos en lo sucesivo, es que no existe un canon definido de autores, en la medida en que sus estilos, volúmenes de producción, y virtudes literarias, son demasiado dispares. Lo que, sin embargo, puede llegar a congregarles como generación, son dos hechos: el primero de ellos, de naturaleza política (la independencia de Filipinas), desembocó en otro, de tipo literario (la evocación poética de España), con una voluntad absolutamente dialéctica (la oposición al dominio norteamericano).

Partiendo de esta secuencia, sería posible referirse a aquellos autores, en caso de que se pusiese de manifiesto el afán por signarles, como una generación distante, quebrada, extraída…, o, más estrictamente, como la Generación del 98 oriental, en la medida en que, del modo en que lo hemos alegado, la única posibilidad de agruparles generacionalmente es estableciendo relaciones a partir de términos[1] (en este caso, el término con el que se opera es la evocación de la hispanidad arrebatada en 1898 como tema literario). Empero, no está en nuestro dominio prescribir unívocamente la categoría de generación para aquellos poetas, pues, si esto no se produce de forma dialógica o, más convenientemente aún, canónica, en ese caso, no estaríamos hablando más que de un autologismo, por más que la clasificación pudiese llegar a tomarse como oportuna.

Resultaría pertinente, después, ofrecer una distinción entre los autores que vivieron la independencia de Filipinas, y aquellos cuyo nacimiento ocurrió con posterioridad a 1898 por más que, cronológicamente, la producción literaria de esta presumible generación se extendiese hasta 1946, fecha de la salida de EE.UU. del archipiélago filipino: aquella distinción está, por lo tanto, en alto grado apartada de los rasgos puramente filológicos, pero posee un fundamento operatorio, como es el hecho de que los autores más relevantes de entre todos aquellos resulten ser, así mismo, los nacidos más tempranamente.

De este modo, si bien hemos afirmado que no es posible identificar un canon, lo cierto es que, los grosso modo clásicos, aquellos que con más frecuencia aparecen en las escasas producciones académicas que han atendido a este asunto, son quienes pudieron vivir los sucesos de 1898, y sus consecuencias, con mayor o menor nitidez: Fernando María Guerrero (1873-1929), Cecilio Apóstol (1877-1934), Jesús Balmori (1887-1948), Claro M. Recto (1890-1960), Manuel Bernabé (1890-1960) e Isidro Marfori (1890-1949).

Hemos incluido, además, a algunos otros poetas, cuya presencia es algo menor, pero que, temáticamente, son a todas luces homologables a los anteriores: Zoilo J. Hilario (1892-1963), Flavio Zaragoza (1892-1994) y José Hernández Gavira (1893-1960). En cuanto a terceros, como Jesús Causo Alcuaz o Enrique Fernández Lumba (nacidos en 1898 y 1899, respectivamente), no existe apenas material biográfico o literario como para incluirles en este trabajo, más que de forma testimonial.

El núcleo por el que transitó la mayor parte de estos poetas fue, indudablemente, Manila, pese a que muchos proviniesen de la geografía provincial. Más aún: Cecilio Apóstol, Claro M. Recto, Manuel Bernabé y Zoilo J. Hilario se beneficiaron de carreras académicas idénticas, al cursar, todos ellos, bachillerato en el Ateneo Municipal de Manila y Derecho en la Universidad de Santo Tomás cuya fundación se debió a la Orden de los Dominicos en 1611. Fernando María Guerrero, por su parte, ejerció como concejal en el Ayuntamiento de Manila, y como profesor en la mencionada universidad, a la que también acudieron para formarse en Derecho Flavio Zaragoza y José Hernández Gavira (este último, combatió con la titularidad de Primer Teniente del Ejército de los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial).

