El
hundimiento de España frente a sí misma
en Mazurca
para dos muertos
según la Crítica
de la razón literaria
Miguel Salvador Baladan
Universidade
Federal do Rio Grande do Sul
Brasil
Este
trabajo tiene por objetivo desarrollar un análisis de la novela Mazurca para dos muertos (1984), de
autoría de Camilo José Cela (1916-2002), a partir del Materialismo Filosófico
como Teoría de la Literatura (Maestro; 2017). Dicha narrativa si bien fue
escrita con posterioridad a la guerra civil española, está ambientada en la
Galicia rural y montesina de los años en que tuvo lugar la Guerra Civil
española, según el narrador y el Santoral Católico (2019), entre el día de San
Joaquín, es decir, aproximadamente, el 26 de julio de 1936 y el día de San
Andrés, esto es, el 30 de noviembre de 1939, o el día de San Martín, a saber,
el 11 de noviembre de 1936 y el día de San Hilario, lo que correspondería al 13
de enero de 1940.
Mazurca para dos muertos (1984),
si la analizamos, desde las clases de la genealogía de la Literatura que nos
ofrece Maestro (2017), pertenece a la Literatura Sofisticada o Reconstructivista,
puesto que, está construida, desde el aspecto formal, con intuito innovador,
pues cuenta con un mapa de la Galicia montesina, y con dos capítulos, el
primero, Llueve mansamente y sin parar
y, el segundo, Anejo único. Informe
forense. La trama nos ofrece contenidos pre-racionales, esto es, tipos de
conocimientos antiguos basados en la magia, el mito y la religión, concatenados
con saberes críticos, es así, pues, que la narrativa está poblada de mitos,
como por ejemplo, la reina mora que le recompensa a Mariquiña con oro por
catarle los piojos (1984: 148), o la morisma más rica de la comarca de Trelle, gobernada
por el mago Abd Alá el-Azziz, que recompensaba a Basilio Ribadelo con oro por
llevarles vino por las noches (1984: 107-108), la magia que envuelve estos
hechos, con frecuencia se desvanece enfrentada a la realidad de los personajes.
Es apreciable el modo en que, a través de la ficción, se reconstruyen los mitos
desde un ornamento estético totalmente fenomenológico y subjetivo.
En
la trama surgen explicitadas relaciones reales con términos ideales, factor que
contribuye a intensificar el sobrenaturalismo y el animismo que los
acontecimientos refieren, de modo que, el palco de la novela se ve matizado por
diversas tonalidades en que lo lúdico pasa a ser una forma de suavizar lo
esperpéntico de la guerra. El narrador, a través de sus artificios mezcla en el
eje circular (de los seres humanos) del espacio antropológico contenidos del
eje angular (o religioso) y del eje radial (de la naturaleza). Vale señalar que
los mitos siempre son cuentos de cuentos, es decir, muy pocos personajes
manifiestan de su propia boca haber vivenciado tal o cual situación
extraordinaria y cuando eso sucede, como es el caso de Moncho Requeixo
Casbolado, el narrador tiene la atención de advertirnos que Moncho Preguizas es
medio fabulador. Lo cierto es que la magia surge en diferentes camadas como un
elemento que conforma un saber general o popular. Los elementos del eje radial
y del eje angular siempre están presentes en el eje circular de la narrativa,
por ejemplo, el tatuaje que lleva Afouto, es una culebra ensortijada en una
mujer, esta representa la fortuna y aquella la voluntad, de modo que la
voluntad sujeta la fortuna y el hombre triunfa (1984: 39).
La
religión, del mismo modo, juega un papel fundamental, frente a la cual, el
narrador, desde el amplio panorama narrativo que ofrece de tipos de personajes
y situaciones diversas, ejerce una parodia ―una imitación burlesca de un
referente serio― es así que los curas aparecen, no como castos, caritativos,
comprensivos, sino como lujuriosos (adúlteros), avaros e incomprensivos. Los
mismos, al ocupar un lugar prestigiado en la sociedad, se aprovechan de su
estatuto para preñar mozas dominadas por el fervor del sexo ―necesitadas de sus
servicios―, para escamotear sus propios hijos (frutos del adulterio), para
golpear parvas y reírse de la desgracia ajena. La obra en sí misma contiene un
fuerte valor desmitificador del eje angular (principalmente de la religión
católica), puesto que a través de lo grotesco, de la farsa y de la burla queda
implícito que no existe milagro más revelador que la ley del monte, la cual,
lejos de ser un designio divino es el resultado de un proceder humano.
1
Don camilo y su Mazurca en el espacio
antropológico
Según
Maestro (2017), en la dimensión antropológica de la literatura es posible
discriminar tres ejes, a partir de Bueno: el circular o humano, radial o de la
naturaleza y angular o religioso. El primero se constituye por los rasgos
civiles, sociales y políticos de la obra, esto es, la guerra como centro de la
acción, las relaciones familiares, amistosas o las rivalidades que se tejen
entre los personajes, las noticias sobre los desastres y el vertedero de sangre
causado por el desbarajuste, las noticias que corren de un lado a otro del
país, los modos en que los personajes se relacionan con la guerra, unos en la
negativa de participar, otros alistándose en las filas, otros perplejos ante la
situación, etc. La casa de la Parrocha y la taberna de Rauco también son
centros de la dimensión civil y social de la obra: «A la taberna de Rauco
llegan noticias muy confusas [...] sublevación de generales y movimiento de
tropas en Marruecos, la radio también da informaciones» (Cela, 1984: 128).
Además, en el eje circular aparecen muchos aspectos intertextuales que la
novela nos presenta con autores como Cervantes, Rousseau, Quevedo, o con hechos
históricos, como por ejemplo:
[...] la guerra civil, esto es una guerra civil, llevamos un obituario en el corazón y lo recordamos cada mañana con estremecimiento y con remordimiento, en el bruñido espejo de Isabel y Fernando nos miramos todos los españoles (Cela, 1984: 201).
Esta
referencia a los reyes católicos que fueron, a la postre, quienes forjaron el
comienzo el Imperio Católico (a través de una voluntad de unión y expansión de
la hispanidad) que los personajes, españoles, ven derrumbarse ante sus ojos, es
una forma de expresar el hundimiento de España frente a sí misma. Es decir,
quedan en evidencia las ruinas de un Imperio que, más allá de las causas
externas que puedan haber representado una amenazada para su derrumbamiento, se
ve fracturado desde su matriz, de modo que, es posible observar un país que se
mutila a sí mismo, que se muestra incapaz de articularse desde criterios que no
sean ablativos. En este sentido España aparece como un proceso en curso y en
declive, la guerra representa el resultado de un periodo histórico paradójico,
de gloria y pobreza. La religión católica y las ideologías políticas surgen
como fuerzas enfrentadas que buscan, por un lado, preservar las tradiciones y
costumbres de un mundo desfasado y arcaico, por el otro, las fuerzas
reformistas y revolucionarias procuran darle una nueva faceta al país,
cambiando viejas creencias y hábitos por nuevas ideas y formas de pensar.
Frente al tumultuario panorama español las ideologías contribuyen a debilitar,
fragmentar y recortar el país, a saber, cada ideario político pasa de la
tolerancia a la extirpación de lo que no es compatible sea con la religión, sea
con la ideología. Es así, pues, que el matadero de gentes se torna
multitudinario, puesto que la realidad no puede adaptarse a las ideologías ni a
la doctrina de una religión, la realidad, la muestra Cela, es mucho más
compleja de lo que parece.
El
narrador, como personaje y, a la vez, recopilador de informaciones tiñe y
alimenta el eje circular y humano de la narrativa a partir de las informaciones
que extrae de las conversaciones con Ádega, Marcos Albite, Benicia y otros; del
mismo modo, Robín Lebozan, también como personaje y, a la vez, autor, es quien
más establece relaciones artísticas y literarias con autores, tanto locales, un
ejemplo es Rosalía de Castro, como de renombre, Adolfo Bécquer que, comenta el
narrador, ambos escritores fueron protagonistas de un noviazgo fugaz. De este
modo, el eje circular poco a poco se torna rico y espeso, poblado de
referencias políticas, culturales y sociales.
El eje radial o de la naturaleza se ubica
esencialmente en los montes de Galicia y lo que sucede por allí, por ejemplo,
el poder que posee Rosalía Trasulfe (Cabuxa Tola) para amaestrar animalitos o
las relaciones de zoofilia que más de un personaje mantiene con los animales,
tal como manifiesta Ádega: «Todas las mujeres hemos hecho las marranadas alguna
vez con un perro [...], los hombres buscan una cabra tetona para cogerla bien
cogida de los cuernos y restregarse más a gusto, eso va en naturalezas» (Cela,
1984: 22). Cabe destacar que la mayoría de los personajes mantiene estrechas
relaciones con los animales, no todos de zoofilia, verbigracia, Raimundo el de
los Casandulfes es amaestrador de ranas y de muchos otros animales del monte,
menos del jabalí. En general los hombres que trabajan la tierra se relacionan
con los bueyes y con los caballos, estos son sus compañeros de labores, también
surgen las actividades de la pesca y de la caza como medios de conseguir
alimentos, quehaceres estos de estrecha relación con la naturaleza. Además, el
tiempo se presenta como un fenómeno de la naturaleza que es marcado por la
lluvia:
Orvalla sobre las familias y las personas y los animales mansos y silvestres, sobre los hombres y las mujeres, los padres y los hijos, los sanos y los enfermos, los enterrados, los desterrados y los viajeros. Orvalla igual que corre la sangre por las venas (Cela, 1984: 76-77).
El
tercer eje es el angular o religioso, este está fuertemente marcado por la
presencia de elementos extraordinarios, maravillosos y fantásticos que se
manifiestan, como la presencia de la reina mora en los montes, la cual, en
recompensa a Mariquiña, por catarle los piojos, le convertía las piedras en
oro; los soldados del Rey Arturo que al cruzar la laguna de Antela se
convertían en mosquitos; Fuco, el hermano de Manecha que poseía un ojo solo en
medio de la frente; El sacaúntos, Romasanta, el hombre lobo que comía personas, «mató a trece a bocados, nueve mujeres y cuatro hombres» (Cela, 1984: 81); la
leyenda sobre los moros muertos que viven en los castros de Trelle y están
gobernados por el mago Abd Alá el-Azziz ben Meruán, según relata el narrador:
Basilio Ribadello, arriero de Sobrado do Bispo, carretaba el vino de los moros por la noche para que no lo viesen los cristianos, y recibía en pago unas lajas de pizarra que por el camino se le iban volviendo de oro (Cela, 1984: 108).
También surge, de modo anecdótico, la leyenda de Santiago de Compostela (1984: 136), factor, entre tantos, que revela la importancia de la religión cristiana que está fuertemente plasmada en las vidas de los personajes. Ésta actúa como un pilar norteador, como informa el narrador: «A lo mejor el orvallo es Dios que quiere vigilar a los hombres de cerca, pero esto no lo sabe nadie» (Cela, 1984: 77). Simultáneamente, el catolicismo es blanco de críticas y desmitificación de lo sacramental, los fieles y los curas son presentados desde sus rasgos más humanos, sus defectos saltan a los ojos del lector, en más de una ocasión, las actividades adúlteras de los curas se ven desvendadas desde el sarcasmo y el humor, los curas se muestran, por lo general como pedófilos, adúlteros, tacaños, codiciosos, es decir, hipócritas y muy pecadores. Por ejemplo, don Merexildo Agrexán Fenteira, el cura de San Miguel de Buciños era el padre del Parvo de Bidueiros y como comenta Ádega:
El cura de San Miguel de Buciños [...] es muy famoso por sus tamaños; cuando arma, ¡qué Dios me perdone!, don Merexildo parece que lleva un pino debajo de la sotana. ¿A dónde va usted con eso, padre cura? ¡A ver si me lo amansa la feligresía, cabrón do demo! (O puta do demo, si le hablaba una mujer) (Cela, 1984: 18).
Este
cura viola su voto de castidad con muchas mujeres, ya que tiene quince hijos,
una de sus feligresas que complace sus deseos sexuales es Benicia que, según el
narrador tiene
las tetas pequeñas y los pezones grandes, Benicia le aguanta bien las embestidas al cura de San Miguel de Buciños, que vive rodeado de moscas, que va envuelto en moscas [...].
―Usted empuje sin miedo don Merexildo, que la cona de una servidora es de primera, usted páselo bien (Cela, 1984: 126).
En
el eje angular surgen también los suicidas, puesto que, el martirio es la única
forma de suicidio autorizadas por las religiones y de hecho, la mayoría de los
suicidas se matan de modo esperpéntico, un ejemplo claro de ello es Gorecho
Tundas
Cuando llega la noche Gorecho Tundas busca un sitio cómodo, una cueva llena de helechos en la que aún se rastrean las huellas de la raposa, se mete en el ataúd, se tapa con las virutas, se rocía el petróleo por encima y bien rociado y se planta fuego con un mixto: muere retorciéndose pero sin abrir la boca, se conoce que el Espíritu Santo le da fuerzas (Cela, 1984: 78).