 

 

2

Poética de la Hispanidad

 

Los temas que trataron estos autores en sus poemarios no se limitan a la evocación de la Hispanidad, sino que ésta ocupa un volumen, más o menos representativo, de sus versos. Así, es frecuente encontrar poemas, cuyo fin es la glorificación del hispanismo, acompañados por otros en los que se ensalzan temas amorosos, folclóricos, o descriptivos del paisaje filipino.

Autores como Cabrero (1998), que evaluaron el sentimiento hispánico de estos poetas a luz de la independencia de 1898, han sido incapaces de advertir, no obstante, el carácter predominantemente dialéctico de aquella circunstancia literaria. En lo que a nosotros compete, vamos a proceder a la catalogación de algunos de los versos más representativos de esta poética, disponiéndolos por grupos temáticos. En ningún caso se ofrecerán poemas completos, pues sus extensiones habitúan a ser injustificadas para el formato con el que aquí estamos trabajando. En cuanto a las fechas que adjuntaremos, cabe decir que varias de aquellas obras se publicaron póstumamente.

No debe obviarse, de manera alguna, que en la mayoría de los fragmentos que vamos a aportar se materializará no sólo el tema en virtud al cual los hemos clasificado, sino que, como no podría ser de otro modo, existe una interconexión temática, que el lector, sin duda, percibirá.

 

 

Tema I: acerca de la Guerra hispanofilipina

 

Poema: Al «Yankee» (1950).

Autor: Cecilio Apóstol (1877-1934).

Versos:

 

¡Yankee! Si tú nos vences,

con el potente empuje de tus armas,

no vivirás dichoso, porque te odia

hasta el ambiente mismo de mi patria.

 

¡Yankee! Si mis estrofas

logran sobrevivirme, sus palabras

vibrarán en los siglos venideros

el odio eterno del eterno paria.

 

 

Tema II: acerca de la segregación de Filipinas

 

Poema: Epopeya de la raza (1911).

Autor: Claro M. Recto (1890-1960).

Versos:

 

Miró España derrumbarse sus colonias donde el Sol no

[se ponía.

 

 

Poema: Canto a mi patria (1914).

Autor: Zoilo J. Hilario (1892-1963).

Versos:

 

Hija emancipada de la vieja España.

 

Poema: Et incarnatus est (1941).

Autor: Jesús Balmori (1887-1948).

Versos:

 

Si Filipinas hoy, rotas ya sus cadenas,

quisiera aparecer ante su historia, sola,

olvidada del pacto de su viejo Virrey,

 

se tendría que abrir nuevamente las venas,

y arrancar de sus venas esta sangre española

que en su vida y su alma es Dios, vida y ley.

 

Poema: Filipinas a España (1957).

Autor: Manuel Bernabé (1890-1960).

Versos:

 

Mientras la vista atómica vislumbra

la luz de redención en la penumbra,

e hijos del alma apréstanse a las lides;

¡ve, Madre! Y digan valles y colinas:

«Gloria a la Madre España en Filipinas!

¡Loor eterno a ti! Tú, no me olvides».

 

Poema: Filipinas a España (1957).

Autor: Manuel Bernabé (1890-1960).

Versos:

 

Si están ahítos de llorar tus ojos,

y en otros días te causan enojos,

la era de paz y de perdón se inicie.

¡Oh, qué mejor que tras la despedida,

seamos como el agua, en dos partida,

que se torna a juntar en la planicie!

 

 

Tema III: acerca de la evocación de España

 

Poema: Canto a mi patria (1914).

Autor: Zoilo J. Hilario (1892-1963).

Versos:

 

Infinita mirada de amor a España.

 

Poema: Llama de amor (1971).

Autor: Fernando María Guerrero (1873-1929).

Versos:

 

Di a nuestro anhelo si este sol malásico

no es hermano del sol de Andalucía

y si, al sentir su fuego, no es quimérico

amar de entrambos soles la alegría.

 

Poema: Humildad (1929).

Autor: Manuel Bernabé (1890-1960).

Versos:

 

Hora es de ornarnos las sienes de rosas,

de decir versos con voz de humildad,

forjar comentos de casos y cosas

¡y en trapos de arte vestir la verdad!