La
narrativa presenta muchos suicidas, otros se quitan la vida ahorcándose o con
armas de fuego.
Cabe destacar que los tres ejes del espacio antropológico ofrecen pletóricas posibilidades de interpretación y están muy bien articulados, tanto que, la novela ofrece respuestas filosóficas sobre el origen del hombre, de España o de ese conjunto de personajes que conforman esa Galicia tan peculiar, por ejemplo, desde el eje angular el narrador nos dice que la especie humana procede de Adán y Eva y que los Guxindes proceden de una rana llamada Liorta de la laguna de Antela, por otra parte, desde el eje radial, don Camilo siempre asocia al ser humano a la naturaleza y afirma que el hombre «es un animal que hace las cosas al revés, un animal que se lleva la contraria a sí mismo desde que nace» (Cela, 1984: 78). Desde el eje circular la novela articula todo tipo de materiales e informaciones de talante literario, cultural, mítico, etcétera y ofrece una gama muy amplia de lo que fue el proceso histórico que constituyó a España como nación histórica, como Imperio Católico y como nación política. Además, la novela como obra de arte expresa desde el eje circular una nueva estructura, un mapa regional, dos capítulos, el primero continuo como el caudal de un río siempre en curso siguiendo la corriente del clima que lo impulsa a ser tranquilo, tempestuoso, revuelto o calmo, según se desarrolla la acción. El segundo, se trata de un capítulo corto, técnico y científico, en el cual se demuestra cómo el ingenio puede confundir la ciencia y tras una astuciosa trampa tejida bajo el amparo de la ley del monte, un asesinato se transforma en un accidente fatal, en el que la muerte de Afouto es vengada y la muerte de Moucho Carroupo permanece impune, de modo que, queda evidente que la justicia es la justicia de quien puede implantarla y no exactamente la que ofrece el sistema jurídico. Por último, la narrativa ofrece un vocabulario gallego-castellano. Por otra parte, su autor propone una nueva técnica de novelar, puesto que, quien escribe no es quien narra y aquél es el resultado del desdoblamiento del narrador que, al contar la historia se permite surgir como personaje y, en las entrelíneas, presenta al autor que escribe la narrativa. Otra peculiaridad es que la novela no se encaja en una categoría cerrada una vez que presenta diversos aspectos en su temática, tiene rasgos de la novela erótica, social, histórica, etcétera, y una innegable huella de porte popular, o sea, el vocabulario que le da forma a la novela es el típico de las gentes que habitan en la Galicia rural.
2
La novela como la vida misma en el espacio
ontológico
La
dimensión ontológica se divide en tres tipos de espacios, los cuales se
conforman por su realidad física (M1), psicológica o imaginaria (M2)
y lógica o conceptual (M3), (2017). De modo que el mundo conocido (Mi)
es el resultado de la conjugación de los tres géneros de materialidad, es
decir, el mundo interpretado (Mi) es la consecuencia de la
articulación de la razón humana en el mundo (M), esto es: Mi = M1,
M2, M3
En Mazurca
para dos muertos (1984) el (M1), su realidad física, el libro
hace referencia a una gama de estilos muy típicos en Cela, surgen rasgos del
tremendismo, de un realismo manipulado a tal punto que lo grotesco se tiñe de
ridiculez y de un humor sarcástico, surge también el erotismo como propio de la
vida humana, pululan además elementos trágicos, según Maestro, la tragedia es
una desgracia o infortunio muy grave que afecta de forma imprevisible e irreversible al ser humano, y cuyas causas y consecuencias ningún individuo o sujeto operatorio puede respectivamente ni prever, ni controlar, ni restaurar. La esencia de lo trágico está en la imprevisión y en el descontrol, porque el hecho trágico pone de manifiesto ante todo la impotencia y limitación del ser humano a la hora de enfrentarse a la desgracia, que integrada a la maquinaria del Estado (eje circular o político), en los impulsos más naturales e instintivos (eje radial o de la naturaleza), y en las fuerzas e ideales religiosos (eje angular), rebasa cualquier forma de acción humana que pretenda contrarrestársela o incluso explicarla apriorísticamente (Maestro, 2017: 2143).
Esta
definición manifiesta de forma clara el problema que surge en la novela, una
vez que sus personajes son todos rehenes y víctimas de la maquinaria del Estado
(o sea los hechos inesperados emanan del eje circular y humano) y todos viven
una secuencia de hechos imprevisibles e irreversibles, porque como también
señala Maestro (2017), aunque la muerte no pueda, en sí misma, ser tomada como
una tragedia porque es un hecho que, aunque sea irreparable, puede ser
previsible, en la narrativa sí surge como una tragedia, una vez que, casi todos
los muertos son personas jóvenes y que mueren, salvo los suicidas, de forma
accidental o inesperada. El primer muerto de la historia es Lázaro Codesal y su
muerte, aunque haya marchado a la guerra del Rif es imprevisible porque era un
joven de veintidós años, fuerte y valiente y además, porque muere a traición y
no en un combate cuerpo a cuerpo. Luego, toda la trama de la novela gira en
torno a la muerte de Afouto, que es la genuina tragedia, porque este muere
antes de empezar ― oficialmente― la
Guerra Civil y, además no pertenecía a un ejército o partido político o gremio
(no al menos que el lector sepa), es decir, Baldomero Marvís Ventella (o
Fernández) es retirado de su casa por un grupo de hombres enviado por Fabián
Minguela (el cual sabemos que pertenece a un grupo o ejército, pero no
exactamente a qué institución), es sacado a dar un paseo nocturno y su cuerpo
aparece al amanecer siguiente en la curva de Canices, el cuerpo de Cidrán
Segade es despachado, como cuenta el narrador, una media hora después de andar,
antes de llegar a la aldea de Derramada. La tragedia de la narrativa consiste
en que los personajes son víctimas de lo imprevisible e irreparable, tanto es
así, que la familia de estos muertos no descansará hasta hacer venganza, es decir,
hasta cumplir con la ley del monte que, frente a la limitación del hombre con
respecto a las arbitrariedades de las leyes del Estado, es la única ley que
protege este contingente de españoles, pero irónicamente, como dicen los
personajes, entre ellos Ádega, matar a Fabián Minguela no reparó el daño hecho,
ni alivió el dolor. Cela nos presenta, aunque un universo teñido por la
religión, un mundo totalmente materialista, en el que todo lo que sucede es
resultado de la mano del hombre, todo, lo bueno y lo malo, las muertes, las
injusticias, las penas, las alegrías, todo es resultado de la razón y del
trabajo de los seres humanos que habitan la desorbitada realidad que se
presenta en esa Galicia entre finales de 1936 y principios de 1940, tanto que,
la muerte de Moucho es el resultado de la decisión de un conjunto de hombres,
de los Guxindes, que eligen hacer venganza y darle muerte, con tal ingenio y
astucia que logran burlar la maquinaria del Estado, evadir la ley jurídica y
cumplir la única ley que a ellos puede respaldarlos, la ley del monte.
En
el M2, en su dimensión psicológica e imaginaria, es posible notar un
mundo totalmente idealista y metafísico, dominado por el eje angular, es decir,
por la religión y los mitos. Las gentes que pueblan la narrativa llevan sus
vidas bajo el régimen religioso del catolicismo, creen que todas las acciones
humanas están siendo observadas por Dios y que este los ajusticiará llegado el
momento. Los personajes, en su mayoría cristianos, son todos pecadores que se
consuelan con la idea de poder confesarse antes de la muerte para, así,
alcanzar la gloria de Dios. Esto es, el eje angular y el psicologismo de los
personajes cumplen una función esencial en la historia, tanto que, el narrador
se vale, en todo momento del santoral para indicar fechas y proporcionar datos,
tanto ficticios como históricos. Otro aspecto relevante es la presencia de los
curas, los cuales, en todo momento son ridiculizados, todos con nombre y
apellido, desempeñan actividades obsoletas, esto es, lejos de sus quehaceres
están la castidad, la honestidad, la rectitud o el ejemplo para su pueblo, de
modo contrario, estos se muestran pecadores e inmorales, en ocasiones muy
puntuales presenta algún cura rezando una misa, tomando una confesión o
realizando una actividad filantrópica, a lo sumo, y con suerte, se habla de que
algún cura realizó un funeral, con precisión, es posible destacar a don
Merexildo que le realizó el funeral al parvo de Bidueiros (que no se ahorcó, lo
ahorcaron para ensayar, cualquiera sabe), porque era uno de los quince hijos
que tenía desparramados por las aldeas gallegas. La novela, en este sentido, es
muy crítica con la religión católica, y la desmitifica en todo momento, es
decir, contrapone el discurso religioso con la realidad de la vida humana,
muestra las flaquezas de los hombres que, decidiendo ser curas sienten deseos
sexuales, que no pueden despojarse de sentimientos de avaricia, de posesión, de
ira, de aversión, etc. Cela demuestra la dificultad de las personas en general
para lidiar con el odio y el perdón, no podemos ignorar que Ádega realizó la
profanación del cuerpo de Moucho Carroupo al desenterrarlo del cementerio y
dárselo a los chanchos que lo comieran, para luego hacer chorizo con estos y
repartirlos con toda la familia y comérselos; por otra parte, los curas en su
intento de servir a Dios pecan al no poder controlar sus instintos humanos,
domar sus defectos y ajustarse a una norma eclesiástica.
La narrativa se ajusta a este universo
religioso desde todas sus coordenadas, desde Isabel y Fernando que se
esforzaron por unificar a una España cristiana, un Imperio Católico, hasta la
presencia de Franco como figura que, una vez vencida la guerra instauró, contra
cualquier tipo de movimiento o pensamiento ateísta, la Iglesia como uno de los
pilares fundamentales del Estado español. En este punto, no podemos
desconsiderar que Franco, el generalísimo de mar, tierra y aire fue una especie
de caudillo que luchó junto a todos los movimientos conservadores por una
contrarrevolución, es decir, por mantener una España unida, católica y
nacionalista. La narrativa está atravesada por este pensamiento, tanto que hay
curas, como por ejemplo el P. Santisteban S. J. que pronuncian unos sermones
que «tienen muy buena acogida entre las señoras, esto es muy peligroso. El P.
Santisteban S. J. cree en el fuego purificador, esto es también muy peligroso» (Cela, 1984: 170). La guerra surge legitimada por la religión, porque, como lo
demuestra la Biblia, es posible perdonar a tus enemigos, pero no a los enemigos
de Dios, por eso hay que exterminar a los ateístas, del mismo modo, estos
también legitiman la guerra, puesto que, quieren exterminar la religión, los
templos religiosos, los curas y sus fieles. La narrativa en sus entrelíneas
muestra la tensión de fondo entre la religión y las diferentes ideologías
políticas que tiñen a la España del trienio trágico.
En
el tercer espacio (M3), en la dimensión lógica y conceptual Cela
desmitifica ese mundo psicologista, el M2 que engloba a los
personajes y presenta, en contrapunto a la razón metafísica, la razón
materialista, es decir, en el M3 se presenta una dialéctica que se
enfrenta a la idea Dios y además realiza una fuerte crítica a la Guerra Civil
española.
Si
analizamos la genealogía de la religión desde las coordenadas del Materialismo
Filosófico, a partir de su dimensión antropológica, se podrán distinguir en
tres etapas históricas que señala Bueno, y que Maestro sintetiza así:
La primaria o numinosa, en las que el núcleo de la divinidad es la figura del animal (se corresponde con las culturas primitivas y arcaicas); la religión secundaria o mitológica, cuyos referentes son dioses antropomorfos (su principal exponentes son las religiones del paganismo clásico: Grecia y Roma); y la religión terciaria o teológica, articulada en una filosofía confesional o teología (es el caso del Cristianismo y del Judaísmo y en mucha menor medida del Islamismo y del Budismo) (Maestro, 2017: 1913-1914).
Frente
a esta discriminación de las religiones, es posible advertir que Cela plasma en
la narrativa tanto las religiones secundarias o mitológicas, cuando relata
casos míticos con relación a los reyes moros, como la religión terciaria o
teológica, cuando trata del cristianismo o cuando resalta que la guerra del Rif
se justificaba porque era entre cristianos y moros, es decir, no entre
compatriotas. La novela con respecto a la religión es profundamente crítica e
indica el ateísmo, esto es, la negación crítica y racional de la idea de un
dios omnisciente, antropomorfo e intervencionista en el mundo. En este punto,
la filosofía y la literatura, desde un racionalismo materialista, se enfrentan
al idealismo racionalista de la teología cristiana, una vez que la novela
plasma la hipocresía de una sociedad que se presenta como pulcra, benevolente,
sana, que vive evocando el nombre de Dios, pero que no cumple con ninguno de
los mandamientos bíblicos, que pecan, que codician las mujeres del prójimo, que
odian, etc. Por otra parte, Cela también demuestra que, aunque Dios sea
evocado, nunca sucede un milagro, todo lo que pasa en la narrativa es
causalidad del racionalismo humano, todo es obra del hombre, el inicio y el fin
de la guerra, así como la venganza contra Moucho Carroupo también es resultado
de la obra humana. El engaño cumple aquí una función especial, ya que, el
asesinato de Fabián Minguela, gracias al ingenio humano cobra la dimensión de
un infortunio, de un accidente causado por lobos salvajes y, de este modo,
engañando a la ciencia, a saber, presentándole pruebas falsas ―que no indican
rasgos aparentes de la interferencia del hombre― los Guxindes logran saltarse la ley del Estado
español.