 

Óyeme, España. El pendón gualdo y rojo

que tú me diste, está en mi bajel:

como un soldado, mi espada recojo

y en tu ara prendo mi verde laurel.

 

 

Poema: Clavel de eternidades (1957).

Autor: Manuel Bernabé (1890-1960).

Versos:

 

¡Soñar Madrid! ¡Sentirme madrileño!

 

 

Tema IV: acerca de la Hispanidad

 

Poema: Epitafio (1971).

Autor: Fernando María Guerrero (1873-1929).

Versos:

 

En el hogar del indígena el ambiente es de angustia;

todo el rostro es de lágrimas, toda la flor está mustia

con el eclipse de tu sol;

y en el rincón más tétrico de nuestro lar nativo

muere mil veces, huérfano de amor, estando vivo

el corazón de un español.

 

Poema: Salutación (1929).

Autor: Manuel Bernabé (1890-1960).

Versos:

 

Cuando España se fue, quedó la hija sola,

pero la voz del Hada sonó en la lejanía:

«El amor de la madre es la nave y es la ola,

y como nave y ola, ha de volver un día».

 

Poema: Salmos epitalámicos (1929).

Autor: Manuel Bernabé (1890-1960).

Versos:

 

En el mármol viviente de este alcázar divino,

acústica del alma, el pueblo filipino

desgranará perenne su nostálgica voz.

Casa de España es la obra de los españoles austeros,

descendientes de aquella casta de caballeros

que ganaron el orbe con la espada y la hoz.

 

Poema: Somos la raza augusta de veintidós naciones (1937).

Autor: José Hernández Gavira (1893-1960).

Versos:

 

Iberoamericanos, filipinos e hispanos,

por el Día Español, estrechemos las manos;

y pensando que somos ciento veinte millones

los últimos cachorros del León de Castilla,

gritemos: ¡Viva España, arriba corazones!

¡Sean nuestras canciones disparos de cañones;

nuestra última empresa, humana maravilla!

 

Somos la raza augusta de veintidós naciones,

Los últimos cachorros del León de Castilla.

 

Poema: Palimpsesto (1941).

Autor: Jesús Balmori (1887-1948).

Versos:

 

Pulsando en su arpa indígena su canto español.

 

Poema: Filipinas a España (1941).

Autor: Jesús Balmori (1887-1948).

Versos:

 

Más, ¿qué importó a tu ser el golpe del destino

ni el dolor que rasgó tu inmaculada entraña,

cuando la flor de España es fruto filipino

y podemos decir con orgullo divino,

nuestra madre es España?

 

Poema: Filipinas a España (1957).

Autor: Manuel Bernabé (1890-1960).

Versos:

 

Mas cuyo acero no es hoz que siega

sino arado que pone la semilla.

 

Poema: Rosas eternas (1968).

Autor: Zoilo J. Hilario (1892-1963).

Versos:

 

Amado por el cielo soberano

con el tronco arraigado en Occidente,

extendió hasta esta parte de Oriente

sus ramas el frondoso árbol hispano.

 

 

Tema V: acerca del idioma español

 

Poema: A Hispania (1952).

Autor: Fernando María Guerrero (1873-1929).

Versos:

 

Y al verme tan olvidado

de la mujer que me amó

para luego envenenarme

con una negra traición,

cuando quise maldecirla

con mi pluma y con mi voz,

llorando de pena y rabia,

la maldije en español.

 

Poema: Llama de amor (1971).

Autor: Fernando María Guerrero (1873-1929).

Versos:

 

Preso en la red de una hermandad incólume,

de una alta unión a tu español idioma

que es, en sus iras, fogoso Niágara,

y, en sus mimos, arrullo de paloma.

 

Poema: La fuerte caución (1971).

Autor: Fernando María Guerrero (1873-1929).