Con
respecto a la guerra, la narrativa nos muestra que esta es una empresa típica
de las civilizaciones, Cela plasma su discordancia frente a una Guerra
sediciosa y muestra palpablemente como España sucumbe ante sus propias ruinas,
nos advierte, el narrador, que toda guerra es atroz con los desdichados que la
sufren, no con quienes las llevan a cabo, pero destaca que la guerra puede tener
justificación si es contra otra nación, pero ¿dentro del país y ¡entre
españoles!? La narrativa más allá del quid convulso de España, ofrece una
esperpéntica caricatura de la miseria que cosechó la guerra, de las injusticias
sufridas y ejecutadas por españoles y entre españoles. Es un triste simulacro
de la desgarradora realidad que acechó las viscerales contradicciones de este
país tan rico y pobre a la vez.
Es
posible apreciar que la narrativa desde el M1 y el M2 nos
proporciona un Mi que es interpretado por los personajes desde
diversos criterios y perspectivas que se basan en los tres ejes del espacio
antropológico, es decir, desde el eje radial, angular y circular y, de ese
modo, a partir de una perspectiva psicologista los personajes crean e
interpretan el mundo conocido y desconocido (M), ya que, lo desconocido se lo
atribuyen con facilidad al eje angular para explicar desde la numinosidad y la
mitología los misterios del mundo desconocido; pero, desde el (M3),
Cela desmitifica toda percepción subjetiva y, desde criterios conceptuales da a
conocer un mundo que se erige desde un racionalismo materialista. Esto es, se
contrapone a un racionalismo metafísico y ofrece un (Mi) y
justificado desde los fundamentos de la razón humana, a saber, el uso de la
facultad que hace posible la interpretación del mundo bajo un conjunto de
criterios que, por ser comunes a todos, garantizan la comunicación y la
convivencia, evitando así, la desarticulación o ruptura de la sociedad y de la
vida (que es, justamente, lo que pasa una vez que estalla la guerra), que se
caracteriza por ser política, colectiva y en sociedad.
3
Mazurca
para dos muertos en el espacio
gnoseológico
El
espacio gnoseológico está compuesto por tres ejes, el sintáctico, semántico y
pragmático. A su vez cada uno de estos ejes se dividen en tres sectores, el eje
sintáctico se compone de términos o partes constituyentes del campo de la
literatura; de relaciones que son las que se establecen entre los términos que
están inmersos en los materiales literarios y que un intérprete o transductor
de la literatura trata de interpretar científicamente a través de las
relaciones lógicas entre la materia (libro) y la forma (ideas objetivadas
formalmente); las operaciones son ejecutadas por los lectores e intérpretes, la
operación más evidente es la lectura del material literario o su declamación
(Maestro, 2017), en esta instancia se inscribe el regressus lógico-formal (gnoseológico) hacia las ideas y el progressus material ―ontológico― hacia los materiales literarios, estas
operaciones son realizadas por el crítico de la literatura.
En
Mazurca para dos muertos (1984),
desde el eje sintáctico los principales términos que saltan a la vista son el
narrador que, junto al autor ficticio, a través de un juego cervantino
construyen la narrativa, contando desde diferentes perspectivas la misma
historia. El narrador omnisciente que todo lo sabe, pese a que narra en tercera
persona, es también partícipe de la historia. Es así que ambos, narrador y
autor se articulan en un juego cíclico, solidario y creciente dándole sentido y
complejidad a la historia. Por otra parte, el conjunto tan variado y numeroso
de personajes que surgen son también términos que asaltan al lector y tiñen la
novela de un rasgo social, en la cual se muestran las peripecias no de un
protagonista, sino que de un conjunto de protagonistas de una tragedia nacional
―España en la Guerra Civil―, regional ―Galicia en medio de un conflicto que se
avecina por sus montes robándole la monotonía habitual de aquellas vidas
campesinas, donde entre conocidos llegan al extrañamiento debido al
desbarajuste que causa la guerra―, y particular ―el drama de una familia que se
ve afectada por la muerte de varios de sus integrantes y deciden hacer
justicia, es decir, valerse de la única ley que puede preservarlos, la ley del
monte, porque la ley del Estado, lejos de defenderlos ha violentado sus formas
de vida y ha provocado la muerte masiva de españoles.
La
relaciones se establecen entre los términos y el contexto en que se sitúa la
novela, la cual aviva un determinado periodo histórico de España y a su vez
teje relaciones con otras obras de arte, por ejemplo, con las novelas de ciegos
―ya que el ciego Gaudencio Beira se empeña en tocar dos veces la mazurca para
anunciar la apertura y el cierre de un ciclo―; la novela erótica ―una vez que
cuenta con un variado abanico de situaciones de lujuria y de adulterio, en que
el pecado, lejos de cumplir una función represiva, se presenta como un factor
libidinoso que le brinda al relato un toque de humor y sarcasmo a la vez―; la
narrativa histórica ―puesto que, cuenta con muchísimas informaciones y datos
históricos que le aportan rasgos realistas―; relato de memoria ―muchas marcas
autobiográficas que el autor se empeña en dejar en evidencia, como la fecha de
su nacimiento, Camilo, el artillero que surge en más de una ocasión y como
desdoblamiento del propio don Camilo narrador, todos aspectos que hacen mención
a la vida personal de Cela, pero que no dejan de estar matizados por la ficción―;
entre otros rasgos, resalta también la musicalidad y la riqueza lingüística,
como su estructura, aspectos que tornan esta narrativa una novela múltiple y
rica tanto en su materialidad física como en su forma conceptual, es decir, no
es posible encasillarla en una categoría cerrada porque su compleja
arquitectura le permite abarcar varias características.
Las
operaciones son el resultado de las relaciones que se establecen entre los
términos, esto es, todo el análisis de la obra y las conclusiones que pueden
ser extraídas de las principales ideas que se objetivan en ella. Es decir, las
relaciones filosóficas, intertextuales, históricas, sociales, culturales,
políticas, etc.
El
eje semántico se conforma, con relación a la literatura, por tres dimensiones,
la fisicalista, fenomenológica y esencial. Como indica Maestro (2017), el
lenguaje no tiene apenas sentido, también se compone de referencias, en este
aspecto, los referentes sirven para indicar los elementos físicos del campo de
la literatura, es decir, litografías, manuscritos, libros, signos lingüísticos,
sonidos, etc. Maestro (2017) sostiene que toda ciencia se compone por algunos
soportes fisicalistas explícitos, esto es, una materia primogenérica. El
componente fisicalista en Mazurca para
dos muertos (1984) hace referencia a la estructura de la obra que ya he
mencionado con anterioridad, la cual se presenta a través de uno de los
principales términos que constituyen su originalidad, siendo este el narrador
que se caracteriza por ser cínico y tramposo digno de tal ingenio que le
permite burlar a la ciencia, demostrando que el racionalismo humano muchas
veces rebasan a los procedimientos técnicos y científicos.
Los
fenómenos son los rasgos característicos de cada material literario, a saber,
los componentes distintivos, particulares o específicos de cada obra, por
ejemplo, la Galicia montesina que presenta Cela, el pueblo de Orense donde se
pasa, mayormente la acción, la vida sexual de los curas gallegos, la España que
vierte sangre en la narrativa, la laguna de Antela donde los soldados se
convierten en mosquitos, la rana Liorta que da origen a los Guxindes, el
hijoputa Moucho Carroupo que mató a Afouto, etc.
Las
esencias, de acuerdo con Maestro (2017), son aquellas estructuras literarias
necesarias para la caracterización y constitución de determinados materiales
literarios y que hacen posible su inteligibilidad científica y crítica, tanto
como conceptos categoriales y científicos ―Teoría de la Literatura―, como ideas
filosóficas ―Crítica de la Literatura―. Maestro (2017) advierte que esencias
son las funciones linguísticas, los tiempos y espacios en que se pasa la
historia en la constitución de la novela como género literario, también son
esencias las ideas objetivadas en las acciones y posiciones de los personajes,
etc.
De este modo, podemos observar que Mazurca para dos muertos se constituye por un conjunto de esencias que buscan ampliar el concepto de novela, una vez que su estructura no presenta rasgos de un solo género, tampoco presenta un protagonista, sino que un conjunto muy amplio de protagonistas, en este aspecto, podríamos decir que es más protagonista la tierra en que se pasa la acción, es decir, la Galicia montesina, que sus personajes; su narrador tampoco cabe en un campo cerrado y su autor juega todo el tiempo a engañar al lector. A su vez, la narrativa aunque englobe con mayor precisión el periodo de la Guerra Civil, tampoco se limita específicamente a ese tiempo, ya que el relato comienza en un presente impreciso que se remonta a un pasado anterior a la Guerra Civil, a la Guerra del Rif. Luego poco a poco los tiempos se van entrecruzando y entretejiéndose, pero el narrador para dar cuenta de esta historia se remonta hasta los Reyes Católicos, hasta la gloria imperial de España en América (las expediciones de Moncho Preguizas, el viaje del abuelo de don Camilo a Brasil, durante catorce años), la pérdida de las colonias (marcadas con la muerte de Lázaro Codesal), que trazan un declive muy importante para el Estado español y con la proclamación de la segunda república el desastre trágico, una guerra sediciosa y suicida para España como nación política. El espacio marca no apenas un conjunto de aldeas gallegas, sino que las condiciones en que se vivían en el interior de España, la pobreza, la precariedad de la vida rural, las costumbres y creencias de un conjunto de personas que viven, padecen y mueren en un mundo dentro del eje circular (humano) mucho más próximo al eje radial (la naturaleza) y al eje angular (la religión, el mito y la magia) que al eje circular del Estado político, es decir, un sitio en el que la ley del Estado no basta, un universo bastante ajeno a la «civilización política» que se organiza desde un conjunto de reglas y leyes convenidas entre ellos mismos, bastante bárbaras y salvajes.
Por
fin, el eje pragmático se compone por autologismos, dialogismos y normas. Los
autologismos conforman las operaciones del sujeto gnoseológico individual, es
decir, del lector, que son necesarias e imprescindibles para leer una obra
literaria, esto es, para proceder a la interpretación de un material literario.
Los autologismos se constituyen no sólo por las ideas del lector, sino que
además por los procesos psicológicos que forman parte en todos los procesos
operatorios (Maestro, 2017). Es así que los autologismos son procedimientos
interpretativos realizados por un lector que busca interpretar una obra desde
sus propias coordenadas, ideas y conocimiento de mundo. Los autologismos pueden
ser el resultado de una primera lectura de la novela, realizada por un sujeto
operatorio que pueda o no tener conocimientos acerca de la literatura, de la
España de la Guerra Civil, del contexto político, histórico y social, que en
base a sus conocimientos busca entender y decodificar la narrativa. Es una
lectura, en principio, mucho más subjetiva que objetiva, donde todo lo
fenomenológico jugará un papel importante en el lector, el cual, probablemente,
puede pasar desapercibido por las esencias de la novela y sus características
más filosóficas, críticas e inteligibles. Por ejemplo, un autologismo sería
leer la novela desde la perspectiva de que las respectivas muertes de Afouto y
Moucho no son más que una rivalidad entre dos sujetos o familias que buscan, la
una, la venganza de la otra, sin considerar el espacio, el tiempo, el contexto
histórico, etcétera.
Los
dialogismos son las distintas operaciones cognoscitivas realizadas por
numerosos sujetos cognoscentes, a saber, son las relaciones que podemos
establecer entre las diferentes interpretaciones y operaciones que han
realizado otros sujetos con respecto a determinada obra literaria. Como indica
Maestro (2017), los dialogismos implican la existencia de una comunidad científica,
en la cual se expresan, critican, comparten y difunden los resultados de los
estudios e interpretaciones emprendidas por los diferentes sujetos operatorios
y gnoseológicos. De este modo, los dialogismos permiten ampliar los análisis de
una determinada obra, puesto que, por ejemplo, para desarrollar una
investigación sobre Mazurca para dos
muertos (1984), el investigador antes se nutre de los dialogismos, pesquisa
acerca de qué aspectos ya fueron estudiados y cuáles no, qué estudios pueden
aportar a la investigación y cuáles quedan fuera de los objetivos trazados,
etc.