Versos:

 

Con que nos quede el habla que nos diste

con la Espada y la Cruz de tu Aventura,

habremos siempre en nuestro hogar aún triste

de tu gloria total la flor más pura.

 

Porque es la lengua la caución más fuerte

del influjo inmortal de una cultura,

y es frente al golpe de contraria suerte

escudo de broncínea forjadura.

 

Poema: Filipinas a España (1957).

Autor: Manuel Bernabé (1890-1960).

Versos:

 

Y aún late en el cantar de mis troveros

la dulcísima lengua de Cervantes.

 

Poema: Lengua de ángeles (1968).

Autor: Zoilo J. Hilario (1892-1963).

Versos:

 

Al fiat del Señor, entró el alto coro

de ángeles celestiales, con su fina voz de oro

y en la nueva lengua de ritmo encantador,

¡un canto cuyos ecos de oyeron en Castilla

y fueron los principios de la gran maravilla

que ahora se conoce por idioma español!

 

Poema: Himno al idioma cervantino (1968).

Autor: Zoilo J. Hilario (1892-1963).

Versos:

 

Obras escritas en la lengua hispana

a veces pierden ya su primer justo

al ser vertidas a otra lengua humana

cual pierde el agua su original gusto,

ya alejada de su propia fontana.

 

Poema: Himno al idioma cervantino (1968).

Autor: Zoilo J. Hilario (1892-1963).

Versos:

 

¡Hasta nuestro hombre en la humilde cabaña

cuando llama a Dios, usa este divino

vocablo tuyo! ¡No eres lengua extraña

a este querido pueblo filipino,

oh, Idioma de la noble Madre España!

 

 

Tema VI: acerca de la literatura española[2]

 

Poema: A Cervantes (1929).

Autor: Manuel Bernabé (1890-1960).

Versos:

 

¿Quién en la historia como tú? ¿Qué humano,

qué genio, qué blasón, qué ejecutoria,

a la sombra del lábaro cristiano,

ha de violar las nieves de tu gloria?

 

Poema: A España imperialista (1950).

Autor: Cecilio Apóstol (1877-1934).

Versos:

 

España: está en el mundo tu alta misión fijada;

en sueños de conquista tu nación total se inspira;

tu historia está en América, en Flandes y en Granada.

Ayer fundaste reinos por medio de la espada.

Hoy vuelves a ganarlos por medio de la lira.

 

 

Tema VII: acerca de las virtudes hispanas

 

Poema: Canta, poeta (1929).

Autor: Manuel Bernabé (1890-1960).

Versos:

 

La España que hoy es sorda en irrumpir en metrallas,

ahíta de laureles en cesáreas batallas,

 

no quiere ya ser cuna del Cid y Pelayo,

de la Armada Invencible, los Tercios, Dos de Mayo,

 

la que hizo de los pueblos haz del suelo español,

en que no ponía la hipérbola del sol.

 

Ramo de olivo porta en sus divinas manos,

que no quieren teñirse de sangre de cristianos,

 

y así, mientras la Europa riñe feroz contienda,

en la paz de su domo, ella labra su hacienda,

 

también como guerrero, de acero no humillado,

que alegra la vejez, mirando en el pasado…

 

Poema: Está triste Don Quijote (1937).

Autor: José Hernández Gavira (1893-1960).

Versos:

 

No es España la nación perniciosa

cuya norma es engendrar lo fatal,

es luz, ciencia, inspiración prodigiosa

esa España de Ramón y Cajal.

 

Poema: El cerro de Cotabato (1950).

Autor: Cecilio Apóstol (1877-1934).

Versos:

 

¡Donde no llegan del cañón los tiros,

del español el heroísmo llega!

 

Poema: El cerro de Cotabato (1950).

Autor: Cecilio Apóstol (1877-1934).

Versos:

 

¡Los que han nacido en el solar hispano

como españoles vengarán la afrenta!

 

 

Tema VIII: acerca de las hazañas españolas

 

Poema: A Cervantes (1929).

Autor: Manuel Bernabé (1890-1960).

Versos:

 

Aquella España sujetó la esfera,

y mientras una mano aventurera

ejecutaba las empresas grandes

arrastrando al león hasta los Andes,

la otra estampaba en las humanas gentes

el signo de la cruz sobre las frentes.

 

 

3

Dialéctica de las dos Generaciones del 98

 

Como es por todos sabidos, y no será preciso detenerse en este punto, existe una mitologización evidente en torno a la Generación del 98 y sus componentes (Ynduráin, 2000), de manera que resulta inadecuado referirse a aquélla como un grupo de autores íntegramente definido tal y como ocurre con el caso filipino, para el que, además, se da la similitud de tratarse, en su mayoría, de autores provincianos congregados en la capital (Blanco, 1970). Nos limitaremos, por lo tanto, a comparar brevemente las ideas filosóficas contenidas en las obras de aquellos autores, de conformidad con lo que se ha presentado en el apartado anterior. Naturalmente sobra decirlo, nunca tuvo lugar, en aquellas fechas, una confrontación dialéctica entre ambos grupos de literatos, sino que somos nosotros, en calidad de transductores, quienes hoy, de manera crítica, disponemos ambas perspectivas para su colisión.

Antes que nada, será necesario señalar un rasgo común entre dichas generaciones: la recurrencia en torno al Quijote y el paisaje castellano. A propósito del manido regeneracionismo, cabe decir que el de los autores filipinos se aproximó, en todo caso, a las tesis maeztusianas, y de restauración del imperio, propias de las primeras décadas del siglo XX español.

No puede identificarse, entre los autores hispanofilipinos, una preocupación por el problema de España, ni por su ser, como fue el caso de los noventayochistas peninsulares, quienes hicieron gala de una visión pesimista de la realidad social, cayendo en el esencialismo (Roca Barea, 2019), concibiendo España como un ente enfermo, necesitado de auscultación (Ribas, 1998). Lo que estos autores ignoraban —coincidiendo, en su ignorancia, con la dudosa literatura critica del siglo XX[3]— es que España vivía, en aquellas fechas, un crecimiento económico sin par, debido al regreso de los indianos tras la pérdida de los últimos territorios en ultramar: había sido unas décadas antes cuando, al ocurrir aquello mismo con respecto de las independencias americanas, se fundaron en España, como consecuencia, el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria y el Banco Santander. Tampoco resultaron sustanciales, para los noventayochistas, hechos como la generalización del ferrocarril y la gran multiplicación de industrias, que estaba produciéndose en aquellos años (Ribas, 1998). Los hispanofilipinos, por su parte, tuvieron en alta estima el progreso científico y tecnológico español.

De este modo, si bien es cierto que aquella visión injusta acerca de la sociedad española no motivó, en los llamados regeneracionistas, una auténtica participación política, de compromiso (Ynduráin, 2000), debe señalarse que Vicente Blasco Ibáñez sí se entregó, de manera intensa, a la política nacional. En su viaje a Filipinas de 1924, el valenciano habló de esta manera:

 

Hace unas horas nada más que estoy en Filipinas, y sin embargo, me considero como si estuviese en mi propia casa y rodeado de mi familia. Encuentro aquí como representantes de los pueblos que no hablan el español, a los súbditos de la república norte-americana, a los ciudadanos de los Estados Unidos, país que he visitado muchas veces y al que tengo una profunda gratitud, porque me ha recibido siempre con afabilidad, como representante de la literatura española; y os encuentro también a vosotros, los que me escucháis, hermanos míos de nacimiento de la misma tierra, a los españoles que habitan Filipinas; y os encuentro especialmente a todos vosotros, hijos de las Islas Filipinas que verdaderamente me habéis sorprendido, porque yo, al llegar a este país, me imaginé que únicamente encontraría algunos intelectuales que hablarían el español, que conservarían el recuerdo del idioma español, y me he encontrado con un pueblo culto, con un pueblo vigoroso, con un pueblo que tiene derecho a una vida amplia, inmensa, y como símbolo espiritual de su personalidad, emplea el idioma de España, idioma de sus padres, el idioma de la civilización europea que vino aquí por primera vez.