Las
normas son el tercer sector que constituyen el eje pragmático, en esta
dimensión es en donde se sitúan y organizan los materiales literarios de
acuerdo a sus características, fortuna crítica y relevancia. Las ciencias se
constituyen por sus dimensiones históricas, sociales, institucionales y
organizativas, no son más que el resultado de investigaciones humanas
realizadas en colectividad, conformadas por reglas operativas y normas de
comportamiento. Los sujetos que las practican son numerosos y se mantienen en
contacto entre sí, aliñados a un código pautado y normativo que hace posible la
progresión del conocimiento científico (Maestro, 2017). Es decir, las normas
hacen posible que se regule de modo lógico la actividad de la crítica y de la
interpretación de los materiales literarios, a saber, la aplicación de tal o
cual teoría, los sistemas de interpretación, el canon literario, son algunos
ejemplos del resultado de la aplicación de estas normas que, basadas en
criterios científicos, determinan y delimitan los autologismos y dialogismos.
Según Maestro (2017), las normas se imponen sobre la voluntad individual del yo
(autologismo) y sobre la intención grupal del nosotros (dialogismo). Es así,
pues, que para interpretar la novela el crítico se vale de una teoría y de un
conjunto de reglas, términos y conceptos para establecer relaciones entre los
materiales literarios que le adjudicaran una serie de conocimientos para el
análisis y la crítica de la narrativa. A Mazurca
para dos muertos (1984), las normas le han proporcionado, tanto a partir de
los autologismos como de los dialogismos, una vasta fortuna crítica debido a
que la novela en sí misma es portadora, desde su estructura genológica, de
aspectos innovadores y desafiadores de las técnicas literarias más utilizadas u
ordinarias, exigiendo para su inteligibilidad un gran esfuerzo por parte de sus
lectores e intérpretes.
4
La Galicia montesina en el espacio estético
El
espacio estético comprende el ambiente, el contexto, el lugar en el que se
crean, articulan, codifican y valoran las obras de arte, en este caso, los
materiales literarios. Según Maestro (2017), el espacio estético se configura
por tres ejes: el sintáctico, el semántico y el pragmático.
El
eje sintáctico, a su vez, se articula por tres sectores: los medios, modos y
objetos o fines. Por medios se entiende el proceso de construcción de los
materiales estéticos, los cuales se dividen en géneros artísticos, esto es, la
literatura, la danza, la música, la pintura, la escultura, el cine, etcétera.
Por los modos de construcción, los géneros se subdividirán en especies, a
saber, en el caso de la literatura, en la tragedia, la comedia, la novela, la
novela de aventuras, la novela histórica, el relato, el cuento, etc. Los fines,
por su parte, son, por un lado, la intención del autor (finis operantis)
y, por otro, los efectos o las consecuencias que causa la obra una vez que es
publicada y que sale de las manos de su artífice (finis operis).
Partiendo de esta base, entendemos a Mazurca
para dos muertos (1984), por medios, una obra de arte literaria que se
inscribe, a través de sus modos, en la categoría de la novela, con rasgos de
varias subespecies de lo que es la novela como género literario. Entre los
fines de la obra podemos reconocer el intento de su autor en ampliar los
límites de la narrativa novelística, Cela (1973) afirmaba que no existe una
definición de novela, porque la novela es tan rica y compleja como la vida
misma, definir a la novela sería empobrecer dicho género literario, es así
pues, que esta narrativa se erige desde un interesante universo lingüístico y
narratológico, es el fruto de una cuidadosa arquitectura rítmica y
musicalizada. Es posible destacar sus rasgos de novela social, en que el
protagonista es, no un personaje, sino que un conjunto de personajes, es decir,
un recorte de la sociedad española de la época de la Guerra Civil. En esta
narrativa su autor trató de espejar el desbarajuste imperante en el país, el
caos, la pobreza y la desesperación de la gente. Por otra parte, el finis
operis de la obra, es decir, la dimensión crítica que gana la narrativa en
la medida en que es estudiada rebasa las intenciones de su artífice, el cual
más que plasmar el desbarajuste resultante de la guerra, muestra el drama de la
vida y la muerte, una España en llaga viva que se ahoga en su propia sangre, un
Imperio derrumbado, incapaz de sostenerse en las ruinas de un pasado glorioso,
una nación enemistada consigo misma en cuyo territorio se libran batallas, más
que de intereses políticos internos, enfrentamientos ideológicos de
características internacionales, es decir, el fascismo, el marxismo, la derecha
y la izquierda libran un duelo en tierras españolas.
El
eje semántico del espacio estético se compone por la mecánica M1 (parte
física), el saber hacer una obra literaria, escribir una novela, cuento,
soneto, etc., la genialidad M2 (parte subjetiva) y la lógica M3
(parte inteligible) de los materiales estéticos. La novela es el resultado de
una técnica que se rige por un conjunto de normas, términos y conceptos que
pueblan el campo literario M1 y es el resultado de la expresión
fenomenológica y psicologista de su autor M2, en el caso de Mazurca para dos muertos (1984) la
genialidad radica en la autenticidad de su lenguaje, en su compleja estructura,
en el modo en que se articulan narrador y autor, en la ausencia de un
protagonista puntual, en la escenificación de un espacio físico que se ve
fecundado no apenas por la naturaleza, sino que por la magia, lo fantástico y
la razón humana. No podemos ignorar, en este contexto, que Cela se ganó el
Premio Nobel de Literatura después de publicar esta novela, no afirmo con esto
que se lo haya ganado apenas por esta producción, sino que por su notable
trabajo como literato a lo largo de toda su vida, pero esta novela, sin dudas
contribuyó, puesto que, se trataba de una narrativa innovadora en todos sus
aspectos formales, fenomenológicos y conceptuales. Por consiguiente, en lo que
atañe a la lógica M3, a saber, a las ideas objetivadas formalmente
en la novela, es posible deducir que Cela realiza una profunda crítica a la
Guerra Civil, deja caer por su peso que la situación que viven aquellas gentes
es el resultado de la falla del Estado, sea como nación política, sea como
nación histórica, lo cierto es que destaca la característica conflictiva y
bélica de España frente a sí misma y el autor, Robín Lebozan, llega a decir que
una guerra entre españoles no es justificable.
Desde
el eje pragmático, el espacio estético se divide, también, en tres sectores,
autologismos, dialogismos y normas. Las interpretaciones estéticas autológicas
son las resultantes de las percepciones más personales, de los argumentos (no
siempre racionales) del yo, es decir, del artista mismo, que pueden ser, en
primera instancia, el finis operantis. Los dialogismos son, de acuerdo
con Maestro (2017), los movimientos, las relaciones e interpretaciones que
convierten el arte en algo grupal, identificado con las características de una
colectividad específicamente definida, esto es, se trata de un nosotros, estamos hablando de cuando el
autologismo de un artista, en este caso un artífice de obras literarias, cuenta
con el apoyo estético, programático, político o cultural de un gremio o
sociedad gentilicia (Maestro, 2017). Los dialogismos, con frecuencia, suelen
mantener una estabilidad interna que garantiza la cohesión (moralmente)
exigida, frente a una constante beligerancia externa, de rivalidad con otros
grupos y gremios ideológicos a los que se enfrenta a la biocenosis política y
literaria que los envuelve (Maestro, 2017). Por consiguiente, el tercer sector
del eje pragmático del espacio estético, las normas son, en gran medida, el
resultado de los dialogismos, es decir, una vez que estos se desarrollan
estética y políticamente alcanzan un estatus normativo. Esto es, suelen
convertirse en modelos o programas, frecuentemente estatales, de literatura o
del arte en general, en muchos casos con consecuencias imperativas. De modo
que, hay un conjunto de mecanismos que imponen la norma, que construyen el
canon, que nos dicen qué es y qué no es arte o literatura. Las normas poéticas,
de la mano de la política, tornan posible la construcción de cánones
literarios. Como señala Maestro (2017) el canon es el resultado de uno o varios
Imperios; no es posible construir un canon literario sin política estatal o
inclusive imperialista.
Es importante considerar, desde el eje pragmático
del espacio estético de la literatura, que Cela construye, a partir del
autologismo (de la voluntad del yo) un prototipo de literatura, el tremendismo
es una tendencia literaria que nace con él y que luego será modelo estético
para un conjunto de artistas que se inscriben en el desgarrador realismo que
busca plasmar la corriente tremendista. Si bien Cela manifestó en más de una
ocasión que él no buscaba limitarse a escribir dentro de unos parámetros
artísticos, sino que todo lo contrario, procuraba siempre desgarrar la
literatura, romperla, crear nuevos modelos y formas de novelar y de escribir,
resulta imposible no destacar esta estética que nace de la triste, dura y fea
realidad que ronda a España cuando dicho escritor se lanzó a la aventura de
escribir. Podemos decir que Cela creó, no apenas el prototipo del tremendismo,
pues además sus prototipos consistían en buscar siempre nuevas técnicas
narrativas, tanto es así, que incursionó en escribir novelas epistolares, como Mrs
Caldwell habla con su hijo (1953), narrada en segunda persona;
también se aventuró en la horma de la novela picaresca con Nuevas andanzas y
desventuras del Lazarillo de Tormes (1962);
escribió en la forma de un monólogo
interior, como es el caso de Pabellón de reposo (1957); además se
destacan sus apuntes carpetovetónicos que están escritos en formatos de
memorias, algunos títulos son Viaje a la Alcarria (1963), Del Miño al
Bidasoa (1952), etc.
Lo interesante de dicho autor es que algunos de sus
prototipos ingresaron o adscribieron en sí mismos dialogismos, es decir,
conformaron un paradigma en que grupos de literatos se valieron de dichas
técnicas o de la estética tremendista para plasmar sus ideas en un modelo
diferente, atractivo e innovador. El tremendismo surgió en España, de la mano
de Cela, alrededor de los años de 1940 y se caracterizó por su crudeza en el
momento de presentar los temas y los personajes, se trata de una «sanguinaria
caricatura de la realidad; no su sangriento retrato que, a las veces, la misma
disparatada realidad se encarga de forzarlo a lo monstruoso y deforme» (Cela, 1973: 190). La estética tremendista espeja los momentos de crisis en
España durante la guerra civil y la dictadura franquista, plasma la precariedad
de la sociedad, la carencia y represión intelectual de la época, la barbarie de
la guerra y sus atroces resultados. Es así pues, que el dialogismo que
representa el tremendismo gana fuerza, no apenas por tratarse de una estética
nueva, sino que por el contexto del que nace, por la realidad física que le
sirve de cuna (una España destruida, desbarajustada y pobre) y se instaura como
norma estética en la novelística española del siglo XX, es acuñado por la
sociedad, por el Estado y desde el sistema político nacional e internacional
adquiere fuerzas para ingresar en el Canon occidental de la literatura.
Mazurca
para dos muertos (1984)
es una obra que contiene en su estructura rasgos prototípicos, ya que está
escrita en el español que hablan los gallegos, la acción se desarrolla en la
Galicia montesina, el espacio se hace evidente en el lenguaje, pues está
repleta de galleguismos, así como en el paisaje retratado por el carro de
bueyes, la lluvia, las cabras, los montes, etcétera.
La novela se inscribe en el sector dialógico del
eje pragmático una vez que plantea estrategias narrativas que dialogan con
otras obras, ejemplo de ello es la trampa cervantina de la que Cela se sirve
para articular narrador y autor. Por otra parte, se pueden apreciar relaciones
intertextuales con otras obras y autores, la herencia estilística de Unamuno y
Baroja se hace presente en la historia, puesto que retrata una imagen
polifónica de un tiempo y de un tipo de vidas inmersas en un universo
específico, tan despiadado y monótono como llevadero y voluptuoso. Dicho de
otro modo, se trata de una amalgama desatinada e imperfecta en la que bulle la
vida española en su más pura complejidad. Cela se inserta en este tipo de
escritura con antecesores como Valle-Inclán y Quevedo, asimismo las imágenes
que logra plasmar con sus palabras hacen referencia a los trabajos pictóricos
de Goya y Solana.
Conclusión
Por
fin, es posible concluir que la
narrativa nos presenta el desencadenamiento trágico que tuvo la historia
reciente de la nación española y plasma, con rasgos extremadamente realistas y
desoladores, el hundimiento de España frente a sí misma debido a las constantes
guerras que la acecharon desde finales del siglo XIX (la pérdida de sus últimas
colonias de ultramar), hasta casi mediados del siglo XX, la guerra del Rif (por
mantener unas colonias en la actual Marruecos), las guerrillas dentro del
territorio español (por intereses políticos), la dictadura de Primo de Rivera
y, por fin, la Guerra Civil (la última gota que derramaría el vaso), que
representó el extremo de la decadencia de España, pues, una vez terminada la
guerra, se vio socavada en una larga dictadura encabezada por Francisco Franco
hasta el año de su muerte, 1975. Por fin, advertimos una España que a través de
la guerra contra otras naciones o civilizaciones conoció su esplendor y que
mediante la guerra sediciosa sucumbió ante sí misma como nación política.
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