Y por esta razón, señores, yo, al tener que dar una conferencia esta noche, pensé que, como novelista, podría hablar de literatura y de la novela, de su influencia social, de lo que representa este género literario; pero he preferido dejar esto para mi conferencia de mañana en la Universidad (Hernández / Romero, 1924: 75).

 

Seguidamente, ofreció estas palabras acerca de la Leyenda Negra, vertida históricamente contra España:

 

Y aquí, ante vosotros, que por ser más numerosos sois una representación del pueblo filipino, yo he considerado mi deber hablaros de España, hablaros de lo que representa España en el progreso universal y rebatir de una vez todas las mentiras, las calumnias que tres siglos de apasionamiento han ido amontonando sobre la historia de España. España, señores, ha sido uno de los pueblos más calumniados de Europa. Y esto tenía una razón. ¿Por qué? Porque las cosas en la historia, las más de las veces no son obra del azar, responden siempre a una pasión; España durante siglo y medio fue la primera nación de Europa (Hernández / Romero, 1924: 75-76).

 

Lo defendido por Blasco Ibáñez en aquel discurso, al que asistió y difundió por escritoel poeta hispanofilipino José Hernández Gavira, Primer Teniente del Ejército de los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial, se encuentra en consonancia con la tesis mantenida por los autores cuyos poemas hemos catalogado anteriormente. Ellos negaron el mal trato hacia los indígenas, y defendieron para éstos el valor del hispanismo, de la lengua española y de la fe católica:

 

¡Hasta nuestro hombre en la humilde cabaña

cuando llama a Dios, usa este divino

vocablo tuyo! ¡No eres lengua extraña

a este querido pueblo filipino,

oh Idioma de la noble Madre España!

(Hilario, 1968: 33)

 

 Alabaron la técnica y el saber hacer de los españoles «No es España la nación perniciosa / cuya norma es engendrar lo fatal / es luz, ciencia, inspiración prodigiosa / esa España de Ramón y Cajal» (Hernández, 1937: 131)—, que les había permitido cartografiar buena parte del mundo conocido, y dar testimonio empírico de la esfericidad terrestre (Bueno, 1989; Insua, 2019):

 

Aquella España sujetó la esfera,
y mientras una mano aventurera
ejecutaba las empresas grandes
arrastrando al león hasta los Andes,
la otra estampaba en las humanas gentes
el signo de la cruz sobre las frentes.
(Bernabé, 1929: 22)

 

Se refirieron al Imperio español en los términos en los que Gustavo Bueno habló de la categoría de imperios generadores (Bueno, 1999) «Mas cuyo acero no es hoz que siega / sino arado que pone la semilla» (Bernabé, 1957: 65)— y propusieron el paniberismo como plataforma política de futuro:

 

Iberoamericanos, filipinos e hispanos,

por el Día Español, estrechemos las manos;
y pensando que somos ciento veinte millones

los últimos cachorros del León de Castilla,

gritemos: ¡Viva España, arriba corazones!

Sean nuestras canciones disparos de cañones

nuestra última empresa, la humana maravilla! 

Somos la raza augusta de veintidós naciones,

los últimos cachorros del León de Castilla.

(Hernández, 1937: 135)

 

 

Bibliografía

 

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NOTAS

[1] Véase el espacio gnoseológico según la Crítica de la razón literaria (Maestro, 2017).

[2] Hay que señalar, en este punto, la influencia de Gustavo Adolfo Bécquer en la poesía de los hispanofilipinos Jesús Balmori e Isidro Marfori.

[3] Véase el capítulo 2 del segundo volumen de la Crítica de la razón literaria (Maestro, 2017).




Jesús G. Maestro